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Channel: Mujeres en la historia
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La exploradora de las estrellas, Antonia Maury (1866-1952)

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Procedente de una familia apasionada por la ciencia y la astronomía, Antonia Maury heredó la pasión por las estrellas y se convirtió en una de sus principales estudiosas. Su manera de catalogar los espectros estelares supuso un gran avance en esta materia. Antonia Maury dedicó toda su vida profesional a observar, analizar y catalogar la naturaleza de las estrellas, labor que obtuvo el reconocimiento de buena parte de la comunidad científica. Una vez retirada del mundo de la astronomía, Maury no dejó el mundo de la investigación dirigiendo sus intereses en el mundo natural.

Antonia Caetana de Paiva Pereira Maury nació el 21 de marzo de 1866 en el seno de una familia de origen portugués y en la que muchos de sus miembros habían sido destacados investigadores. Su padre, Mytton Maury, era ministro protestante y su madre, Virginia Draper Maury, era hija y hermana de dos astrónomos destacados, Jonh William Draper y Henry Draper. Antonia y sus hermanas vivieron una infancia rodeadas de personas apasionadas por la ciencia.

En 1887 Antonia se graduaba con honores en el Vassar College donde estudió entre otras materias, física y astronomía y recibió clases de una renombrada astrónoma, Maria Mitchell. 



Antonia empezó a trabajar poco tiempo después en el Harvard Observatory College bajo las órdenes de Edward Charles Pickering. Su trabajo consistía en procesar datos astronómicos. Pero Antonia, quien pronto sintió que aquel era un trabajo demasiado monótono, empezó a analizar los distintos espectros estelares y los reorganizó y clasificó en un nuevo catálogo. A pesar de que Pickering no aceptó el trabajo de Antonia, terminado definitivamente en 1897, sería ampliamente valorado por otros científicos y astrónomos. Ante las diferencias de criterio con su director, Maria Maury decidió dejar el observatorio  en 1891 aunque volvería en varias ocasiones en el futuro.

La última fue en 1908, cuando permaneció un largo periodo de tiempo. Fruto de aquellos años fue la publicación en 1933 de uno de sus más famosos trabajos de investigación acerca de la estrella Beta Lyrae.

Tras su retirada definitiva del mundo de la astronomía, Antonia dirigió sus intereses científicos hacia la naturaleza, analizando pájaros y defendiendo especies arbóreas en peligro de desaparición. Durante un tiempo también revisó el trabajo de distintos observatorios fundados por su abuelo, el astrónomo John William Draper. 

Antonia Maury recibió varios premios en reconocimiento a su labor científica y varios cráteres lunares llevan su nombre.

Antonia Maury fallecía el 8 de enero de 1952.

La musa de Leonardo, Cecilia Gallerani (1473-1536)

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De toda su amplia obra pictórica, Leonardo da Vinci realizó escasos retratos de mujeres. De entre las pocas afortunadas encontramos a Cecilia Gallerani, quien fue inmortalizada en el famoso cuadro "La dama del armiño". Cecilia conoció al gran artista del Renacimiento en la corte de su amante Ludovico Sforza en Milán. Mujer inteligente, culta, hermosa, vivió buena parte de su vida al lado de "El Moro" disfrutando de los placeres de la vida y participando en tertulias rodeada de filósofos y artistas hasta que éste tuvo que contraer matrimonio. Cecilia se retiró con elegancia y se casó con otro Ludovico con el que terminó sus días en la tranquilidad de la familia.

Cecillia Galerani nació en Siena en 1473. Su padre, Fazio Galerani, no era noble pero estuvo relacionado con las grandes familias de las principales ciudades italianas de las que fue embajador. Su madre, Margherita Busti, era hija de un doctor en leyes. 

Tanto ella como sus seis hermanos recibieron una buena educación. Pero con tan sólo diez años, la pequeña Cecilia formó parte de un compromiso matrimonial pactado por su padre y un decrépito Stefano Visconti. Por razones que se desconocen, Cecilia nunca llegó a casarse con él.

En 1489, Cecilia Gallerani conocía a Ludovico Sforza en el Monasterio Nuovo. Su talento con el latín, la música, el canto, la poesía entre otros, atrajeron la atención de Ludovico quien la invitó a formar parte de su corte milanesa donde se reunían buena parte de artistas y filósofos. 

La relación entre Cecilia y Ludovico se fue haciendo cada vez más estrecha hasta convertirse en un romance a ojos de toda la corte, incluida Beatriz d'Este, la futura esposa de El Moro. Cecilia llegó a tener un hijo con su amante, Cesare, quien nació el 3 de mayo de 1491. Beatriz d'Este consiguió apartar a Cecilia de la corte e instalarla en un palacio cercano al palacio ducal. El siguiente paso fue aceptar que ya no podría mantener su relación con Ludovico. 

En 1492 Cecilia Gallerani se casaba con el conde Ludovico Carminati con el que tuvo una vida tranquila en el Palacio de Carmagnola. En 1515, tras haber enviudado y haber perdido a uno de los cuatro hijos que tuvo con su marido, Cecilia se retiró al castillo de San Giovanni in Croce donde permaneció hasta el fin de sus días en una fecha imprecisa alrededor del año 1536.

Cecilia conservó siempre el hermoso retrato que le hizo Leonardo da Vinci con un extraño animalito al que la historia identificó con un hurón o un armiño. Pasados largos años en los que el cuadro permaneció en el silencio, fue en el siglo XVIII cuando la obra fue atribuida a Leonardo da Vinci. 

 Si quieres leer sobre ella 


La dama del armiño, Antonio Cabanillas


Entre dos credos, Irène Némirovsky (1903-1942)

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Irène Némirovsky fue una mujer de origen judío que renunció a su credo para sobrevivir en la Francia de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial. Una escritora de gran talento, admirada por sus contemporáneos que dejó una de las primeras historias sobre la ocupación alemana de la historia. Una historia que no llegaría a terminar jamás, pues, a pesar de haberse convertido al cristianismo, sus raíces judías la situaron en el punto de mira de los nazis. Su vida terminaría como la de millones de judíos de Europa en el campo de exterminio de Auswicht. Fue una de sus hijas quien un día descubrió las palabras escritas por su madre que terminaron publicándose bajo el nombre de Suite francesa. Las leyes antisemitas impidieron que pudiera concluir su obra.

Una niña alejada de su madre
Irène Némirovsky nacía el 11 de febrero de 1903 en Kiev, Ucrania. Su padre era un banquero judío llamado Léon Némirovsky. Su madre fue una mujer hedonista y narcisista demasiado preocupada por su propia hermosura y por detener el paso del tiempo en su cuerpo. Irène reflejaría en alguno de sus relatos de manera indirecta el odio y rechazo que sintió siempre por aquella mujer que no dudaba en esconderla en los actos públicos o vestirla con atuendos de niña pequeña para que nadie pudiera deducir su propia edad. 

Irène creció en San Petersburgo donde fue educada por una institutriz francesa de la que asumió esta lengua como si fuera su lengua natal. Además del francés, Irène aprendió inglés, polaco, ruso, vasco, yiddish y finés, idioma con el que se toparía en la primera huida de su vida.

Huida de la Rusia revolucionaria
En 1918 la familia Némirovsky huyó de Rusia al estallar la revolución y se refugió durante un tiempo en Finlandia. En 1919 llegaban a Francia, país que se convertiría en su patria de adopción. Allí, Irène, que tenía entonces dieciséis años, pudo reemprender sus estudios que terminó en la universidad de la Sorbona donde se licenció en Letras en 1926. 

Ese mismo año Irène contrajo matrimonio con un banquero llamado Michel Epstein. De aquel matrimonio nacerían dos niñas, Denise y Elizabeth.

Aquellos fueron unos años tranquilos para la pareja, un tiempo en el que Irène se dedicó con gran entusiasmo a escribir. Su primera novela se publicó en 1929, titulada David Golder. Temerosa de que su texto fuera rechazado, Irène lo envió de manera anónima a la editorial Grasset. Uno de los miembros de la editorial quedó tan impresionado por la calidad de la novela que no paró hasta encontrar a su autor real, llegando a poner un anuncio en un periódico. Al descubrir que era una mujer quien había escrito una novela de tan alta calidad, la sorpresa fue doble. Empezaba entonces una carrera literaria exitosa para Irène. Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. A pesar de llevar tiempo viviendo en Francia y de haberse convertido al catolicismo en 1939, le fue derogada la nacionalidad francesa por sus orígenes judíos.




El final de un sueño
La situación empeoró con la instauración del Gobierno pro nazi de Vichy que en 1940 promulgó una serie de leyes antisemitas. Mientras su marido tuvo que abandonar su trabajo en el banco, ella sufrió un veto definitivo a sus obras, que no pudieron seguirse publicando.

Viendo que la situación estaba lejos de mejorar, la pareja se unió a sus hijas en Issy-l'Évêque donde se habían refugiado junto a su niñera. Allí permanecieron poco más de dos años, tiempo en el que Irène continuó escribiendo a pesar de saber que ya no podría publicar.

El sueño de una familia como la de Irène, que simplemente deseaba tener una existencia tranquila, se truncó definitivamente el 13 de julio de 1942 cuando Irène fue detenida y trasladada al campo de Pithiviers. De nada le sirvió a ella ni a su marido haber renegado de su fe. Poco después fue deportada a Auschwitz donde falleció de tifus el 17 de agosto de 1942. Pocos meses más tarde, su marido seguiría sus pasos y sería asesinado en la cámara de gas del mismo campo de exterminio.

Suite francesa
Denise y Elizabeth permanecieron escondidas al amparo de su niñera quien las ayudó a huir del país. En su difícil periplo, las pequeñas que tenía entonces trece y siete años respectivamente, arrastraron consigo lo único que les quedaba de sus padres, un baúl repleto de recuerdos. Entre aquellos recuerdos, las pequeñas encontraron años después escritos inéditos de su madre que decidieron donar al Instituto de la Edición Contemporánea. Antes quisieron hacer una copia para quedársela. Al repasar el contenido, Denise y Elizabeth descubrieron que las palabras de su madre eran el relato de la Francia ocupada, posiblemente la primera novela de ficción en la que se aludía a aquel tiempo. 

Los textos de Irène fueron finalmente publicados bajo el título Suite Francesa. Irène quería que su obra fuera como una suite, compuesta por cinco partes, de las que sólo pudo terminar dos. Suite Francesa, a pesar de estar inacabada, se ha publicado en varias ocasiones y supone un relato excepcional, no sólo por su contenido, sino por la historia del mismo.

 Su obra
Suite francesa
David Golder
Nieve en otoño
El vino de la soledad
El baile
El maestro de almas

El sueño inacabado, Amelia Earhart (1897-1937)

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El fin de la historia de Amelia Earhart no sólo la convirtió en un mito de la aviación sino que supuso un sinfín de especulaciones acerca de su desaparición. El afán de superación de una de las aviadoras más osadas de la historia la llevó a querer batir una y otra vez sus propias marcas. Sólo le quedaba un sueño por cumplir, dar la vuelta al mundo en avión. A punto estaba de conseguirlo cuando se perdió toda comunicación con su aparato. Tras varios intentos de encontrarla, las esperanzas se fueron desvaneciendo. A pesar de no cumplir su sueño, Amelia Earhart pasaba a la historia por su coraje y valentía.

Amelia Mary Earhart Otis nació el 24 de julio de 1897 en Atchison, Kansas. Amelia tuvo una hermana llamada Muriel. Las pequeñas fueron criadas por los abuelos maternos quienes no tenían ninguna confianza en que Edwin Earhart, el padre de las niñas, les pudiera dar una educación a la altura de sus expectativas. 

La primera vez que Amelia vio un aeroplano fue a los diez años en una feria estatal. En aquel momento, Amelia no se sintió atraída por aquel aparato con aspecto más bien destartalado. Tendrían que pasar muchos años hasta que la joven viera con otros ojos un aeroplano.



Por aquel tiempo hacía dos años que su familia se había mudado a vivir a Iowa donde su padre encontró un trabajo como ejecutivo después de su fracasada carrera de abogado. Un trabajo que no le duró demasiado por culpa del alcoholismo. Después de buscar nuevas oportunidades en varios destinos, y harta de su marido, Amy, la madre de Amelia, marchó con sus hijas a vivir a Chicago. 

A pesar de los problemas familiares, Amelia tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad de Columbia y en Harvard, donde realizó algunos cursos de verano.

Al estallar la Primera Guerra Mundial, Amelia y su hermana Muriel se trasladaron a Toronto para trabajar como voluntarias cuidando a los pilotos heridos y enfermos. Allí tuvo otra ocasión de entrar en contacto con el mundo de la aviación y ya entonces vio con otros ojos aquellos extraños aparatos.



Pero su pasión por volar afloró definitivamente en California, donde sus padres se habían vuelto a reencontrar en 1920. En un espectáculo aéreo en Long Beach tuvo la oportunidad de volar en un biplano. Amelia encontró entonces su verdadero destino.

En 1921 empezó a recibir clases de aviación de otra mujer piloto, Neta Snook, y se hizo con un aeroplano al que bautizó con el nombre de "El Canario". Dos años después, y tras haber empezado a batir alguna que otra marca, Amelia Earhart conseguía su licencia de piloto de la Federación Aeronáutica Internacional. Solamente quince mujeres antes que ella habían obtenido dicho título.

Los años siguientes estuvo volcada en el negocio de la aviación. Además de seguir pilotando, Amelia se incorporó a la Asociación Aeronáutica Nacional y realizó varios negocios relacionados con el sector.



En abril de 1928 la vida de Amelia daría otro gran paso. Amelia recibía entonces una llamada del capitán H.H. Railey con la propuesta de convertirse en la primera mujer en cruzar el Atlántico. A pesar de que en realidad ella iba como copiloto, hecho que nunca negó, recibió muchos más halagos y atención mediática que el piloto del avión con el que había hecho la travesía.

Sea como fuere, su fama creció como la espuma y Amelia vivió uno de los momentos más brillantes de su vida dando conferencias y publicando libros relacionados con la aviación. En 1931 se casaba con el editor George Palmer Putnam, el hombre que la había descubierto y quien la había propuesto para realizar aquel primer gran vuelo de Amelia.

Aventurera incansable, el 20 de mayo de 1932 decidió volver a volar sobre el Atlántico con una ligera diferencia. Esta vez iría ella sola convirtiéndose en la primera mujer en realizar ese viaje en solitario.

Los años siguientes fueron una época dorada para Amelia y su marido. Viajes promocionales por medio mundo, reconocimientos y premios, más marcas batidas y nuevos retos como sobrevolar el Pacífico.



Amelia Earhart había batido tantas marcas y alcanzado tantos hitos que sólo le quedaba uno por conseguir, dar la vuelta al mundo. Un sueño que empezó a planear en 1935. Dos años después lo iba a convertir en realidad, aunque sólo en parte. Varias averías, enfermedades contraídas en algunos puntos del viaje y un agotamiento importante hicieron mella en una mujer incansable que no quiso abandonar en ninguna de las etapas.

Pero el 29 de junio de 1937 fue el último día en el que se recibieron comunicaciones por radio desde el avión de Amelia. A unos cien kilómetros de la costa de la isla Howland se creyó que había caído su avión. Días y semanas de búsqueda y mucho dinero invertido en el frustrado rescate dieron al traste con cualquier tipo de esperanza. 

Amelia Earhart no consiguió cumplir su último sueño, pero se convirtió en una de las mujeres más osadas y valientes de la historia de la aviación. Atrás dejaba una corta pero intensa vida de retos y superación personal. Un faro ante la isla en la que desapareció fue erigido poco después en su honor.

La primera doctora argentina, Cecilia Grierson (1859-1934)

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Cecilia Grierson pasó a la historia de Argentina por ser la primera mujer que se licenció en medicina en su país. Pero este hito en su biografía fue uno de muchísimos que alcanzó esta mujer incansable, luchadora, que no se rindió ante las trabas puestas por un mundo nada preparado para ver a las mujeres en cargos de responsabilidad. En el campo de la medicina, fue pionera en cuestiones como la ginecología, la puericultura, los primeros auxilios, las ayudas a sordos y mudos... Fundó y formo parte de multitud de instituciones relacionadas con la sanidad y aprendió de las experiencias de distintos centros europeos. Además de luchar día a día por la mejora de las condiciones de los enfermos, Cecilia Grierson encontró tiempo para unirse al Partido Socialista Argentino y luchar en defensa de los derechos de las mujeres. Una vida de esfuerzo y entrega que no la convirtieron en una mujer rica, más bien lo contrario, pero que le valió el reconocimiento de una sociedad que tuvo que plegarse a la evidencia de que las mujeres también eran capaces de hacer grandes cosas.

La maestra que quiso ser doctora
Ceciclia Grierson nació el 22 de noviembre de 1859 en Buenos Aires pero pasó buena parte de su infancia en una zona rural conocida como Entre Ríos. Su padre, Parish Robertson Grierson era descendiente de los primeros colonos escoceses que llegaron a Argentina y su madre, Jane Duffy, era de origen irlandés. Ambos trabajaban en el campo. Durante un breve periodo de tiempo pudo marchar a Buenos Aires a estudiar pero al enfermar su padre volvió con su familia. De vuelta a Entre Ríos, Cecilia se dedicaba a ayudar a su madre como maestra rural a pesar de tener entonces solamente trece años. 

Al morir su padre, Cecilia volvió a la capital donde, además de trabajar como niñera, inició sus estudios de magisterio que terminó en 1878. Cecilia siempre había pensado que su vida profesional estaría ligada a la docencia hasta que sufrió la muerte inesperada de una amiga a causa de una larga enfermedad. A partir de ese momento tuvo claro que tenía que dedicar su vida a curar a los demás. En un tiempo en el que una mujer universitaria era algo poco menos que impensable, Cecilia consiguió matricularse en la Facultad de Medicina no sin antes presentar un argumentario escrito de las razones por las cuales creía que debía incorporarse a la universidad. Tenía veintitrés años y consiguió su título en medicina en el mismo tiempo que sus compañeros quienes no lo harían precisamente fácil su estancia en la facultad. El 2 de julio de 1889 se graduaba en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires convirtiéndose en la primera mujer en conseguirlo en su país y en toda Sudamérica. La tesis con la que se graduó se centraba en las Histero-Ovariotomías.

Durante los años de estudio, además de dedicarse a su carrera, Cecilia tuvo tiempo para realizar distintas prácticas en la asistencia pública y fundar, en 1886, la Escuela de Enfermeras del Círculo Médico Argentino.



La doctora que no se rindió
Cecilia Grierson tampoco lo tuvo fácil al terminar sus estudios. Cuando quiso optar a un puesto de profesora sustituta de la Cáteda de Obstetricia para parteras, a pesar de ser la única en presentarse, el concurso se declaró nulo, prefiriendo no escoger a nadie que elegir a una mujer. Cecilia dio clases por otras vías, formó parte activa de distintas asociaciones y algunas de ellas fundadas por la propia Cecilia como la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios o la Asociación Obstétrica Nacional. El mismo año que fundaba esta asociación, en 1901, creaba también la Revista Obstétrica para ayudar en la formación y el conocimiento de las parteras. Para completar su experiencia, viajó a Europa donde visitó varios centros sanitarios en distintas ciudades.

Su experiencia y conocimientos, además de transmitirlos con su labor diaria y en distintos cursos, se plasmó en varias publicaciones. Uno de ellos, Masaje Práctico, publicado en 1897, fue un precedente de toda la literatura kinesiológica posterior y sentó las bases de la kinesiología argentina.

La doctora feminista
Además de su trabajo en el mundo sanitario, Cecilia Grierson encontró tiempo para luchar en favor de los derechos de las mujeres. Ya en su viaje al Viejo Continente fue nombrada vicepresidenta del Congreso Internacional de Mujeres en Londres. Cecilia se implicó activamente en el Partido Socialista Argentino, fundado en 1896, en el que junto a otras mujeres, trabajó para mejorar la situación civil, social y política de la mujer argentina.

Al final de sus días, Cecilia Grierson se retiró a vivir a Los Cocos, en la región argentina de Córdoba, con una pensión que no hacía honor al duro trabajo y a toda una vida de entrega a los demás. Aun así, donó sus propiedades para fines educativos.

Cecilia Grierson fallecía el 10 de abril de 1934.

La primera periodista de América, Margaret Fuller (1810-1850)

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Margaret Fuller pasó a la historia del periodismo americano por haber sido la primera mujer en conseguir un contrato en una redacción de un periódico. Su carrera no se quedó en eso, pues pronto se convertiría también en la primera corresponsal femenina en Europa. Afín a los movimientos trascendentalistas, Margaret propició la creación de grupos de discusión femeninos y defendió activamente los derechos de las mujeres. Casada y con un hijo, Margarita terminó su vida trágicamente a bordo del barco que la trasladaba de vuelta a América tras su trabajo como corresponsal. De haber sobrevivido, a buen seguro que hubiera seguido regalando al mundo intelectual sus sabias y comprometidas palabras.

Educada como un niño
Sarah Margaret Fuller nació el 23 de mayo de 1810 en Cambridgeport, Massachusetts. Margaret fue la primogénita de Timothy Fuller y Margaret Crane. Fue su padre quien decidió que su hija recibiera una educación estricta alejada de los estereotipos de formación femenina. 

En 1817 su padre fue elegido miembro del Congreso de los Estados Unidos por lo que durante un tiempo su vida estuvo a caballo entre Massachusetts y Washington. En 1819 Margaret ingresó en el Port School de su ciudad natal y dos años después en el Liceo para jovencitas de Boston. En sus años de estudio, Margaret leía con avidez y se dio cuenta que no tenía las mismas inquietudes que sus compañeras de estudio. 

Tomando las riendas de su familia
En 1835 su padre fallecía de cólera dejando a su familia en una situación económica complicada. Margaret, la primogénita, decidió que debía hacerse cargo de su madre y sus hermanos y empezó a trabajar como maestra en una escuela de Boston. 

Además de hacerse cargo de los suyos, Margaret decidió organizar reuniones de mujeres en las que discutir sobre distintos temas alejados de los considerados estrictamente femeninos. Pretendía así paliar la falta de educación de las jóvenes de su tiempo. A sus reuniones se fueron añadiendo mujeres afines a los movimientos feministas de la época.

Editora y corresponsal
En 1839 Margaret Fuller fue contratada como editora del periódico trascendentalista The Dial. En este periódico inició una serie de artículos relacionados con las mujeres, sus derechos y su situación social que terminarían convirtiéndose en un libro, titulado Las mujeres en el siglo XIX. Su obra fue la primera de muchas obras feministas y pasó a ser un referente para los movimientos en defensa de los redechos de las mujeres. 

Después de cuatro años como editora del Dial, Margaret se trasladó a Nueva York donde aceptó un puesto similar en el New York Tribune. En 1846 el diario le propuso viajar a Europa como corresponsal, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar ese puesto. Sus principales destinos fueron Inglaterra e Italia y cubrió momentos de la historia tan importantes como la revolución italiana. Fue precisamente en Londres donde conoció a Giuseppe Mazzini, uno de los protagonistas de la revolución, y a Giovanni Angelo Ossoli, un italiano con el que posiblemente mantuvo una relación que no se sabe si terminó en matrimonio. Lo cierto es que Margaret y Giovanni tuvieron un hijo y se trasladaron a vivir a Florencia. La pareja se implicó activamente en la defensa de la república italiana, una experiencia que Margaret pensaba plasmar en un libro. 

El final del trayecto
Pero al decidir su vuelta a los Estados Unidos, el barco en el que viajaban los tres, Margaret, Giovanni y su hijo, se hundió poco antes de llegar a Nueva York. Solamente sobrevivió el pequeño Angelino.

Un hermano de Margaret, Arthur, decidió años después recopilar sus escritos y publicarlos para que no cayeran en el olvido.

La Monument Woman, Rose Valland (1898-1980)

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Durante la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Reich no solamente quiso apoderarse de Europa, su territorio, sus ciudades y sus riquezas. También quiso para sí todo el arte que pudiera robar y saquear. Adolf Hitler planeaba crear en la ciudad austriaca de Linz en Museo del Führer donde deberían mostrarse todas aquellas obras. Hitler no consiguió dominar Europa. Tampoco su arte. Fue gracias al esfuerzo de muchos hombres y mujeres. Entre todos ellos, destacó la labor impagable de Rose Valland, una especialista en arte que colaboró con la resistencia francesa y con los aliados para recuperar más de sesenta mil piezas artísticas escondidas en lugares tan insospechados como minas de sal o casas de granjeros.

La hija de un herrero
Rose Antonia Maria Valland nació el 1 de noviembre de 1898 en Saint-Étienne-de-Saint-Geoirs, Isère. Rose era hija de un herrero y provenía de una familia humilde por lo que recibió una educación básica en su ciudad natal. Pero la pequeña Rose soñaba con convertirse algún día en profesora de arte por lo que estudió y estudió para graduarse en 1918 y poder ingresar en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lyon. Allí permaneció hasta 1922. Tras superar con creces el difícil examen de acceso, fue admitida en la Escuela Superior de Bellas Artes de París donde se graduó en 1925.

Desde entonces, Rose compaginó su trabajo como profesora de arte y sus estudios en la escuela de arte del Louvre y de la universidad de París.

La experta en arte
Cuando los nazis ocuparon Francia, Rose Valland se encontraba trabajando en el museo de arte del Jeu de Paume, lugar elegido por los dirigentes alemanes como centro de operaciones para recopilar, catalogar y almacenar todas las obras de arte robadas en territorio francés. 




El talento artístico de Rose y su actitud callada y tímida fueron razones más que convincentes para los nazis al contratarla como responsable de aquel saqueo a gran escala. Pero lo que no sabían era que Rose conocía el alemán y trabajaba con la resistencia francesa. 

Rose Valland se jugó la vida escondiendo algunas piezas de arte, llevando un registro secreto, escrito y visual, de todas las entradas y salidas de cuadros, estatuas y otras obras. Gracias a toda esa información, algunos trenes que salieron de París cargados de arte fueron interceptados por la resistencia.

Con la llegada de las tropas aliadas, Rose colaboró con americanos e ingleses para descubrir los escondites secretos en los territorios que aún permanecían en manos del Tercer Reich.

Una vida premiada
Terminada la guerra, Rose Valland continuó trabajando en el mundo del arte formando parte de la Comisión para la Recuperación Artística. Rose, que dedicó su vida al arte, escribió sus periplos durante la Segunda Guerra Mundial en un libro en 1961, titulado El frente del arte

Retirada oficialmente en 1968, Rose no se desvinculó nunca de su gran pasión, que le valió ser galardonada con reconocimientos tan importantes como la Legión de Honor Francesa o la Medalla de la Resistencia. También en Alemania y Estados Unidos recibió premios y reconocimientos. No en vano, fue su valiente labor en el Jeu de Paume la que permitió recuperar miles y miles de obras de arte, desde pequeños cuadros privados, hasta grandes obras maestras de la historia del arte. 




Rose Valland falleció el 18 de septiembre de 1980 en su ciudad natal, donde había vuelto para tener una existencia tranquila tras haber vivido una vida de novela.

 Si quieres leer sobre ella

Rose Valland, Resistance at the Museum
Corine Rouchoux







Monuments Men
Robert M. Edsel







Pictures at an exhibition
Sara Houghteling








 Películas que hablan ella 


Monuments Men








El tren

Una filósofa en el exilio, María Zambrano (1904-1991)

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María Zambrano brilló con luz propia entre los nombres de las letras españolas más importantes de su tiempo, entre ellos, Antonio Machado, amigo de su padre, y Ortega y Gasset, su gran mentor. Amante de las letras, María Zambrano redactó un amplio número de obras filosóficas, poéticas y autobiográficas mientras fue protagonista de la caída de la república y el inicio de la Guerra Civil española. En los largos años de exilio, María no dejó su gran pasión. Conferencias, cursos y escritos de profundos pensamientos la convirtieron en una de las eruditas más relevantes del siglo XX.

Profesora hija de maestros
María Zambrano Alarcón nació el 22 de abril de 1904 en la localidad malagueña de Vélez - Málaga. María era la primogénita de Blas Zambrano y Araceli Alarcón, ambos dedicados a la enseñanza. Después de vivir un año en Madrid, María y su familia se trasladaron a Segovia en 1909 donde su padre había conseguido una cátedra de gramática en la escuela de maestros de la ciudad. Fue en su ciudad de adopción donde conoció a Antonio Machado, amigo personal de su padre con el que pasaba largas veladas.  

María empezó sus estudios de bachillerato en 1913 en el Instituto de Segovia. Cuando terminó esta etapa educativa, la joven decidió trasladarse a Madrid en 1921 para matricularse por libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Empezaba entonces una vida intelectual que la llevaría a conocer a grandes nombres como Ortega y Gasset, Luis Cernuda o Camilo José Cela. Mientras preparaba su tesis doctoral, La salvación del individuo en Spinoza, María fue trabajando como profesora en la Universidad Central y el Instituto Cervantes. Trabajadora incansable y cercana a los movimientos afines a las ideas republicanas, María empezó a escribir artículos en distintas revistas en 1928. Dos años después se publicaba su primer libro, Horizonte del liberalismo.  

Un largo exilio
María Zambrano se casaba el 14 de septiembre de 1936 con el historiador Alfonso Rodríguez Aldave. Poco después de contraer matrimonio, la pareja se marchó a vivir a Chile donde Alfonso había sido designado secretario de la embajada de España. Pero su estancia en Chile duró tan sólo un año.

En 1937, María y Alfonso regresaron a España para ayudar a los republicanos que luchaban en la Guerra Civil. Nombrada Consejera de Propaganda y Consejera Nacional de la Infancia Evacuada, María luchó por ayudar en todo lo que pudo hasta que inició su largo camino hacia un exilio que la llevarían a vivir en Europa y América. Desde 1939 hasta 1984, María Zambrano vivió en Francia, Italia, Cuba, Puerto Rico, dedicada a la escritura de su amplia obra y a dar cursos y conferencias. 

Durante aquellos años escribió obras importantes como Los intelectuales en el drama de España, Filosofía y poesía, La confesión o Hacia un saber del alma. Su trabajo literario y filosófico continuó con El hombre y lo divino y Claros del bosque. María Zambrano de dejó nunca de escribir. Sus últimas obras fueron De la Aurora, Notas de un método o Los Bienaventurados.



Una obra reconocida
La extensa obra de María Zambrano fue reconocida con muchos galardones, entre los que destacan el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades otorgado en 1981 o el premio Cervantes concedido siete años después. 

María Zambrano fallecía en Madrid el 6 de febrero de 1991. Sus restos mortales descansan en su ciudad natal. 

 Su obra 

Obras completas (Varios volúmenes)
María Zambrano








 Si quieres leer sobre ella

La más bella inventora, Hedy Lamarr (1914-2000)

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Hedy Lamarr demostró al mundo con su valentía, su talento y su inteligencia, que la belleza femenina no tenía por qué estar reñida con la sabiduría. Hedy pasó a la historia por ser la primera mujer en protagonizar un desnudo en el cine y convertirse en la más bella de Hollywood mientras descubría la base de las futuras comunicaciones inalámbricas. Con una vida digna de una novela o una película de aventuras, Hedy Lamarr tuvo que hacer entender al mundo que su belleza y su inteligencia formaban parte de sí misma a partes iguales. 

De la ingeniería a los focos
Hedwig Eva Maria Kiesler nació el Viena el 9 de noviembre de 1914 en el seno de una família judía. Su padre, Emil, era banquero y su madre, Gertrud, pianista. Ya desde bien pequeña, Hedwig demostró ser una niña distinta por su inteligencia. Con tan sólo dieciséis años inició sus estudios de ingeniería. Pero tres años después, Hedwig decidió apartar sus intereses científicos por su otra gran pasión, la interpretación. Y como en esta faceta también destacó, los escenarios teatrales de Berlín le quedaron pequeños. En 1933 aparecía en la película Éxtasis convirtiéndose en la primera actriz en aparecer desnuda en la gran pantalla.

Un matrimonio opresivo
En la Alemania nazi, uno de sus simpatizantes y colaboradores se fijó obsesivamente en la belleza de Hedwig. Friedrich Mandl, magnate armamentista que colaboraba con Hitler y Mussolini en la fabricación de armas y de todo tipo de material bélico, pactó con sus padres un matrimonio de conveniencia. El 10 de agosto de 1937, y a pesar de la oposición de la propia Hedwig, se casaba con Fritz y empezaba una de las etapas más difíciles de su vida. 
Posesivo y machista, Fritz intentó sin éxito retirar de los círculos cinematográficos todas las copias de Éxtasis, mientras obligaba a Hedwig a permanecer recluida en su casa y salir solamente acompañada de su marido. En aquellos años de reclusión, Hedwig aprovechó para continuar sus estudios de ingeniería abandonados tiempo atrás por su carrera artística. También utilizó su cercanía a las altas esferas nazis para recabar todo tipo de información estratégica que sería muy valiosa en un futuro para las fuerzas aliadas y que inspirarían su gran descubrimiento tecnológico.



Pero llegó un punto en el que Hedwig ya no lo soportaba más y con la ayuda de su asistenta, con la que al parecer mantuvo una relación sentimental, consiguió fugarse de su enclaustramiento matrimonial. Hedwig escapó por la ventana del baño de un restaurante y huyó en coche hasta París.

El nacimiento de Hedy Lamarr
Desde París, Hedwig viajó a Londres donde conoció a Louis B. Mayer, empresario de la Metro Goldwyn Mayer, con el que volvió a coincidir en el barco que la llevaría a los Estados Unidos. Durante la travesía, Hedwig consiguió de Mayer un contrato de siete años para sus estudios cinematográficos y desembarcó en América como Hedy Lamarr, nombre artístico con el que Mayer bautizó a Hedwig.

Empezaba entonces una exitosa carrera cinematográfica trabajando con grandes nombres de Hollywood como Cecil B. DeMille, Clarck Gable o Lana Turner.



Un matrimonio inspirador
En 1941 Hedy conoció al amor de su vida, un compositor vanguardista llamado George Antheil con el que compartió inquietudes científicas. Juntos inventaron un sistema de comunicaciones secreto utilizando saltos de frecuencias. Inspirándose en las teclas de un piano, idearon la manera de hacer saltar una señales de radio de una frecuencia a otra para poder transmitir mensajes de manera secreta y teledirigir torpedos sin ser interceptada su trayectoria.

El 11 de agosto de 1942 patentaron su invento y lo cedieron al ejército estadounidense sin pedir nada a cambio. Los militares aliados no utilizaron el nuevo sistema pero lo mantuvieron en secreto y con el tiempo se convertiría en la base de las telecomunicaciones posteriores.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Hedy Lamarr también ayudó a la causa aliada ofreciendo su imagen para la venta de bonos de guerra. 



Un reconocimiento tardío
A pesar de que el invento de Lamarr y Antheil fue determinante para la evolución de las telecomunicaciones recibieron un exiguo homenaje pasados demasiados años. Tantos que George ya había fallecido. Fue en el año 1998 cuando la Electronic Frontier Foundation les concedía el premio pionero de ese año. Hedy no fue a recoger el premio.

Hedy Lamarr fallecía el 19 de enero del año 2000 en su casa de Florida. Como último reconocimiento, el Día del Inventor se celebra en la efeméride de su nacimiento.

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La pintora prerrafaelita, Marie Stillman (1844-1927)

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El movimiento artístico conocido como prerrafaelita, que quiso recuperar la esencia del arte gótico, estuvo protagonizado e impulsado en su gran mayoría por pintores. Las mujeres fueron sus musas e inspiradoras de los grandes lienzos que legaron a la historia del arte. Pero algunas de aquellas hermosas modelos fueron también grandes pintoras. Una de ellas fue Marie Stillman, una mujer de belleza perfecta que se convirtió en una gran artista prerrafaelita.

Una belleza turbadora
Marie Euphrosyne Spartali nació el 10 de marzo de 1844 en Londres. Marie era la hija pequeña de Michael Spartali y Eufrosina, una familia de origen griego muy acomodada. En su hogar, su padre organizaba veladas culturales con nombres destacados de las letras y el arte. Marie pronto destacó como una hermosa muchacha con una belleza que no dejaba impasible a nadie. Junto a sus primas, María Zambaco y Aglaia Coronio, eran conocidas como las tres gracias griegas por su hermosura. Muchos quedaron prendados de Marie hasta el punto de afirmar, como lo hizo el poeta Algernon Charles Swinburne, que era “tan hermosa que querría sentarme a llorar”.

Mensajero del amor | Marie Stillman (1885)


Una modelo pintora
Marie Stillman empezó a estudiar el arte de la pintura con Ford Madox Brown. Su obra pronto se vio atraída por la influencia de los pintores prerrafaelitas, para los que había posado en alguna ocasión. Así, sus lienzos se llenaron de hermosas figuras femeninas, preciosos paisajes y referencias a los grandes del pasado como Dante o Boccaccio. Una carrera artística que duró sesenta años y produjo más de cien cuadros que fueron expuestos en distintas galerías de arte de Inglaterra y Estados Unidos.

Un amor prohibido
En 1871 Marie se casaba con un periodista americano llamado William J. Stillman, a pesar de la oposición de sus padres. William era viudo, su primera esposa se había suicidado y tenía tres hijos. Marie había posado con su futuro esposo para el pintor Rossetti, aunque no está claro si fue en aquella ocasión cuando se conocieron.

El jardín encantado de Messer Ansaldo | Marie Stillman (1889)

La nueva pareja Stillman vivió en Inglaterra hasta que William fue contratado como corresponsal en Italia por el diario The Times. Florencia y Roma fueron los destinos en los que la pareja con los tres hijos de William y el hijo que tuvieron en común, vivieron unos años hasta que él se retiró en 1898. Marie compaginó como pudo su vida de ama de casa, cuidando de sus hijos adoptivos y del suyo propio, y su pasión por la pintura. La pareja se trasladó a vivir a Surrey, donde Marie falleció el 6 de marzo de 1927.

Una pequeña lápida en el cementerio de Brookwood, donde descansaría eternamente con su amado esposo, recordaría a Marie Stillman una de las mujeres más importantes del arte prerrafaelita, no sólo por ser una de sus musas, sino también una de sus pintoras.

El feminismo más cómico, Marietta Holley (1836-1926)

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Marietta Holley fue una escritora estadounidense que tuvo mucho éxito en su época. Sus historias cómicas y satíricas con una heroína a la que puso de nombre Samantha, Marietta reivindicó los derechos de las mujeres y criticó su sumisión al hombre. Su manera de exponer el feminismo llamó la atención de otras mujeres sumergidas en la lucha por los derechos de las mujeres, entre ellas, Susan B. Anthony o Clara Barton, la fundadora de la Cruz Roja Americana. Marietta fue una mujer tímida, que no aceptó las invitaciones de aquellas mujeres a unirse en sus discursos públicos, pero las aventuras de Samantha dieron un tono amable y cómico a la lucha por la igualdad. Su talento fue comparado con su cohetáneo Mark Twain y su obra fue ampliamente aplaudida. Por desgracia, cien años después, Marietta Holley pasó a engrosar la larga lista de mujeres olvidadas.

Su granja, su hogar
Marietta Holley nació el 16 de julio de 1836 en la pequeña granja familiar situada en Jefferson County, en Nueva York. Marietta era la pequeña de siete hijos de Mary Tabor y John Milton. Marietta tuvo una infancia feliz pero a los catorce años tuvo que abandonar sus estudios oficiales lo que no impidió que ella siguiera estudiando y leyendo por su cuenta. Tenía veinticinco años cuando falleció su padre y tuvo que hacerse cargo de la granja y de su madre enferma. Las clases de piano que daba le ayudaron a mejorar su situación económica.

En aquellos años, Marietta tenía fuerzas para escribir e ilustrar en secreto poemas que decidió publicar bajo seudónimo en un periódico local en 1857. La buena acogida de sus textos animaron a Marietta para enviar a la American Publishing Company unos fragmento de la que se convertiría en su primera novela. 

Su alter ego, Samantha
Fue en 1872 cuando My opinions and Betsey Bobber's salió a la luz. Empezaba una serie de diez exitosos libros en los que dio vida a Samantha, una simpática y sarcástica ama de casa que Marietta utilizó para criticar con cierto humor las injusticias sociales a las que estaban sometidas las mujeres de su tiempo. 

A pesar de que Marietta nunca se casó, vivió el matrimonio de Samantha con Josiah Allen como algo muy personal. Los viajes que realizaron los protagonistas de sus novelas tampoco estuvieron inspirados por su experiencia directa, pues ella raras veces salía de su hogar. Mapas, libros y guías de viajes fueron suficientes para ambientar las novelas de Samantha.

Fue tal su éxito que algunas de las más activas defensoras de las mujeres, entre ellas, Susan B. Anthony, invitaron a Marietta a participar en sus conferencias públicas. Pero la personalidad tímida de la escritora no se lo permitió.

Además de las historias de Samantha, Marietta Holley escribió unas veinticinco obras entre dramas, compilaciones de sus poemas y novelas. 

Marietta Holley terminó sus días en la mansión que se había hecho construir para reemplazar su amada granja familiar. Fallecía el 1 de marzo de 1926 y su vida y su obra cayeron en un injusto olvido.

La pionera, Elinore Pruitt (1876-1926)

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En la América de finales del siglo XIX, fueron muchos los hombres y mujeres que viajaban hacia las tierras desconocidas aún del continente para buscar una nueva oportunidad. La gran mayoría fueron gentes anónimas pero una de ellas, en concreto una mujer, dejó constancia de su aventura en unas cartas que terminaron publicándose. Esa mujer, Elinore Pruitt, fue una mujer extraordinaria, con una infancia difícil y una situación personal complicada. Problemas que no le impidieron dejar nunca de luchar. Con un espíritu positivo y emprendedor, Elinore se fue con su hija a explorar el mundo y terminó convirtiéndose en una de las pioneras más famosas de la historia de los Estados Unidos.

Elinore Pruitt nació en Fort Smith, Arkansas, el 3 de junio de 1876. Su infancia transcurrió en Oklahoma, en un territorio indio, donde Elinore pudo estudiar durante muy poco tiempo. Su vida dio un giro inesperado cuando con catorce años vio morir a sus padres en un breve periodo de tiempo y tuvo que hacerse cargo de sus ocho hermanos pequeños con la ayuda de su abuela. 

Años después Elinore se casó con un hombre mayor que ella con el que tuvo una hija, Jerrine. No queda muy claro si Harry Rupert, su marido, falleció antes o después de ella divorciarse. Lo cierto es que en 1906, Elinore se llevó a su hija y a dos de sus hermanas a vivir a Denver. En su nuevo destino, Elinore trabajaba de cocinera y ganaba lo justo para sobrevivir y mantener a Jerrine y sus hermanas. Por eso, no dudó en responder al anuncio de un granjero de Wyoming, Clyde Stewart que buscaba una ama de llaves para su propiedad. 

Empezaba entonces la gran aventura de Elinore a la frontera. Ella y su hija llegaron a Wyoming en abril de 1909. Poco después adquirió 160 acres de tierra colindante a las propiedades del señor Clyde.

Elinore encontró en aquellas tierras inhóspitas por colonizar su vida y su destino. Con el tiempo, Elinore terminaría casándose con Clyde, con el que formó una familia de cuatro hijos, además de Jerrine, la hija de Elinore.

Elinore Pruitt Stewart falleció el 8 de octubre de 1933 pero su vida quedó inmortalizada gracias a sus propias palabras. Desde el oeste, Elinore no quiso perder el contacto con una antigua patrona de Denver, la señora Juliet Coney, a la que escribía asiduamente explicándole totas las peripecias y curiosidades de su nueva vida. A pesar de no haber podido estudiar todo lo que hubiera querido, las cartas de Elinore eran textos muy bien escritos en los que abría su corazón y relataba su existencia con sensibilidad y frescura. Consciente del talento de su antigua empleada, Juliet Coney la animó a publicar sus escritos. Primero aparecieron de manera independiente en la publicación Atlantic Monthly pero su gran aceptación terminaron convirtiéndolas en libros. 

Elinore y sus cartas pasaron así a la historia de la conquista del oeste como un preciado testimonio de vida. 

 Si quieres leer sobre ella 

Cartas de una pionera
Elinore Pruitt



La enfermera ejecutada, Edith Cavell (1865-1915)

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Edith Cavell fue una enfermera que formó parte de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial. Su historia no habría trascendido, se habría quedado en la larga lista de mujeres que colaboraron durante la contienda a curar enfermos, si no fuera porque Edith Cavell fue ejecutada. El ejército alemán descubrió su doble vida. Y es que Edith no era sólo enfermera. Además de cuidar de los soldados heridos, los ayudaba a escapar de las zonas ocupadas por los alemanes. A pesar de la presión internacional, sobretodo de países neutrales, Alemania no dudó en terminar con su vida. Fue un gran error. Edith se convirtió entonces en un mito y un icono para la propaganda aliada. 

Una muchacha solidaria
Edith Cavell nació el 4 de diciembre de 1865 en una localidad cercana a Norwich conocida como Swardestone. Edith era la mayor de cuatro hermanos. Su padre, un reverendo llamado Frederick Cavell, inculcó en sus hijos el amor al prójimo y la necesidad de ayudar a los más necesitados.

Su familia ayudaba a los demás siempre que podía a pesar de no tener demasiados ingresos. Edith empezó a trabajar como institutriz hasta que se formó como enfermera en el Hospital de Londres de la mano de Eva Lucke, quien fue una reputada comadrona. 

Comadrona en Bruselas
En 1907 consiguió un trabajo de comadrona en una escuela de enfermería en Bruselas. Desde entonces hasta el inicio de la Gran Guerra, Edith se volcó en su profesión de matrona y enfermera trabajando en distintos hospitales, enseñando en escuelas de enfermería y creando incluso una revista a la que tituló L'infirmière. Su profesionalidad la convirtió en esos años en una de las principales pioneras de la enfermería moderna. Pero su carrera, como la vida de muchas personas en el Viejo Continente, se vio sacudida bruscamente por el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Algo más que una enfermera
Edith se encontraba en su Inglaterra natal visitando a su madre cuando en Europa se iniciaba un conflicto bélico que iba a tener magnitudes desconocidas hasta el momento. Volvió rápidamente a Bruselas donde su centro hospitalario había sido puesto bajo la dirección de la Cruz Roja.

En noviembre de aquel mismo año de 1914, Bruselas caía en manos alemanas. Fue entonces cuando Edith no sólo dedicó sus esfuerzos en intentar salvar la vida de un gran número de soldados de todos los frentes, sino que decidió ayudar a los aliados a huir de la zona ocupada. Edith pudo salvar muchas vidas durante casi diez meses. Hasta que fue delatada. 

Una ejecución condenada
El 3 de agosto de 1915 fue detenida y trasladada a la prisión de Saint Gilles donde permaneció diez semanas, las dos últimas en régimen de aislamiento. En ningún momento Edith negó los cargos de los que se la acusaba. Admitió con gran dignidad que había acogido en su casa a más de un centenar de soldados británicos, franceses y belgas a los que posteriormente había ayudado a escapar.

La noticia de la detención de la enfermera británica indignó a los países aliados y a otros neutrales como Estados Unidos, que aún no había entrado en guerra, y España. Estos países pidieron que se aplicara la Convención de Ginebra según la cual se debía proteger al personal sanitario. Pero, a pesar de las distintas peticiones de clemencia y de la oposición de algunos altos cargos alemanes, la ejecución tuvo lugar el 15 de octubre de 1915.

Su cuerpo fue enterrado junto a la prisión de Saint Gilles hasta que pudo ser trasladado a Inglaterra, una vez finalizada la guerra. Después de un memorial en su recuerdo en la Abadía de Westminster, fue enterrada en Norwich.

Un símbolo de valentía
Edith Cavell murió convencida que había hecho lo que debía, ayudar a los demás. Su muerte se convirtió en todo un símbolo de valentía y su figura se convirtió en un icono de los aliados a la vez que volcó sobre Alemania una imagen de barbarie irracional.

Edith fue, sin duda, una gran enfermera que llevó a las últimas consecuencias sus ideales. 

África en la memoria, Stefanie Zweig (1932 - 2014)

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Cuando Europa se vio oscurecida por el avance del nazismo, los judíos, sus principales víctimas, sufrieron destinos difíciles. Desde los más desdichados que murieron en los campos de exterminio a los que consiguieron salvar su vida pero perdieron su pasado. Este fue el caso de la familia de Stefanie Zweig, que huyó a un duro exilio en África. Las experiencias de la que entonces era una niña, fueron plasmadas en su novela autobiográfica En un lugar de África. Aquella niña que sobrevivió al nazismo en las lejanas tierras africanas, fallecía hace unos días en su Alemania natal.

Stefanie Zweig nació el 19 de septiembre de 1932 en la ciudad alemana de Leobschütz en el seno de una familia judía. Con la llegada del nazismo, Stefanie y su familia huyeron a Kenia. La pequeña tenía entonces cinco años por lo que su infancia transcurrió en África donde se educó en una escuela inglesa.

La joven pasó casi diez años viviendo en una aldea keniata hasta que, en 1947, pudo volver a Alemania. Su familia se instaló en Francfurt, donde Stefanie pasó el resto de su vida dedicada al mundo de la literatura. Además de libros infantiles, Stefanie Sweig decidió plasmar su experiencia en Kenia en una de sus novelas más conocidas, En un lugar de África. Publicada en 1998, su historia fue llevada al cine con tanto éxito que ganó el Óscar a la película de habla no inglesa en 2002.

Stefanie Sweig estuvo volcada en la escritura hasta el fin de sus días. Su último proyecto literario no lo pudo concluir. La muerte le sorprendió el pasado 25 de abril, a la edad de 81 años. 

 Su obra 

En un lugar de África
Stefanie Zweig

Descubriendo la Vieja Europa, Marija Gimbutas (1921 - 1994)

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Marija Gimbutas fue una de las más destacadas arqueólogas del siglo XX. Su pasión por el pasado más remoto, al que bautizó como Vieja Europa, la llevaron a crear metodologías innovadoras que ayudaron a descubrir importantes yacimientos y a elaborar interesantes teorías sobre la sociedad de aquellos momentos poco estudiados del pasado, centrándose en el Neolítico y la Edad del Bronce. Marija se basó en utilizar de manera interdisciplinaria la arqueología con la lingüística y la mitología, algo novedoso, para descubrir los orígenes de los pueblos indoeuropeos. 

Rodeada de intelectuales
Marija Biruté Alseikaité nació el 23 de enero de 1921 en Vilna, la capital de Lituania. Sus padres eran miembros de la intelectualidad rusa, cuyo origen se encontraba en la clase agrícola de la Rusa Imperial. Su padre, Danielius Alseika, publicaba en el diario Vilniaus Žodis y la revista cultural Vilniaus Šviesa. Su madre, Veronika Janulaitytė-Alseikienė fue la primera mujer lituana en convertirse en médico tras obtener un doctorado en oftalmología en la universidad de Berlín. Ambos fundaron en Lituania el primer hospital y siempre defendieron la independencia lituana. Marija creció en un ambiente intelectual pues sus padres tenían siempre invitados relacionados con el arte y la cultura. 

Sin embargo la felicidad familiar terminó en 1931 cuando se mudaron a Kaunas donde poco después sus padres se separaron y Marija y su hermano Vytautas se instalaron con su madre. Su padre fallecería cinco años más tarde. 

Un largo camino hacia América
Marija no dejó nunca de estudiar y en 1938, tras terminar los estudios secundarios, ingresó en la Universidad de Vytautas Magnus donde se matriculó de lingüística. Pocos años después volvería a su ciudad natal para completar su formación en la Universidad de Vilna donde cursó estudios de posgrado en arqueología, lingüística, etnología, folklore y literatura. Ya en aquellos años empezó a participar en expediciones etnográficas que analizaban el origen de los mitos y el folclore de la cultura lituana.

Aun estaba estudiando y preparando su tesis cuando en 1941 se casó con un arquitecto llamado Jurgis Gimbutas. Fueron momentos felices para la nueva señora Gimbutas, quien se doctoró y tuvo su primera hija, Danuté. Pero la Segunda Guerra Mundial obligó a los Gimbutas a alejarse de su patria. La primera etapa de su largo exilio fue Viena para instalarse de manera temporal en Alemania donde Marija seguiría estudiando. En 1946 conseguía un doctorado en arqueología en la Universidad de Tübingen. Poco después nacía Zivilé, su segunda hija.

La situación en Europa era muy complicada por lo que en 1949 marchaban a vivir a los Estados Unidos. En su nueva patria de adopción, Marija empezó a trabajar en la Universidad de Harvard donde se dedicó primero a traducir textos arqueológicos provenientes de Europa y poco después como profesora de arqueología.


Marija fue profesora en distintas universidades norteamericanas. En 1963 se trasladó con su familia a vivir a Los Ángeles donde daría clases en la Universidad de California hasta 1989, año en el que se retiraría oficialmente.

Además de enseñar, Marija fundó el Instituto de Arqueología para fomentar los estudios de los pueblos indoeuropeos. También formó parte del Museo de Historia y Arqueología y publicó en distintas revistas científicas, entre ellas el Diario de Estudios Indo-Europeos del que fue co-fundadora. 

El método Kurgan
Marija formuló en 1956 una propuesta de estudio para los pueblos indoeuropeos que provocó gran sorpresa en los círculos arqueológicos. Marija bautizó su metodología como Kurgan, palabra rusa que se utilizaba para denominar a túmulos sepulcrales, y que se basaba en combinar la arqueología con la lingüística y la mitología para identificar a los pueblos protoindoeuropeos del Neolítico y la Edad del Bronce. 

Su nueva visión de la arqueología no sólo fue determinante para descubrir y analizar muchos pueblos indoeuropeos sino que la convirtió en una de las arqueólogas más respetadas de mediados del siglo pasado. Allí donde otros estudiosos no encontraron nada, ella descubrió importantes yacimientos y un gran número de objetos votivos y de la vida cotidiana imprescindibles para entender muchos aspectos de los pueblos prehistóricos.

Las diosas de Marija
Marija Gimbuta continuó ejerciendo de profesora pero también estuvo en las principales excavaciones del sudeste europeo que dirigió con gran eficiencia. Su experiencia y todo lo que en aquellos yacimientos descubrió fueron recopilados en sus obras, convertidas en textos de referencia para el mundo de la arqueología. 



De todas sus investigaciones, el análisis de las estatuillas que descubrió relacionadas con la Diosa Madre la llevaron a analizar minuciosamente las múltiples representaciones de diosas en forma de animales o con cuerpos exagerados elaboradas durante el Paleolítico y el Neolítico. 




Sus obras más importantes fueron Diosas y dioses de la Vieja Europa (1974), El lenguaje de las diosas (1989) y La civilización de las diosas (1991), estudios que revelaron sociedades matriarcales que existieron antes de las sociedades patriarcales que aparecieron en la Edad del Bronce. 

En sus largos años de estudio, Marija Gimbutas realizó más de 12.000 fotografías de todos los objetos y yacimientos que descubrió creando un fondo visual de un valor incalculable.

Poco antes de morir, su trabajo y su pasión por la arqueología fueron reconocidos con un doctorado honoris causa otorgado por la Universidad de Vytautas Magnus de Lituania.

El 2 de febrero de 1994 fallecía en Los Ángeles a la edad de 73 años. Sus restos descansarían eternamente en el cementerio de Kaunas. 

 Su obra



Diosas y dioses de la Vieja Europa (7000-3500 a.C.)
Marija Gimbutas


La poetisa recluida, Emily Dickinson (1830-1886)

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Considerada como una de las mejores poetisas de la literatura norteamericana del siglo XIX, la vida y la obra de Emily Dickinson fueron misteriosas y extrañas. Solamente cinco de sus poemas fueron publicados en vida, la mayoría de forma anónima; el resto, más de ochocientos poemas, fueron encontrados tras su muerte en su casa, donde había permanecido recluida los últimos años de su vida. El aislamiento voluntario sigue siendo a día de hoy un misterio para los estudiosos de la escritora. Un amor imposible o una enfermedad mental, son muchas las suposiciones que rodean la vida privada de una de las escritoras más excepcionales de la literatura universal.

La hija modelo
Emily Elizabeth Dickinson nació el 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts. Su padre, Edward Dickinson, ejercía como juez y era representante de la Cámara de Diputados de Massachusetts. Su madre, Emily Norcross, estuvo postrada los últimos años de su vida y tanto Emily como su hermana pequeña Lavinia, tuvieron que hacerse cargo de ella. Ambas tenían un hermano mayor, William.

Aunque de su infancia se tienen pocos datos, sabemos que Emily creció en un ambiente profundamente puritano y que en algún momento decidió que quería estudiar, algo poco común entre las jovencitas de su círculo. 

El corazón pide placer primero,
Luego excusa del dolor,
Luego los pequeños detalles
Que matan el dolor.

Luego irse a dormir,
Y luego, si tiene que ser
El deseo de su inquisidor,
El privilegio de morir.

En 1840, cuando Emily tenía diez años, fue inscrita por sus padres en la Academia de Amherst, un centro educativo masculino que dos años antes había abierto sus puertas por primera vez a las niñas. La pequeña aprovechó aquella oportunidad única. Historia, literatura, matemáticas, lenguas clásicas, todo lo que estuvo a su alcance fue estudiado por Emily con mayor o menor dificultad y superando la exigencia que ella misma se auto imponía y las deficiencias de salud que sufría. 

Siete años después abandonaba el centro y el hogar familiar para ingresar en el Seminario para Señoritas Mary Lyon de Mount Holyoke donde además recibió formación religiosa. Su estancia en el seminario fue breve pues pocos meses después enfermó y tuvo que volver a casa. Emily no volvería a estudiar nunca más en un centro educativo.

Casa natal de Emily, hoy convertida en un museo sobre la escritora


La poetisa en la sombra
Desde muy pequeña, Emily dio rienda suelta a su creatividad en forma de versos. Poesías y más poesías que dejaba leer a muy pocas personas escogidas. Algunas de ellas, como la también escritora Helen Hunt Jackson o su editor Thomas Niles, intentaron una y otra vez sin éxito, que Emily aceptara publicar sus poemas. Ella se negó de modo que Helen solamente consiguió que Emily aceptara publicar un poema en una antología pero sin que apareciera su nombre. Los otros cuatro poemas que se publicaron en vida de la escritora aparecieron un un diario local también anónimamente y puede que sin el consentimiento de la autora.

Hay una languidez de la vida
Más inminente que la pena,
Es sucesora de la pena
Cuando el alma ha sufrido
Todo lo que puede.

Parecía que Emily solamente quería tener una vida tranquila, alejada del seguro éxito que le hubiera supuesto la publicación de su obra. Desde que abandonara el seminario, la joven vivió en el hogar familiar cuidando de sus padres y llevando una existencia austera. Hasta que algo sucedió en su vida y Emily se recluyó para siempre.

La poetisa de blanco
Última imagen de Emily,
ya vestida de blanco
En 1861, cuando apenas había alcanzado la treintena, Emily Dickinson empezó a reducir sus salidas y a limitar las visitas en casa y a vestir solamente de blanco. Pocos meses después, ya nadie la vio. Su extraña fobia a los demás y a salir de casa la llevó a recluirse en su habitación los últimos quince años de su vida. 

Emily fallecía el 15 de mayo de 1886 después de años de sufrimiento causado por el Mal de Bright, al haber permanecido tanto tiempo inactiva.

La poetisa misteriosa
La personalidad de Emily Dickinson continúa siendo a día de hoy un misterio para los apasionados de su obra. Existen dos grandes misterios, el primero, no querer publicar nada de lo que escribía y siempre creyendo que sus versos no eran dignos de ser compartidos con el público. El segundo, por qué se recluyó de por vida sin una razón aparente.

Poco tiempo después de su muerte, su hermana descubrió en la habitación en la que había vivido Emily los últimos años ni más ni menos que cuarenta volúmenes que parecían haber sido encuadernados por la propia escritora. Aquellas joyas habían escondido en el silencio de sus páginas más de ochocientos poemas que el mundo pudo disfrutar cuando Emily ya no estaba. Poemas la mayoría de los cuales recogían versos de amor. De un amor secreto que, según algunos estudiosos, podría haber sido la causa de su extraño aislamiento del mundo.

Portada de la primera edición
de los poemas de Emily de 1890
En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido, bello.
Y me quedé dormida sobre la suave hierba.

Al despertar miré sobresaltada
Mi mano pura en aquella tarde clara.
La sortija entre mis dedos ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
Es sólo un recuerdo de color dorado.

Dos son los hombres que podrían haber roto el corazón de la poetisa. Algunos afirman que fue un amor de juventud que su padre prohibió tajantemente mientras que otros aseguran que fueron los sentimientos hacia un pastor protestante casado los que rompieron el corazón de Emily. Los más osados apuntan a una relación más allá de la familiar con su cuñada, Susana Huntington, una de las pocas personas que tuvo acceso a la obra de Emily en vida.

Pero solamente ella, la gran Emily Dickinson supo la verdad. Lo más importante sin embargo, fue el legado excepcional que regaló al mundo de la literatura y a los amantes de la poesía.

La santa de Auschwitz, Edith Stein (1891-1942)

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La vida de Edith Stein supone un ejemplo de valentía, integridad y grandeza. Monja carmelita de origen judío, filósofa, feminista, Edith Stein dedicó su vida al análisis de grandes pensadores, entre ellos Kant, Tomás de Aquino o San Juan de Cruz, de la mano de su mentor, Edmund Husserl. A pesar de haber perdido su fe en la adolescencia, fue el testimonio de Santa Teresa de Jesús lo que iluminó su corazón y guió sus pasos hacia el credo católico y la vida religiosa. Convertida en Sor Teresa Benedicta de la Cruz, Edith vivió los oscuros tiempos del inicio del nazismo con abierta indignación. Denunció públicamente el silencio del Vaticano y criticó sin tapujos el antisemitismo que empezaba a propagarse como la pólvora por Europa. Un testamento escrito en 1939 de su puño y letra parecía presagiar su trágico final en Auschwitz. Décadas después, el papa Juan Pablo II la elevaría a los altares de la santidad.

Una joven filósofa
Edith Stein nació el 12 de octubre de 1891 en la ciudad alemana de Breslau en el seno de una familia judía. su padre, un vendedor de maderas, falleció cuando ella apenas tenía dos años y su madre tuvo que hacerse cargo del negocio familiar y de su amplia prole, pues Edith era la pequeña de once hermanos. 

A pesar de que su madre era una mujer profundamente devota, no consiguió transmitir ese fervor religioso a sus hijos. En concreto, la pequeña Edith pronto se alejó de la religión y empezó a prestar atención a la filosofía.

Edith Stein fue una estudiante ejemplar. Tras finalizar sus estudios básicos, empezó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Gotinga. Pronto se sintió atraída por el filósofo Edmund Husserl, de quien se hizo una de sus más fieles discípulas.

El estallido de la Primera Guerra Mundial supuso un paréntesis en su vida de estudiante. Se formó en principios básicos de enfermería y ejerció como tal en un hospital militar austríaco.

Pero terminada la contienda, Edith siguió a Husserl a Friburg donde terminó su carrera y se doctoró “summa cum laude” con una tesis titulada “Sobre el problema de la empatía”. Esta sería la primera de una amplia lista de obras filosóficas.

Una iluminación divina
En 1921, Edith realizó una visita a Hedwig Conrad-Martius, otra discípula de Husserl, en su casa de Bergzabern. Aquella visita, que en principio no debería tener más importancia, fue determinante en la vida y el destino de la joven filósofa. En la biblioteca de Hedwig se topó con la autobiografía de Santa Teresa de Jesús que leyó con gran apasionamiento. Ella, que se había alejado de la vida religiosa y había dedicado su vida académica a la filosofía, tuvo una revelación gracias a la santa de Ávila.

En enero de 1922, Edith Stein se bautizaba arropada por Hedwig, quien ejerció de madrina, y un mes después confirmaba su fe en Cristo.

Su nueva fe no fue incompatible con su obra filosófica, simplemente modificó el rumbo de sus pensamientos. En esta nueva etapa de su vida, Edith Stein se sumergió en la obra de Santo Tomás de Aquino y Duns Escoto. De todo aquel estudio, unido al bagaje intelectual anterior, nacería su gran obra filosófica, Ser infinito y Ser eterno. En aquellos años vivió dedicada a la escritura y a dar conferencias sobre pensamiento y también sobre la mujer, pues Edith Stein fue también una gran defensora de la igualdad de sexos.

Sor Teresa de la Cruz
En 1933 viajaba a su Breslau natal para despedirse de su madre. Había tomado una decisión que cambiaría para siempre su destino, tomar los hábitos. El 14 de octubre de 1933, cuando acababa de cumplir los cuarenta y dos años, entraba en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. Meses después, el 14 de abril de 1934, Edith Stein se convertía en Sor Teresa Benedicta de la Cruz. 

Años después, con el advenimiento del nazismo, la vida de Sor Teresa se puso en peligro. Tiempo atrás ya había advertido al propio Vaticano, de la necesidad de frenar la barbarie que se iba a cernir sobre las tierras europeas. Fue en vano. 

A pesar de ser monja católica, sus orígenes judíos la convertían en blanco fácil para los nazis. Conscientes de ello, sus compañeras del convento de Colonia la ayudaron a cruzar la frontera. Fue a fines del año 1938. Poco después llegaba al convento de Carmelitas de Echt, en Holanda. A pesar de que aquellos territorios aún estaban a salvo de la amenaza alemana, en junio de 1939, Sor Teresa escribía su propio testamento. También dedicó su tiempo a escribir un ensayo sobre San Juan de la Cruz.

En mayo de 1940, los alemanes ocupaban Holanda. Dos años después la Gestapo entraba en el convento de Echt donde fueron detenidas Sor Teresa y su hermana Rosa que se había unido a ella tiempo atrás.

Primero fueron trasladadas al campo de concentración de Westerbock pero su destino final, como el de miles y miles de judíos, sería el temible campo de exterminio de Auschwitz. El 9 de agosto de 1942, Sor Teresa de la Cruz, era asesinada en una cámara de gas junto a su hermana y otros inocentes. 

En 1962 se iniciaba su proceso de beatificación que concluyó el 1 de mayo de 1987, cuando Juan Pablo II la beatificó. El 11 de octubre de 1998, el mismo pontífice canonizaba a la desde entonces Santa Teresa Benedicta de la Cruz y poco después la declaraba co-patrona de Europa. Su fiesta se celebra el 9 de agosto, aniversario de su muerte.

Sor Teresa Benedicta de la Cruz demostró ser una mujer valiente, inteligente pero por encima de todo, una mujer consecuente con sus decisiones. Tras su muerte nos legó su amplia obra filosófica y su precioso ejemplo de vida. 

La heroína liberal, Mariana Pineda (1804-1831)

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Tuvo una vida breve y una muerte injusta. Pero Mariana Pineda se convirtió en un mito y en un símbolo de la libertad. Silenciada durante los gobiernos absolutistas, ensalzada bajo gobiernos liberales y progresistas, la figura de Mariana Pineda se convirtió en una inagotable fuente de inspiración para poetas y dramaturgos, entre ellos, Federico García Lorca que escribió una obra de teatro en la que recreó su vida.

Mariana de Pineda Muñoz nació en Granada el 1 de septiembre de 1804. Sus padres, que nunca llegaron a contraer matrimonio, eran María de los Dolores Muñoz y el capitán de navío y caballero de la Orden de Calatrava, Mariano de Pineda. La infancia de Mariana estuvo rodeada de situaciones rocambolescas. Empezando porque sus padres solamente vivieron juntos una vez nació la pequeña y su padre firmó un documento en favor de su hija cuando supo que padecía una enfermedad crónica. Poco tiempo después, sin embargo, denunció a la madre de Mariana por haberse apropiado de unos bienes en nombre de su hija. Cuando falleció Mariano, la niña fue entregada a un tío paterno, quien, al contraer matrimonio, delegó sus responsabilidades a una pareja conocida. 

Con una infancia díficil a sus espaldas, Mariana inició su vida adulta a los quince años y con una suerte poco distinta. En 1819 contraía matrimonio con Manuel de Peralta, once años mayor que ella y con el que tuvo un hijo y una hija. En 1822, Mariana quedaba viuda y al cargo de dos pequeños. 

Su difícil situación no fue incompatible con sus creencias políticas que la llevaron a ayudar y acoger en su humilde hogar a distintos miembros del partido liberal perseguidos durante los tiempos del absolutismo de Fernando VII.

En 1829, Mariana daba a luz a una niña fruto de su relación con el abogado José de la Peña quien tardó muchos años en reconocer legalmente a su propia hija.




El 18 de marzo de 1831 terminaba su vida, relativamente tranquila, al irrumpir en su casa la policía. Mariana fue acusada de tener en su poder una bandera que simbolizaba la lucha contra la monarquía. Una extraña bandera inacabada y con unas letras que según sus acusadores tenían mucho sentido pero que, probablemente, fue colocada en casa de Mariana por la misma policía.

En verdad lo que querían quienes la detuvieron era que Mariana delatara a los principales cabecillas de la causa liberal, pensando que una mujer no podía ser un elemento activo en la lucha política.

Su abogado intentó defenderla sin éxito argumentando que dicha bandera tenía más un significado cercano a la masonería. Pero todo fue en vano y Mariana fue condenada a muerte. 

El 26 de mayo de 1831, con tan sólo veintiséis años de edad, Mariana Pineda era ejecutada en el Campo del Triunfo de Granada. La ejecución, que pretendía ser un escarmiento y un aviso a la causa liberal, convirtió a Mariana en víctima y mártir.

Después de que su cuerpo fuera trasladado en distintas ocasiones, finalmente encontró el descanso eterno en 1856 cuando fue enterrada en la cripta de la catedral de Granada.

La princesa de Hollywood, Grace Kelly (1929-1982)

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Grace Kelly abandonó su prometedora carrera de actriz por el amor de un príncipe. Su boda con Rainiero de Mónaco se convirtió en el enlace del siglo, fue portada de revistas del corazón de todo el mundo y dio un impulso espectacular a la imagen y el turismo, y por ende a la economía, del pequeño principado. Pero lo que empezó como un cuento de hadas terminó en una tragedia que a día de hoy continúa levantando polémica. Grace Kelly falleció tras sufrir un accidente de coche en el que viajaba con su hija pequeña Estefanía. Las especulaciones sobre quién conducía el vehículo, si Grace o su hija, no han cesado desde entonces. Lo único cierto es que Mónaco perdió a su princesa, como Hollywood la había perdido años antes.

Grace Patricia Kelly nació el 12 de noviembre de 1929 en Filadelfia, en el seno de una acomodada familia católica de origen irlandés. Su madre, de origen alemán, se llamaba Margaret Katherine Majer. Su padre, el empresario John Brendan Kelly, fue también un conocido deportista que ganó varias medallas olímpicas en la especialidad de remo.

Desde bien pequeña, Grace, la tercera de cuatro hermanos, sintió inclinación por el mundo de la interpretación, algo que sus padres no aprobaban. A pesar de su oposición, Grace marchó a Nueva York en busca de su sueño y, como primer paso, consiguió ingresar en la Academia Americana de Arte Dramático, en 1947. Su debut en Broadway no se hizo esperar demasiado, fue en 1949, con la obra de teatro El padre. Después de sus primeras apariciones teatrales, Grace participó en algunos espacios televisivos pero poco después decidió viajar más lejos, hasta Los Angeles, a probar suerte en el cine.  

En 1951 Grace Kelly saltaba a la gran pantalla con Catorce horas, su primera película y tan sólo un año después conseguía su primer papel protagonista en el western Solo ante el peligro en el que compartió reparto con Gary Cooper.

Acababa de empezar una prometedora carrera cinematográfica que continuó con la seductora Mogambo, rodada en 1953 junto a Clark Gable y Ava Gardner y que le valió su primera nominación a los Oscars como actriz de reparto

Grace Kelly se convirtió en una de las principales musas del director de cine Alfred Hitchcok, protagonizando algunos de sus clásicos.




En 1955, su corta y espléndida carrera, había conseguido un Oscar por La angustia de vivir y era una de las actrices más deseadas de Hollywood, la vida de Grace Kelly daría un giro radical. Por aquel entonces, la joven actriz se había trasladado a Mónaco para rodar junto a Cary Grant Atrapa un ladrón. En el pequeño principado, su príncipe quedó prendado de Grace. Raniero de Mónaco empezó un discreto acercamiento hacia la joven, a la que visitó en varias ocasiones, hasta que consiguió su objetivo, llevarla al altar.

Pero la vida no iba a ser tan sencilla. Grace debía tomar una difícil decisión. Su papel de princesa de Mónaco no era en absoluto compatible con su faceta artística. Así que, lo dejó todo por un príncipe y una corona.




El 16 de abril de 1956, Raniero y Grace se casaron en una ceremonia civil en el Salón del Trono del Palacio de Mónaco. Días más tarde, el 19 de aquel mismo mes, se casaban en una pomposa ceremonia religiosa en la Catedral del principado. La que fue considerada durante mucho tiempo como la boda del siglo, convirtió a la actriz Grace Kelly en la elegante princesa Gracia de Mónaco.

Gracia empezó entonces una vida totalmente distinta, dedicada a los eventos oficiales y a su familia, que fue creciendo a medida que pasaron los años. La pareja tuvo tres hijos, Carolina, Alberto y Estefanía. 




Convertida en la reina del glamour y de la elegancia, Gracia puso de moda el pequeño principado monegasco. Todo el mundo de la alta sociedad europea quería codearse e imitar a aquella americana que había vivido un cuento de hadas. 

Pero aquel cuento no tendría un final feliz. El 13 de septiembre de 1982, Gracia de Mónaco sufrió un mortal accidente en una carretera cercana a Mónaco. Crueldades del destino, aquel lugar había sido el escenario de su último film. Al día siguiente fallecía con tan sólo cincuenta y tres años dejando a su esposo y sus hijos sumidos en una tristeza que nunca pudieron superar. 

Junto a Gracia iba su hija pequeña, la princesa Estefania, sobre la que se vertieron durante tiempo sospechas de haber sido la verdadera conductora del coche en el que viajaba con su madre. Un misterio que a día de hoy aún no se ha desvelado. 

La muerte de Gracia de Mónaco fue una terrible desgracia que conmocionó al mundo. Su prematura desaparición la convirtió en un mito y en un símbolo de la elegancia para siempre.


 Si quieres leer sobre ella 


Grace Kelly, Donald Spoto

La santa estigmatizada, Santa Gema Galgani (1878-1903)

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Santa Gema Galgani fue la primera mujer en ser elevada a los altares en el siglo XX. Tras una vida plagada de desgracias familiares y con una salud deplorable, Santa Gema se aferró a la fe de tal modo que dio su vida por Cristo. Tuvo experiencias místicas, aseguraba hablar con su ángel de la guarda y sufrió en su propia piel el dolor de los estigmas. Y a pesar de que su débil salud fue el principal obstáculo para entrar en una orden religiosa ella no dejó de vivir una vida de piedad y renuncia a todo lo mundano. Tratado por algunos de histérica, otros con indiferencias y muchos con incredulidad, entre ellos su propia familia y su confesor, cuatro años después de su muerte, se inició el proceso de beatificación que culminó con su canonización en 1940.

Gema Galgani nació el 12 de marzo de 1878 en la ciudad italiana de Camigliano en el seno de una familia modesta. Su padre, Emilio Galgani, era boticario y su madre, Aurelia Morelli era una ama de casa abnegada y dedicada a su familia e hijos. Gema tuvo una infancia normal, acudía a la escuela y jugaba con otros niños de su edad. Pero la felicidad en su vida desapareció cuando murió su madre en 1886, cuando Gema tenía poco más de siete años. En 1894 perdía a su hermano y en 1897 a su padre. Con dieciocho años, huérfana y en la ruina económica, Gema se tuvo que enfrentar a su nueva realidad. 

A las desgracias familiares se unió una serie de enfermedades que la dejaron muy debilitada. Mientras los médicos intentaban curar sus dolencias, Gema se encomendó a varios santos a los que rezó con profunda devoción y quienes, según ella, consiguieron sanarla de manera milagrosa. Aun así, Gema quedó tan debilitada que, a pesar de haber pedido su ingreso en varios monasterios, se le fue denegada la vida religiosa a causa de su mala salud.

Gema Galgani siempre, desde pequeña, había sido una mujer piadosa, pero todas aquellas pruebas la llevaron a profundizar mucho más en su vida espiritual. Fue entonces cuando empezó a tener experiencias místicas. Gema aseguraba hablar con su ángel de la guarda, con Jesús y María. Pero su misticismo llegó a un punto culminante cuando el 8 de junio de 1899 empezó a experimentar los estigmas de Cristo. Aquello conmocionó a los habitantes de Luca, a donde se había trasladado a vivir hacía tiempo. Ni los médicos encontraron una razón aparente ni sus conocidos pudieron descubrir si aquellas heridas se las provocaba ella misma o eran fruto de su fe. Incluso su propio confesor llegó a dudar de la sinceridad de la joven. Gema escondía sus heridas con guantes para no alterar el orden público, pues las gentes la acusaban de farsante e histérica.

Gema Galgani tenía veinticinco años cuando volvió a enfermar gravemente. Esta vez no hubo ninguna intercesión divina y falleció, probablemente de tuberculosis, el 11 de abril de 1903. Gema Galgani fue enterrada en el santuario de los pasionistas de Luca, una de las congregaciones en la que mayor consuelo espiritual había encontrado en vida.

Cuatro años después de su desaparición, se iniciaba el proceso de beatificación que culminó el 14 de mayo de 1933 de manos del papa Pío XI. Pío XII la canonizaba en 1940 convirtiéndose en la primera santa del siglo XX. 

Santa Gema es una de las mujeres más veneradas de la iglesia católica. Hasta su tumba se acercan cada año miles de peregrinos mientras que farmacéuticos y estudiantes piden su intercesión diariamente. 
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