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La dama de la literatura juvenil, Enid Blyton (1897-1968)

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A pesar de que la crítica nunca concedió a la obra de Enid Blyton un lugar entre los grandes literatos, sus libros ocuparon las estanterías y los ratos de lectura de millones de jóvenes en todo el mundo. Las aventuras de Los Cinco, Las Torres de Malory o del colegio Santa Clara, aún hoy permanecen entre los libros más vendidos. Enid Blyton construyó unos universos alegres, felices, llenos de aventuras intentando compensar la tristeza que sufrió durante su infancia con la separación de sus padres. 

Huyendo de la realidad
Enid Mary Blyton Pollock Darrell Waters nació el 11 de agosto de 1897 en el barrio londinense de East Dulwich. Su madre se llamaba Theresa Mary. Su padre, Thomas Carey Blyton, era vendedor de cuberterías. Enid era la mayor de tres hermanos.

En 1907, cuando tenía diez años, ingresó en la escuela para niñas de San Christopher's School. Tres años después, su padre abandonaba a la familia y se fugaba con una amante. Enid, que mantuvo siempre una relación muy estrecha con su padre, no superó aquella situación de la que culpó a su propia madre, una mujer neurótica que, según Enid, había abocado a su esposo a marchar de casa. 

El abandono de su padre afectó profundamente al carácter de Enid que pronto empezó a imaginar y crear mundos irreales a los que poder escapar de su oscura realidad. 

A pesar de la difícil situación familiar, Enid fue una alumna ejemplar. Ya en 1911 participó con éxito en el Certamen de Poesía de Niños Arthur Mee. 

Una joven institutriz
En 1915 terminó sus estudios en San Christopher y se trasladó a vivir con una amiga. Desde entonces su relación con su familia fue escasa.


Enid se preparó para convertirse en una buena profesora e institutriz mientras seguía escribiendo. En 1917, veía publicado su primer poema en el Nash's Magazine y poco tiempo después algunos de sus escritos se publicaron en otras revistas como The Londoner o Home Weekly. En 1922 aparecía publicado su primer libro, Child Whispers.

La señora Pollock
En 1923 Enid conoció a un editor llamado Hugh Alexander Pollock con el que inició una relación primero profesional y poco después sentimental. 

Cuando un año después contraían matrimonio, en una ceremonia íntima a la que no acudió ningún miembro de la familia de la novia, la nueva señora Mary Pollock se había convertido en una escritora profesional que ganaba importantes sumas de dinero. Aquel mismo año se publicaba The Enid Blyton Book of Fairies, su primer libro de historias breves.

El matrimonio de Enid no fue tampoco un camino de rosas. Mientras su carrera como profesional mejoraba día a día, en su vida familiar vivía una continua decepción por el alcoholismo de su esposo y la incapacidad natural de poder tener un hijo. Después de distintos tratamientos, la pareja consiguió concebir a su primer hijo, una niña llamada Gillian Mary que nació el 15 de julio de 1931. Imogen Mary Smallwood, su segunda hija, nacería en 1935.


El matrimonió Pollock terminó en 1941. Tres años antes Enid había conocido a un cirujano, Kenneth Darrell Waters, con el que se casaría en 1943.

Escritora de éxito en la literatura infantil y juvenil
Los siguientes años de su vida los pasó junto a su marido y sus hijas, a las que Kenneth adoptó, escribiendo una gran cantidad de novelas. Alrededor de seiscientos títulos en los que adolescentes entusiastas vivían innumerables aventuras. Los Cinco, Los siete secretos, los cursos de Las Torres de Malory o Santa Clara, fueron algunas de sus series más aclamadas por el público infantil y juvenil. 

Sin embargo, a pesar de haberse convertido en una de las escritoras más populares del mundo, cuya obra se ha traducido y vendido en decenas de idiomas y países, la crítica nunca se puso de su lado. Personajes estereotipados, escenas reiteradas o falta de imaginación fueron algunos de los aspectos negativos que se destacaron de sus libros. Aun así, muchos de sus títulos siguen posicionándose en las listas de los más vendidos.

En 1967 fallecía su esposo y la salud de Enid se vio seriamente afectada. En pocos meses se empezó a ver aquejada de Alzheimer. Fallecía el 28 de noviembre de 1968. 

 Página web 


La reina rebelde, Margarita de Borgoña (1290-1315?)

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Los matrimonios de conveniencia fueron durante siglos algo totalmente normal en el seno de las casas reales europeas. Reyes, reinas, príncipes y princesas, se unían en matrimonios en los que se enlazaban familias, no personas, ni por supuesto sentimientos. Algunas y algunos de aquellos grandes personajes aceptaron sumisos su destino o supieron aparentar que así lo aceptaban mientras disfrutaban de una doble vida. Pero esos amoríos secretos no siempre quedaron impunes. Margarita de Borgoña fue una de esas mujeres destinadas a ser reina por voluntad ajena pero que decidió seguir a su corazón y a su propia voluntad a pesar de las consecuencias. Unas consecuencias que para ella fueron terribles. 

La esposa del delfín
Margarita de Borgoña nació en 1290 en el seno de la dinastía real francesa. Era hija de Roberto II de Borgoña y de Inés de Francia, quien era hija del rey Luis IX. Nacida en semejante cuna, no es de extrañar que Margarita estuviera destinada a terminar sus días al lado de alguno de los hombres más importantes de Francia. Y así fue.

El 23 de septiembre de 1305 la joven princesa se casaba con Luis, hijo mayor del rey francés Felipe IV llamado el Hermoso. 

La reina encarcelada
Parece ser que Margarita y su prima Blanca de Navarra pasaron aquellos primeros años de matrimonio de la futura reina organizando fiestas y manteniendo relaciones extraconyugales. El engaño se pudo mantener hasta que Isabel, cuñada de Margarita y reina de Inglaterra, vio con asombro en una visita a su familia en Francia, cómo un regalo hecho a la esposa de su hermano lo lucía sin el más mínimo reparo un paje de palacio.




El desastre sobrevoló entonces sobre el destino de Margarita quien fue al punto encarcelada junto a sus primas Blanca y Juana, esta última acusada de complicidad. 

Después de ser maltratadas y vilipendiadas públicamente, fueron recluidas de por vida en el castillo de Gaillard. 

Mientras Juana fue perdonada y recuperó su libertad, su hermana terminó sus días encerrada. El destino de Margarita, según historiadores y cronistas fue el asesinato en el verano de 1315 ordenado por su esposo quien deseaba volverse a casar. Otras fuentes afirman que vivió algunos años más. 

Sea como fuere, el destino de Margarita no fue sentarse en el trono de Francia y de Navarra. Su rebeldía y su decisión de no acatar unas normas establecidas que anulaban cualquier atisbo de voluntad propia la llevaron a tener una existencia breve y desdichada.


 Si quieres leer sobre ella

La dinastía maldita, Isabel Pisano
Género: Novela histórica

La musa bienaventurada, Beatriz Portinari (Siglo XIII)

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La Divina Comedia y Vida Nueva son las obras más conocidas el escritor italiano Dante Alighieri. Obras llenas de pasión y sentimiento que posiblemente no habrían existido si una musa no las hubiera inspirado. Esa musa fue una mujer llamada Beatriz Portinari, de quien algunos historiadores dudaron de su existencia real mientras otros se afanan por reseguir las pistas de una biografía concreta. Real o imaginada, Beatriz y el amor que inspiró a Dante se hicieron eternos en la obra del gran escritor florentino.

La Beatriz real
Quienes aseguran que Beatriz existió de verdad la identifican con Beatriz Portinari, una dama florentina que habría vivido en el último tercio del siglo XIII. Conocida también como Bice, Beatriz sería hija de Folco Portinari de Portico di Romagna, un rico banquero que fundó el Hospital de Santa Maria Nuova en Florencia. 

Las vidas de Bice y Dante transcurrieron separadas y solamente habrían coincidido cuando ella tenía poco más de nueve años. Tiempo después volverían a verse pero Beatriz se había casado con el banquero Simone dei Bardi hacia 1287. La Beatriz real tuvo una corta vida, pues falleció tres años después víctima de la peste negra siendo una joven de apenas veinticuatro años. 



Dante, que habría amado en secreto a Bice, quedó desolado tras la muerte de la joven a la que hizo inmortal con el nombre de Beatriz, Bienaventurada en latín, en sus más famosas obras literarias.

Según esta corriente de opinión, el cuerpo de Beatriz descansa en la Iglesia de Santa Margarita de Cerchi, muy cerca de donde vivieron ella y Dante.

La Beatriz imaginada
Quienes aseguran que Beatriz nunca existió aseguran que la protagonista de la Divina Comedia no es más que una metáfora, un símbolo del amor sublime que personificó Dante bajo este nombre. 

Real o imaginada, Beatriz Portinari ha pasado a la historia como una de las musas más determinantes de la literatura italiana y de las letras universales. 

La educación bolchevique, Nadezhda Krúpskaya (1869-1939)

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Nadezhda Krúpskaya pasó a la historia por ser la compañera de Lenin y por ejercer un importante papel en la dirección del Partido Socialdemócrata Ruso. Pero también, y sobretodo, por su implicación en la educación y en la creación de un sistema de bibliotecas profesional en la rusia bolchevique. Nadezhda Krúpskaya luchó contra las injusticias más básicas de la sociedad trabajando desde cuestiones tan necesarias como  el intento de erradicar el analfabetismo entre la población rusa, como uno de los pilares del avance de la revolución bolchevique. 

La compañera de Lenin
Nadezhda Konstantínovna Krúpskaya nació el 26 de febrero de 1869 en San Petersburgo en el seno de una familia aristocrática empobrecida sin demasiados recursos económicos. A pesar del empobrecimiento de la familia, Nadezhda recibió una buena educación en el Colegio de Mujeres de San Petersburgo y se preparó para ejercer de profesora. 

Su actividad revolucionaria empezó siendo una joven de apenas veinte años de edad entre los obreros de su ciudad. Así entró en contacto con personas vinculadas a las ideas socialistas. Uno de esos hombres fue Lenin, con el que mantuvo una relación de pareja y se casó en 1896.

Juntos vivieron los años más duros de la revolución y fueron arrestados y exiliados en varias ocasiones. Durante su primer exilio en 1896 Nadezhda escribió el primero de sus libros, titulado La mujer trabajadora. En el libro, publicado en 1900, plasmaba sus conclusiones sobre las condiciones de las mujeres rusas que trabajaban en el campo y en las fábricas.


La educación revolucionaria
Nadezhda trabajó estrechamente junto a Lenin en todo el proceso revolucinario en Rusia de principios del siglo XX. Su papel se centró en trabajar por la mejora de la educación en todos los estamentos de la sociedad rusa. Su incansable trabajo en este ámbito la llevó a ser nombrada Comisaria de Educación a la llegada al poder en Rusia del Partido Bolchevique en 1917. En su nuevo cargo Nadezhda enfocó su trabajo en la lucha contra el analfabetismo, la creación de fundaciones culturales abiertas a todos y la organización de un sistema educativo nuevo.

La bibliotecaria rusa
Nadezhda era una gran conocedora de las bibliotecas de Europa y Estados Unidos y había dedicado parte de sus años de estudio a la biblioteconomía. Su interés por los fondos bibliográficos la llevó a redactar una completa legislación sobre las bibliotecas rusas así como los principios básicos de la ciencia bibliotecaria rusa, un modelo que se utilizó en Rusia durante todo el siglo XX. 

Las bases de su modelo bibliotecario no podían ser otras que las del partido comunista. Un fondo principalmente de títulos relacionados con temas sociales y enfocado al acceso de la educación de la mayor parte de población.

Nadezhda Krúpskaya fallecía en Moscú el 27 de febrero de 1939.

Reivindicando a las madres, Julia Ward Howe (1819-1910)

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A mediados del siglo XIX, cuando en todo el mundo se empezaban a oír cada vez con más fuerza voces a favor de la igualdad entre sexos y razas, fueron muchas las mujeres que destacaron como grandes luchadoras de dichas causas. Una de ellas fue Julia Ward Howe. De ideas liberales, abolicionista y posteriormente sufragista, pasó a la historia por sus reivindicaciones sociales. Una de ellas fue la creación del día de la madre como momento en el que se ensalzara el importante papel que ejercían las mujeres en esta faceta de sus vidas. Luchadora incansable, su vida personal no fue en absoluto un camino de rosas. 

La niña que aprendió de su hermano
Julia Ward nació el 27 de mayo de 1819 en Nueva York. Hija de Samuel Ward, un banquero de éxito de Wall Street, apenas conoció a su madre, Julia de Rush Cutler. Poeta y madre de siete hijos, murió en 1824 al dar a luz al último de ellos. 

Samuel se hizo cargo de sus hijos, algo que no siempre fue fácil. Julia, una niña inteligente y ávida de conocimientos, buscó allí donde pudo la manera de ampliar su saber. Los libros que su hermano Sam trajo de Europa sirvieron para formar a Julia en unas ideas liberales que contrastaban con el puritanismo calvinista de su padre al que siempre quiso y respetó. 

Tras la muerte de su padre en 1839, ella y dos de sus hermanas se fueron a vivir con Sam y su esposa Emily Astor quien las introdujo en la sociedad neoyorkina. Pero la felicidad de la familia terminó drásticamente dos años después con la muerte de su cuñada y el bebé que había acabado de tener. 

Un matrimonio incongruente
En abril de 1843 Julia conoció a Samuel Gridley Howe, un médico con ideas liberales como ella, defensor del abolicionismo y del derecho a la educación de personas desfavorecidas. Pero si Julia creía que las ideas igualitarias de su marido iban a reflejarse también en su matrimonio se equivocó de lleno. Aplicando una doble moral, Samuel obligó a su esposa a recluirse en su casa y ejercer el papel de esposa y madre sumida y callada, sin ideas ni opiniones ni actividad pública de ningún tipo. Veinte años mayor que ella, Samuel llegó incluso a controlar todo el capital que había heredado Julia, a pesar de las protestas de la familia de su esposa. 

Recluida en Boston, alejada de sus hermanos, los sentimientos de Julia se sumieron entonces en una lucha interna entre el amor a su marido y sus cinco hijos y la sensación de injusticia que se cernía sobre ella y muchas otras mujeres en su misma situación. Y como ya hiciera estando en casa de su padre, Julia no se resignó y continuó con su formación autodidacta y la escritura en secreto de un libro de poesía.  

Flores de pasión (marchitas)
El libro fue publicado de forma anónima bajo el título Flores de pasión. Pero para desgracia de Julia, su esposo pronto supo que había sido su propia mujer quien había escrito esa colección de poemas desafiando las órdenes estrictas que había dejado bien claras desde el primer momento. 

A punto estuvo de perderlo todo pero Sam consiguió superar lo que consideraba una traición de su esposa y el matrimonio no se rompió. Después de aquel episodio, Julia no se resignó a volver a la reclusión del hogar y continuó estudiando y escribiendo. 

Un himno liberador
En 1869 Sam y Julia Howe fueron invitados por el presidente Abraham Lincoln a visitar un campamento del ejército de la Unión en Virgina. Durante la visita cerca del río Potomac, escucharon una triste canción compuesta para los oficios religiosos que hablaba del cuerpo sin vida de un soldado llamado John Brown. 

James Freeman Clarke, un clérigo conocedor del talento para la poesía de Julia, la animó a rehacer la letra de aquel himno triste y convertirlo en el famoso himno de la batalla de la república. 

A partir de ese momento consiguió cierta libertad y empezó a implicarse en distintas actividades relacionadas con el activismo femenino. Entre las iniciativa que emprendió destaca el encuentro anual de mujeres de Ministros, la fundación de la Asociación para el avance de la mujer en la sociedad y su nombramiento como Presidenta del Club de Mujeres de Nueva Inglaterra.

Viuda empobrecida (pero liberada)
Cuando Julia Ward enviudó, en enero de 1876, el dinero que creía iba a recibir y que su marido había estado reteniendo durante su vida en común, resultó ser mucho menos de lo que ella creía, pues Samuel se había gastado parte de su herencia familiar. Aun así, a pesar de ser una mujer viuda sin pocos recursos, la liberación que sintió compensó con creces su situación económica. "Inicio hoy mi nueva vida", escribía en su diario tras la muerte de Samuel.

Desde entonces, y hasta su muerte en 1910, Julia Ward trabajó de manera incansable en favor de los derechos de las mujeres. Escribió una biografía sobre la periodista feminista Margaret Fuller, informes y ensayos sobre las injusticias sociales e incluso libros de viaje. Su obra escrita le valió llegar a ser la primera mujer elegida para formar parte de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.

Entre sus múltiples reivindicaciones, Julia defendió siempre la importancia de las mujeres en su papel de madres, como garantes de los valores humanos y transmisoras de las virtudes fundamentales de los hombres. Su defensa de las madres se vio materializada años después de su muerte. El 9 de mayo de 1914 el presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson firmó una resolución del Congreso en la que se establecía el segundo domingo de mayo como día de la madre. 

Cuando Julia Ward falleció el 17 de octubre de 1910, fueron muchos miles de personas las que asistieron a su funeral, rindiendo homenaje a una de las mujeres que más luchó en favor de los derechos femeninos en los últimos años del siglo XIX.


 Si quieres leer sobre ella

http://www.juliawardhowe.org/

La emperatriz sin corona, Catalina Schratt (1853-1940)

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De todos es sabido que reyes y príncipes, obligados a casarse casi siempre por razones dinásticas y casi nunca por amor, tuvieron más de una (y más de dos) amantes en su vida. Sus esposas (algunas también se aventuraron a tener amoríos, todo sea dicho) no siempre aceptaron el libertinaje de las cortes europeas. Muchas se rebelaron, otras se resignaron. Pero lo que hizo la emperatriz Elisabeth de Baviera fue del todo sorprendente. Con un matrimonio totalmente agotado y deseosa de huir de la constreñida corte vienesa, no dudó en buscar una compañera para el emperador. Alguien que ocupara su sitio en el corazón de Francisco José y que le facilitara a ella la libertad que siempre había anhelado. Pero ese alguien no debían hacerle demasiada sombra en las altas esferas del poder. Así que la escogida fue una actriz de teatro, sin demasiada alcurnia, pero que encandiló desde el primer momento al emperador. Catalina Schratt fue durante los últimos años de vida de Francisco José, su amante, con el consentimiento y la anuencia de la emperatriz.

La fierecilla domada
Elisabeth de Baviera
Catalina Schratt nació el 11 de septiembre de 1853 en la ciudad austriaca de Baden bei Wien. Hija de un panadero, desde pequeña sintió una profunda vocación artística. A pesar de que sus padres intentaron en muchas ocasiones persuadirla de lo contrario, Catalina consiguió su sueño y pasó sus primeros años como actriz viajando por Alemania, Estados Unidos, el Imperio Ruso y finalmente Austria.

En 1879 se casó con un aristócrata húngaro, Nikolás Kiss de Ittebe, al que le dió un hijo llamado Anton, y del que se separó poco tiempo después.

Años antes había debutado en el Stadttheater  de  Viena con gran éxito. Corría el año 1873 y Catalina había sido invitada a interpretar La fierecilla domada en una función de gala con motivo de la conmemoración del veinticinco aniversario de la subida al trono del emperador Francisco José. Aquella fue la primera vez que se veían.

Pasarían diez años hasta su siguiente encuentro público. Fue en 1883, cuando Catalina disfrutaba de gran éxito. El teatro de la corte, el Burgtheater, la había contratado para interpretar una obra llamada Pueblo y ciudad. En aquella ocasión, y como era costumbre entre los nuevos artistas contratados por el teatro, Catalina, junto con el resto de actores, fue presentada a la pareja imperial. Francisco José tenía entonces cincuenta y tres años y Catalina tan sólo treinta pero congeniaron desde la primera mirada. 

Dos años después, Catalina no sólo tuvo el gran honor de actuar ante la pareja imperial y el zar Alejandro III sino que ella y otros artistas fueron invitados a cenar con tan ilustres invitados. Fue en ese momento cuando Catalina conoció personalmente a la emperatriz Elisabeth.

Un retrato muy especial
Emperador Francisco José
Hacía mucho tiempo que el amor de novela que había iniciado la relación entre Francisco José y Elisabeth había desaparecido. La joven princesa bávara nunca asumió ni aceptó su papel en la corte de Viena y el amor fue desapareciendo. El enamoramiento que no se preocupó de ocultar Francisco José hacia Catalina no era el primero que sentía el emperador. Había tenido otras relaciones extraconyugales pero aquella joven actriz fue del agrado de Elisabeth para ocupar su lugar en el corazón del emperador y mantenerlo lo suficientemente ocupado como para poder huir de palacio y refugiarse en su poesía, sus viajes y su soledad. 

La aceptación de Catalina se mostró abiertamente cuando Elisabeth ordenó la realización de un retrato de la actriz. No sólo eso, sino que se presentó con el emperador en el taller del artista cuando se encontraba retratándola. 

Pero lejos de ser una situación violenta, con ese gesto Elisabeth mostraba a las nuevos amantes su aceptación de los hechos. 

La compañera del emperador
Desde entonces el emperador empezó a frecuentar la compañía de Catalina en su villa Frauenstein, cerca del pequeño pueblecito de Saint Wolfgang, observándola des del patio de butacas del teatro real o en el mismo palacio imperial de Schönbrunn donde era invitada por la propia emperatriz.

La relación entre el emperador Francisco José y Catalina Schratt siempre se movió entre el respeto y la timidez de ambos. Elisabeth había dejado atrás los ataques de celos ante los escarceos amorosos de su marido y había adoptado una extravagante actitud ante aquella relación entre la actriz y el emperador. Quizás había llegado, en su madurez, a aceptar que el amor ya no existía entre ellos y que aquella muchacha le iba a ayudar a vivir alejada del tumulto cortesano como siempre había deseado desde que llegara a Viena.

Argumentos que no convencieron a los otros miembros de la familia real, sobre todo a su amada hija María Valeria que nunca entendió aquel extraño trío entre sus padres y Catalina. Mientras había quien aseguraba que aquel “apaño” no era más que un amor platónico, eran muchos los que creían que era todo lo contrario y suponía una vergüenza para la familia imperial. Sea como fuere, no existen pruebas que demuestren que la relación de Francisco José y Catalina traspasara los muros de una simple amistad. 

Cuando la emperatriz Elisabeth falleció en 1898, Catalina Schratt perdió a su protectora. La excusa de frecuentar palacio como amiga de la emperatriz ya no valía ahora que había desaparecido. Irónicamente, Catalina empezó a actuar como Elisabeth, huyendo de Viena siempre que se sentía angustiada causando gran desolación en Francisco José.

Cuando diez años después de la muerte de Elisabeth moría también su marido Nicolás corrió el rumor de una boda secreta entre Catalina y el emperador. Pero una vez más no se pudo demostrar. Desde entonces hasta la desaparición de Francisco José en 1916, su relación siguió siendo respetuosa, tratándose de usted y viéndose en contadas ocasiones.

Catalina Schratt falleció en Viena el 17 de abril de 1940.

La reina infecunda, María Luisa de Orleáns (1662-1689)

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El principal papel que tenían las reinas era el de engendrar herederos sanos que garantizaran la continuidad de la dinastía. Algunas dieron un paso más y se atrevieron a tocar los hilos del poder. Otras ni tan siquiera pudieron cumplir con su principal cometido de ser madres. Muchas no lo tuvieron fácil. María Luisa de Orléans, una hermosa y elegante joven sobrina del Rey Sol, debía concebir un hijo del enfermizo monarca español Carlos II. Fruto de constantes y aberrantes uniones consanguíneas cada vez más cercanas, uno de los defectos que sufría el enclenque hijo de Felipe IV era la incapacidad para engendrar. Lo intentó con dos reinas. Ninguna lo consiguió, terminando con la Casa de Austria en España. Por supuesto nadie culpó públicamente al rey. Fueron ellas las que cargaron con la culpa. 

De Versalles al Alcázar
María Luisa de Orléans nació el 27 de marzo de 1662 en el palacio de Saint-Cloud de París. Hija del duque Felipe de Orleáns y Enriqueta de Inglaterra, era a su vez sobrina de Luis XIV.  María Luisa y su hermana Ana María quedaron huérfanas de madre en 1670. Aunque hacía tiempo que vivían alejadas de sus padres pues, como era costumbre en la corte parisina, los niños eran alejados de sus aristocráticos padres demasiado ocupados en las actividades de palacio. María Luisa pasó gran parte de su niñez con su abuela, Enriqueta María de Francia, Reina de Inglaterra, en su residencia de Colombes.

La pequeña recibió  una exquisita educación de distintas ayas escogidas por sus padres y recibió el cariño de su nodriza, Francisca Nicolasa Duperroy, de la que no se separó desde su tierna infancia.  

Carlos II
Cuando María Luisa visitaba la alegre corte de Versalles, disfrutaba de los juegos y la compañía de su primo el delfín Luis, hijo de Luis XIV, del que se decía estaba enamorado. Pero el esplendor en el que vivió la joven en su Francia natal tuvo que ser pronto sustituido por la sobriedad y encorsetamiento de la corte española. 

Por razones políticas, María Luisa fue la escogida para convertirse en la esposa de Carlos de Austria. El 2 de agosto de 1667 se cerraba el acuerdo matrimonial que había estado negociando el marqués de los Balbases, embajador español. Pasarían aún casi diez años antes de que celebrara la boda por poderes el 31 de agosto de 1679 en el palacio de Fontainebleau.

A todo esto, mientras reyes y políticos decidían el destino de la princesa, María Luisa mostraba públicamente su descontento con la decisión de enviarla a España. Llegó incluso a amenazar con hacerse monja. 

El 3 de noviembre de 1679 llegaba a la frontera del Bidasoa. Días después, el 18 del mismo mes, María Luisa y Carlos se veían las caras por primera vez. Ella, una joven hermosa, saludable, él, enclenque, delgado, enfermizo. 

A principios de año la que sería reina de España, sólo nominalmente, llegaba a Madrid y se instalaba en el Alcázar, un lugar oscuro y sobrio alejado de la alegría y el resplandor de su París natal. 

A pesar de que Carlos amó a su esposa desde el primer momento y ella llegó a sentir por el último Austria un afecto sincero, María Luisa tuvo que adaptarse a una corte encorsetada, seria, rígida en la que, además, todo lo francés no estaba para nada bien visto. 

El heredero que nunca llegó
A la inadaptación de la reina se sumaron los problemas para consumar el matrimonio y conseguir engendrar un heredero. Los anuncios de posibles embarazos eran pronto desmentidos y, ante la desesperación del pueblo, la corte y el rey, se llegó incluso a insinuar que la reina se provocaba abortos. 

Mientras en el Alcázar, María Luisa intentaba sobrellevar años de infecundidad y aislamiento personal, las grandes potencias europeas se encontraban en constante tensión. A esto se añadía un gobierno, el español, que iba cada día de mal en peor. Los conflictos internacionales llegaron incluso a hacer pensar a su tío el rey Sol que su sobrina corría el peligro de ser envenenada. Y mientras tanto, Carlos seguía sufriendo un deterioro físico cada vez más evidente. 

La muerte de la reina
María Luisa de Orleans fallecía el 12 de febrero de 1689. Diez años había pasado en España. Diez años que no habían servido para cumplir con su cometido. De quien fuera culpa, la voz popular y cortesana se encargó de asignársela a ella, el tiempo la haría recaer en él. El hecho de que María Luisa enfermara en poco tiempo avivó las llamas de la conspiración y un supuesto asesinato. Aunque también es cierto que la reina tenía una vida desordenada y hacía muchos excesos en el comer y en la ingesta de brebajes curativos de dudosa efectividad. 

Años después, Europa se vería ahogada por la sombra de la guerra por causa de España. Carlos II se había vuelto a casar, con una recia Mariana de Neoburgo, a la que tampoco consiguió fecundar. España se quedaba sin rey y las demás potencias europeas lucharon a muerte por llevarse un pedazo del gran pastel que suponía aquella sombra de un imperio que había brillado con esplendor.

 Si quieres leer sobre ella 

Reinas de EspañaMaría José Rubio







Ginecología y vida íntima de las reinas de España (I)Enrique Junceda Avelló




La lucha reconocida, Jane Addams (1860-1935)

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El Premio Nobel de la Paz del año 1931 fue concedido a Jane Addams, una mujer estadounidense que dedicó su vida a denunciar la guerra y a defender la vida y los derechos de los más desfavorecidos. Trabajadora incansable, fundó la Hull House, en Chicago, una de las primeras casas de acogida para inmigrantes que se fundó en los Estados Unidos. Volcada en los demás, Addams no tuvo una vida personal fácil. Perdió a su madre siendo muy joven, sufrió fuertes dolencias de espalda y mantuvo una relación con otra mujer, algo nada fácil en aquellos primeros años del siglo XX.

La inspiración de Europa
Jane Addams nació el 6 de septiembre de 1860 en Illinois, Estados Unidos. Jane era hija de Sarah Weber Addams y su esposo, John Huy Addams, un político local que durante años fue senador. Su infancia transcurrió rodeada de siete hermanos de madre y padre y dos habidos del segundo matrimonio de su padre. Sarah murió cuando Jane tenía tan sólo dos años.

Jane estudió en el Seminario Femenino de Rockford donde conoció a Ellen Gates Starr. En 1881, el mismo año de la muerte de su padre, terminaba sus estudios en el seminario y decidió estudiar medicina. Pero sus constantes problemas de espalda la obligaron a abandonar, hecho que la sumió en una profunda depresión.

Un año después era su propio hermanastro quien la operaba y le aconsejaba viajar unos meses a Europa para recuperarse. Acompañada de su madrastra, Jane visitó varios países del viejo continente. A Inglaterra volvió con su amiga de la infancia Ellen Gates. En Londres visitó un centro comunitario conocido como  Toynbee House que sería emulado por Jane al otro lado del Atlántico.

Trabajadora social
De vuelta a los Estados Unidos, Jane inició su intensa labor social ayudando a los más necesitados en distintos centros de asistencia. En 1889, después de años aprendiendo y colaborando con distintas entidades solidarias, fundó la Hull House de Chicago siguiendo el modelo de la Toynbee House de Londres.

La Hull House se convirtió en uno de los primeros centros de acogida en los que inmigrantes, huérfanos, madres sin recursos y otras personas necesitadas acudían en busca de ayudas básicas y de herramientas sociales para reintegrarse en la sociedad. 

Un año después de la fundación de la Hull House, en 1890, Jane conoció a una mujer llamada Mary Rozet Smith con la que mantuvo una relación sentimental que duró hasta la muerte de Mary. Mantener una relación lésbica a principios del siglo XX no debió ser nada fácil para Jane y Mary. Pero ellas, lejos de rendirse, continuaron su tarea social en defensa, también, de los derechos de las mujeres. En este sentido, Jane formaría parte activa de los movimientos sufragistas femeninos.

Pacifista en tiempos de guerra
Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Jane se volcó en la defensa de la paz y fundó en 1915 la Liga Internacional de Mujeres para la Paz y la Libertad. En este contexto se declaró abiertamente en contra de la participación estadounidense en la Gran Guerra. Su defensa de la paz atrajo a muchas personas, sobre todo mujeres, que se agolpaban allá donde Jane celebraba una conferencia o una clase en alguna universidad. Sus ideas fueron plasmadas también en diferentes artículos y libros como Democracia y ética social (1902) y Paz y pan en tiempos de guerra (1922).

Su incansable trabajo en favor de los más desfavorecidos y en defensa de la paz le valieron ser galardonada con el prestigioso Premio Nobel de la Paz que recibió en 1931 junto con el político estadounidense Nicholas Murray Butler.

Jane Addams fallecía pocos años después, el 21 de mayo de 1935.

La vampiresa muda, Louise Brooks (1906-1985)

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En los tiempos gloriosos del cine mudo, una actriz brilló con luz propia, creó tendencias estéticas y escandalizó con sus papeles. Louise Brooks fue una de las estrellas del cine mudo que se negó a adaptarse al cine sonoro cuando este invadió los platós de Hollywood. Rebelde y fiel a sus ideas artísticas, Louise marchó a Alemania donde intentó mantener vivo el antiguo cine sin palabras. Relegada del mundo hollywoodiense, Louise pasó el resto de su vida intentando reflotar sin éxito su carrera. No había querido adaptarse a los nuevos tiempos y eso le costó caro. Aun así, en los años cincuenta, Francia la redescubrió y la convirtió en una artista de culto.

Una niña que quería ser artista
Joan Geraldine Bennett nació el 14 de noviembre de 1906 en Kansas, Estados Unidos. Su padre, Leonard Bennett, era abogado, y su madre Myra era una mujer amante del arte y la cultura que tocaba el piano siempre que podía. Joan creció rodeada de tres hermanos, dos chicos y una chica. 

Posiblemente influenciada por el amor de su madre al mundo de la cultura, Joan supo desde bien jovencita que quería ser artista. Sus primeros pasos en el mundo del espectáculo los dio en una compañía de danza moderna y posteriormente como bailarina en las Ziegfeld Follies de Broadway. Fue entonces cuando profesionales de la Paramount la descubrieron.

De Hollywood a Alemania
Su primera película en Hollywood, donde adoptó el nombre artístico de Louise Brooks, se estrenó en 1925 y se titulaba The Street Of Forgotten Men. A partir de entonces empezó a interpretar papeles protagonistas y a codearse con la alta sociedad hollywoodiense. Su peinado, con el pelo corto, llegó a crear tendencia y muchas mujeres la imitaron.



Con la llegada del cine sonoro, Louise se negó a dejar el cine mudo. Así que decidió marchar a Alemania donde rodó varias películas mudas a las órdenes del director expresionista Georg Wilhelm Pabst. Su mayor éxito fue La Caja de Pandora, estrenada en 1928. Con su papel de la vampiresa Lulú se convertía en un mito aunque también provocó un gran escándalo por su contenido sexual. Aunque, a pesar del revuelo provocado por esta y otras películas de Pabst, el cine sonoro eclipsó por completo las pocas películas mudas que aun se resistían.

Cuando Louise Brooks volvió a Hollywood, ya nada volvió a ser como antes. Después de actuar en algunos títulos sin importancia, en 1938, con un western al lado de Jonh Wayne, se despedía definitivamente de la gran pantalla.

Actriz de culto
Retirada del cine y divorciada por dos veces, una del director A. Edward Sutherland, con el que se había casado en 1926 y otra del bailarín Deering Davis, con el que se casó en 1933, Louise intentó abrir sin éxito una escuela de baile y llegó a escribir una autobiografía.

Años después, cuando parecía que había sido olvidada por el mundo, unos historiadores del cine franceses redescubrieron su carrera en el cine mudo. Una retrospectiva de su filmografía en la Filmoteca Francesa reavivó su imagen y animó a otros cineastas a organizar retrospectivas en los Estados Unidos, lo que le valió la posibilidad de dedicarse durante unos años a escribir sobre la época del cine mudo, convertida en actriz de culto.

En 1965 su imagen fue incluso utilizada por el dibujante italiano Guido Crepax para crear el cómic Valentina.

Los últimos años de su vida los pasó sola y sufriendo constantes problemas con el alcohol, dependencia que había arrastrado toda su vida. Fallecía el 8 de agosto de 1985 de un ataque al corazón.

Entre las letras y el hogar, Sigrid Undset (1882-1949)

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Sigrid Undset, escritora danesa del siglo pasado, encarnó a la mujer, madre y profesional que tuvo que luchar por poder encajar estas facetas tan distintas. En aquellos años en los que la mujer empezaba a emanciparse, profesionalizarse y querer dedicarse, también, a otras cosas que no fueran solamente convertirse en esposa y madre, Sigrid demostró al mundo que era posible. De día era madre para convertirse en una escritora de talento por las noches. Su reconocimiento con el Premio Nobel de Literatura así lo corroboró. Con todo, la vida de Sigrid no fue un camino de rosas. 

El sueño roto
Sigrid Undset nació el 20 de mayo de 1882 en Kalundborg, Dinamarca, aunque su familia se trasladó a vivir a Noruega siendo una niña de dos años. Era muy pequeña cuando su padre, Ingvald Undset, un reputado arqueólogo, fallecía, dejando a la familia de Sigrid en una precaria situación económica. 

Apasionada de la historia como su padre, Sigrid, con dieciséis años, tuvo que abandonar sus estudios y trabajar como secretaria para ayudar a su madre a sacar adelante la familia. Ya entonces pasaba horas por las noches leyendo y escribiendo. 

Un triste matrimonio
Sigrid Undset viajó a Roma para aprender del arte italiano. Allí conoció a Anders Castus Svarstad, un pintor noruego con el que se casó tiempo después. Sigrid se tomó entonces de bruces con la realidad de las mujeres de su tiempo. Dependía de su marido y su vida personal y profesional no se podía desarrollar más allá de la influencia de su esposo. Así, cuando Sigrid tuvo al primero de sus cinco hijos tuvo que dejar la pintura y dedicarse únicamente a su faceta maternal. Después de años de matrimonio opresivo, Sigrid tomó una seria determinación y se divorció de Anders. 

Madre y escritora
Decidida a demostrarle al mundo y a sí misma que era capaz de cuidar de sus hijos y ser escritora continuó su vida como ya hiciera cuando trabajaba como secretaria. Cuidaba a sus hijos durante el día y por la noche escribía. Su nueva situación la llevó también a ser más consciente de los problemas que se les planteaban a las mujeres modernas de aquellos primeros años del siglo XX por lo que se implicó activamente en movimientos sociales y políticos en favor de los derechos de la mujer.



Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial marchó a los Estados Unidos donde también colaboró de manera muy intensa con los movimientos en contra del nazismo.

Un trabajo reconocido
Sigrid Undset publicó su primera obra en 1907. La señora Martha Oulie era un libro rompedor en el que se exponía la infidelidad de la mujer en el matrimonio explícitamente. Otras de sus obras planteaban los problemas de las mujeres trabajadoras. Jenny (1911) y Las mujeres sabias (1914) fueron algunos de estos títulos en los que sus protagonistas eran profesionales liberadas de las estructuras sociales y matrimoniales establecidas.

La obra de Sigrid también regresó a cuestiones históricas más antiguas como su famosa trilogía centrada en la Edad Media. La corona (1920), La señora (1921) y La cruz (1922), tres libros que recrean la vida de Kristin Lavransdatter, se convirtieron en un clásico de la literatura noruega y la consagraron como escritora. 

Su carrera literaria llegó a la culminación con el Premio Nobel de Literatura recibido el año 1928. Poco tiempo después se convirtió en la primera mujer en presidir la Sociedad Noruega de autores. 

Sigrid Undset no dejó de escribir. Hasta el final de sus días dedicó su vida a su gran pasión y dio al mundo de la literatura grandes obras como las novelas La esposa fiel (1936) y Madame Dorothea (1939), una autobiografía (1934) o una biografía de Catalina de Siena, publicada después de su muerte

Sigrid fallecía el 10 de junio de 1949 en la ciudad noruega de Lillehammer. 

La reina sanguinaria, María Tudor (1516-1558)

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María Tudor reinó en Inglaterra como María I durante unos escasos cinco años. En esos años el pueblo pasó de ensalzarla a condenarla para siempre. No lo tuvo fácil. Educada en un ferviente catolicismo por su madre, Catalina de Aragón, su fe la separaría de sus hermanos a los que apreció y cuidó. Pero sus diferencias confesionales serían una diferencia insalvable entre ellos. Cuando María consiguió subir al trono, después de haber sido deslegitimada varias veces, recondujo a Inglaterra por los caminos de la Roma católica. Sus convicciones religiosas la llevaron a condenar a muerte a casi trescientas personas. Mártires de la iglesia anglicana que sellaron para siempre el apodo con el que la historia protestante no la olvidaría: Bloody Mary (María la Sanguinaria).

La princesa deseada
La llegada al mundo de María, el 18 de febrero de 1516, fue una verdadera alegría para sus padres, los reyes de Inglaterra, que llevaban años intentando tener un hijo. Su padre era Enrique VIII y su madre Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos.

María era una niña enfermiza pero muy inteligente que pasó una infancia tranquila en la que recibió una educación exquisita de los principales eruditos de su tiempo, entre ellos Luis Vives, Tomás Moro o Erasmo de Rotterdam. María se convirtió pronto en una princesa adorada por todos, sobretodo por su padre.

La princesa repudiada
Pero pronto la falta de un heredero varón y el enamoramiento de Enrique hacia la hermosa dama de la corte Ana Bolena, trastocó los cimientos de Inglaterra, de su religión, de la casa real y de la propia María.

Angustiado por no tener un hijo legítimo varón, Enrique VIII empezó a distanciarse de su esposa y después de varios amoríos y un niño habido de su amante Elizabeth Blount, se enamoró perdidamente de Ana Bolena. Corría el año 1526 y empezaban malos tiempos para Catalina y su hija la entonces Princesa de Gales. Enrique inició una campaña de desprestigio contra su esposa intentando encontrar una razón de peso que le diera la nulidad matrimonial para así casarse con Ana e intentar tener el ansiado heredero varón.

Pero ni Catalina ni la curia de Roma, demasiado cercana al poderoso emperador Carlos V, primo carnal de la reina, le pusieron las cosas fáciles a Enrique. Aunque este no dudó en tirar por la vía rápida y hacer uso de sus poderes como rey. En noviembre de 1534 firmaba el Acta de Supremacía según la cual el rey se erigía como cabeza de la iglesia anglicana y como tal podía decidir sobre la nulidad de su propio matrimonio. Catalina era abandonada y su hija despojada de sus títulos de princesa heredera.

La reina amada
Lady María, como entonces se la llamaba, pasó a formar parte del séquito de damas de compañía de la pequeña Isabel, la hija de su padre y su nueva esposa Ana. Pero la victoria de Ana Bolena sobre Catalina duró poco. Ella tampoco pudo darle a Enrique en ansiado varón y el 19 de mayo de 1536 era decapitada acusada de adulterio. Isabel se sumaba con María a la lista de hijas desheredadas y pasaba a llamarse también Lady.

La tercera esposa de Enrique VIII, Juana Seymour, con la que se casó poco tiempo después de morir Ana, sí que le dio por fin un hijo. Pasado el tiempo y varias mujeres más en la vida del rey inglés, Enrique firmaba en 1544 el Acta de Sucesión según el cual, tanto María como Isabel, volvían a incluirse en la línea de sucesión al trono detrás de su hermanastro Eduardo. Cuando tres años después fallecía Enrique VIII, su hijo era coronado como Eduardo VI.

Como Eduardo era menor de edad, los primeros años de su reinado estuvieron liderados por un consejo de regencia de mayoría protestante. Pero la estabilidad política que parecía traer el nuevo rey pronto se esfumó al dar muestras de tener una salud de lo más precaria. Después de varias enfermedades breves, Eduardo VI moriría de tuberculosis en 1553.

Conscientes de que la siguiente en la línea sucesoria era María, devota y ferviente católica, el consejo de regencia empezó a buscar un posible heredero. Si excluían a María por razones de ilegitimidad, Isabel tampoco podría ser reina.

Antes de morir, John Dudley, duque de Northumberland, consiguió persuadir a Eduardo para que excluyera a sus hermanastras de la línea sucesoria. Dudley consiguió también colocar a su nuera como heredera del rey. Lady Jane Grey, prima de Eduardo, estaba casada con su hijo Guilford, al que el duque ya veía como nuevo rey de Inglaterra.

Lo que Dudley no calibró fue el poder de atracción popular que arrastraría, al menos en un primer momento, la princesa heredera legítima según el Acta de Sucesión de 1544. Muerto Eduardo VI ascendía al trono Jane, proclamada reina el 10 de julio de 1553.

El sueño de Dudley y la nueva reina pronto se difuminó. Los apoyos recogidos meses atrás desaparecieron pronto. María volvía triunfal a Londres donde lo primero que hizo fue encarcelar y condenar a muerte a los traidores.

Aclamada por el pueblo, María Tudor era coronada como reina de Inglaterra el 1 de octubre de 1553.

La reina odiada
La popularidad de María duró poco, sin embargo. Su matrimonio con el que se iba a convertir en rey de España y su rápida revocación de todas las leyes a favor del protestantismo fueron dos decisiones claves que el reino no aceptó en absoluto.

El 30 de noviembre de 1554, apoyada por el cardenal Reginald Pole, María reinstauraba el dominio eclesiástico de Roma sobre Inglaterra. La fe de María fue aún más lejos y no dudó en condenar por razones religiosas a casi trescientas personas. Los 284 mártires que según John Foxe fueron ejecutados por orden de María, fueron razón suficiente para que la historia protestante la recodara desde ese momento como María la sanguinaria.

Su boda con Felipe de España no mejoraría su popularidad entre los ingleses. María tenía entonces 37 años y su primo, unos diez años menor, el entonces aún príncipe, había quedado viudo de su primera esposa María Manuela de Portugal. María deseaba con todas sus fuerzas engendrar un heredero que desbancara a su medio hermana Isabel de la línea sucesoria y evitar así que otro monarca protestante volviera a reinar en Inglaterra. Pero al margen de un atisbo de embarazo que no pasó de ser una simple retención de líquidos, los nuevos reyes no tuvieron descendencia. 

A pesar de que el poder de Felipe sobre la corona inglesa quedaba muy limitado, cuando Carlos V abdicaba y el príncipe de la casa de Austria se convertía en rey de España como Felipe II, su política exterior contraria a Francia puso en una complicada situación la política exterior inglesa. 

María Tudor fallecía el 17 de noviembre de 1558 en el Palacio de Saint James. Fue enterrada en la Abadía de Westminster. Años después descansaría a su lado su hermanastra Isabel quien la sucedió en el trono reinstaurando el protestantismo. 

La novia del viento, Alma Mahler (1879-1964)

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La historia de Alma Mahler es la historia de una mujer apasionada y apasionante que quiso desarrollar su arte pero terminó siendo solamente la musa de grandes artistas. En la Europa de principios del siglo XX en la que la pintura, la música y el arte en general vivieron un tiempo de gran creatividad, Alma sacrificó su talento para vivir al lado de grandes genios. Pero la sumisión duró poco en un espíritu libre como era Alma. Se casó en varias ocasiones, se divorció otras tantas, tuvo hijos a los que vio morir en una constante maldición, tuvo amantes artistas, músicos, científicos e incluso religiosos. Una vida diferente a la del resto de mortales. Pero una vida que no le dio la verdadera felicidad.

La señora Mahler
Alma Marie Schindler nació el 31 de agosto de 1879 en Viena. Era hija del pintor Emil Jakob Schindler y su esposa Anna von Bergen. Alma tuvo una infancia feliz ensombrecida por la muerte de su padre cuando era una jovencita de doce años. Su madre se volvió a casar con otro artista, Carl Moll, que había sido discípulo de su difunto esposo. 

En la casa familiar, Alma respiró siempre un ambiente artístico, gracias a las constantes visitas de los amigos de sus padres. 

Cuando Alma se casó con el compositor Gustav Mahler el 9 de marzo de 1902, ya había tenido varios romances con artistas como el pintor Gustav Klimt, el compositor Alexander von Zemlinsky o el director de teatro Max Burckhard.

Mahler, veinte años mayor que Alma, amaba a su esposa y admiraba su talento como compositora, pero antepuso sus intereses como esposo y obligó a Alma a abandonar cualquier actividad creativa para centrarse exclusivamente en sus tareas domésticas. 

Alma y Gustav tuvieron dos hijas, María, que moriría con tan sólo cinco años, y Anna, quien se convertiría en escultora. Los primeros años de matrimonio, el único contacto que tuvo Alma con el mundo de la música fue en su papel como copista y lectora de las obras que componía su esposo. Pero Alma pronto se cansaría de esta situación.

En el verano de 1910 Alma dejó a su marido en Toblach para que continuara trabajando en sus composiciones y se marchó una temporada al balneario de Tobelbad donde intentaría reponerse de la dramática pérdida de su hija, hecho que la había sumido en una depresión. Allí vivió un idilio con Walter Gropius, un joven y prometedor arquitecto que con el tiempo fundaría la Bauhaus. Cuando Mahler descubrió el engaño de su mujer quedó muy afectado e intentó recuperarla dejándole más libertad artística. Pero ya era tarde.

La señora Gropius
Cuando terminó su relación con Gropius, Alma inició una nueva relación, esta vez con el pintor Oscar Kokoscha. Alma fue inmortalizada por el artista en "La novia del viento". Pero el amor apasionado terminó y Kokoscha acabó tan trastocado que decidió hacerse una muñeca a imagen y semejanza de su amor perdido. 


La novia del viento | Kokoscha

Las locuras de Oskar no dejaron indiferente a Alma quien se volvió a refugiar en su antiguo amante Gropius. Con Walter se casaría en 1915. Gustav Mahler había muerto en 1911. La hija que tuvieron en común, Manon, moriría con dieciocho años de poliomielitis.

Antes de volverse a casar, Alma tuvo una relación, también tortuosa, con el biólogo Paul Kammerer, del que se dice que acabó tan trastocado por la atracción que sentía por Alma que la amenazó con pegarse un tiro sobre la tumba de Mahler. Otras voces la acusaron de haber boicoteado alguno de los experimentos científicos de Kammerer. 

Estando casada con Gropius, Alma tuvo un amante, el novelista Franz Werfel, con el que tuvo un niño que también murió prematuramente. 

La señora Werfel
En 1920 Alma se divorciaba y se volvía a casar con su amante Franz. También fue infiel a Werfel, esta vez con un sacerdote, Johannes Hollnsteiner. 

Cuando en 1938 Alemania invadía Austria y hacía efectiva la anexión, Alma y Franz huyeron a Francia donde no permanecieron demasiado tiempo. Los orígenes judíos de Werfel les obligó a escapar de la Francia ocupada e instalarse en Nueva York. 

Alma se quedaba viuda en 1945. Durante el tiempo que vivió sola en Nueva York se convirtió en una celebridad. En aquellos años publicó parte de las cartas de su primer marido y sus propias memorias, bajo el título Mein Leben (El puente es el amor). 

Al final de sus días, Alma Mahler había amado a una larga lista de hombres, había sido madre, perdiendo a casi todos sus hijos, y había intentado ser compositora. Hermosa y atrayente, Alma enamoró a muchos hombres pero al final estuvo siempre sola. Su talento estuvo siempre ahogado a la sombra de sus amantes a los que inspiró grandes obras. 

Alma Mahler fallecía con 85 años, el 11 de diciembre de 1964.

 Si quieres leer sobre ella 

Alma Mahler: la novia del vientoSusanne Keegan
Género: Ensayo





Mi vida, Alma Mahler-Werfel
Género: Ensayo








 Películas que hablan de ella 


La novia del viento

La santa visionaria, Santa Isabel de Schönau (1126-1164)

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Santa Isabel de Schönau se incluye en una larga lista de mujeres que durante la Edad Media tuvieron profundas visiones y experimentaron éxtasis místicos. Situaciones que describieron en forma de poemas o de libros. Monja alemana, Santa Isabel mantuvo correspondencia con la gran abadesa de Bingen, Hildegarda, en la que se inspiró para escribir su obra, El libro de los caminos de Dios. No está canonizada por la iglesia católica pero fue incluida en el martirologio romano y la tradición la reconoce como santa.

Isabel de Schönau nació el año 1126 en la diócesis de Tréveris, en Alemania en el seno de una familia noble. Fue educada en un monasterio benedictino doble, masculino y femenino, de Schönau, cerca de Bonn. Ya nunca abandonaría sus muros. En 1147 hizo votos y se convirtió en monja.

La vida de Isabel fue una vida de piedad y sacrificio. Volcada en la vida monástica, a pesar de su frágil complexión física y de su salud, no sólo ayudaba en las tareas diarias sino que se infligía distintos tipos de mortificaciones. 

Pronto empezó a tener visiones y a experimentar momentos de éxtasis, experiencias místicas que inmortalizaría su hermano Egberto, monje y con el tiempo abad del mismo monasterio doble en el que residía Isabel. 

Contemporánea de Hildegarda de Bingen, con la que mantuvo una relación epistolar, Isabel muy posiblemente se inspiraría en el famoso Scivias de la abadesa para escribir su obra El libro de los caminos de Dios

Isabel de Schönau siguió escribiendo, esta vez una obra dedicada a Santa Úrsula.

Desde 1157 fue superiora del convento en el que vivió y murió el 18 de junio de 1164.

Hasta el momento no se ha beatificado a Isabel de Schönau y existen muchas voces que dudan tanto de sus visiones como de la autoría de sus obras escritas atribuidas en gran medida a su hermano. Aun así, la Iglesia Católica nunca a desautorizado su culto.

La mujer supersónica, Jacqueline Cochran (1906-1980)

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Los datos que rodean la carrera como piloto de aviación de Jacqueline Cochran son espectaculares. Primera mujer en romper la barrera del sonido, en aterrizar y despegar de un portaaviones, en pilotar un bombardero a través del atlántico… y muchos otros logros que convirtieron a una joven aprendiz de esteticién en uno de los nombres propios más importantes de la historia de la aviación. Ambiciosa e inteligente, tuvo un importante papel en la Segunda Guerra Mundial e influyó también en la carrera política del que se convertiría en el trigésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower.

Una infancia olvidada
Bessie Lee Pittman era el nombre real de Jacqueline Cochran. Nació el 11 de mayo de 1906 en Florida en el seno de una humilde familia. La más pequeña de los cinco hijos de Mary e Ira Pittman, tuvo una infancia difícil. Su padre era carpintero por lo que su sueldo no llegaba a mantener a su amplia familia. Así, Bessie empezó a trabajar con tan sólo seis años de edad en distintas tareas. 

Fueron posiblemente esos primeros años difíciles los que la llevarían en un futuro a negar sus orígenes e inventar una infancia distinta como niña adoptada. Aun así, nunca se olvidó de su familia a los que acogió y ayudó económicamente siempre que tuvo ocasión.

Bessie se casó por primera vez el 13 de noviembre de 1920, siendo muy joven. El marido, Robert Cochran, era mecánico de la base naval de Pensacola. Aquel primer matrimonio terminó tristemente con el fallecimiento de su hijo con cinco años y un posterior divorcio.

La empresaria de cosméticos
Entonces convertida en Jackie Cochran, nombre que adoptaría hasta su muerte, tuvo que buscarse de nuevo la vida trabajando como peluquera en Pensacola hasta que decidió mudarse a Nueva York donde consiguió un empleo en el Saks Fifth Avenue, uno de los salones de belleza más importantes de la gran manzana.

Situada en Nueva York, Jackie conocó a Floyd Bostwick Odlum, empresario considerado como uno de los diez hombres más ricos del mundo en aquellos años. A pesar de ser catorce años mayor que ella, Odlum se enamoró de Jackie. Antes de contraer matrimonio en 1936, el rico empresario ayudó a la joven a iniciar un negocio propio de cosméticos.

Fue durante aquellos primeros años como empresaria cuando Jacqueline descubriría su verdadera pasión. Cuando Odlum le propuso la original idea de que fuera ella misma la que pilotara un avión anunciando su propia línea de cosméticos, por cierto llamada Wings (alas), Jacqueline no se lo pensó dos veces. En pocas semanas había aprendido a dominar una aeronave.



La mujer piloto
Desde entonces y hasta que se retirara de la vida pública, Jacqueline Cochran no dejó de volar y de superarse a ella misma y a todos cuantos la habían precedido. Ya en 1938 recibió el reconocimiento de ser la mejor mujer piloto de los Estados Unidos. No en vano había ganado la Bendix Race, competición en la que el año anterior se había enfrentado solamente con hombres. Habían sido ella y otra gran piloto, Amelia Earhart quienes lucharon para que las mujeres pudieran participar en dicha carrera.

Piloto en la guerra
Iniciada la Segunda Guerra Mundial, Jacqueline se implicó en la colaboración estadounidense con Gran Bretaña. En ese sentido, formó parte de una organización llamada Wings for Britain, Alas por Bretaña, encargada de transportar aeronaves construidas en Norteamérica hasta Gran Bretaña. Se convertía así en la primera mujer en volar un bombardero a través del Atlántico.

Cuando Estados Unidos entró en guerra, Jacqueline no dudó en proponer a la entonces primera dama Eleanor Roosevelt la creación de una división aérea femenina que se encargara de los vuelos domésticos no combativos para que todos los pilotos posibles pudieran entrar en combate solucionando así el problema de la escasez de pilotos.

Su duro trabajo tuvo como compensación la creación de la Women Airforce Service Pilots (WASP), organización de dirigió desde el primer momento y que tenía como objetivo la formación y entrenamiento de mujeres piloto.

Rompiendo la barrera del sonido
Terminada la guerra, Jacqueline no dejó de volar ni de superarse a sí misma. Cochran superaba la barrera del sonido y se convertía en la primera mujer en volar un jet a través del océano y en la primera mujer en aterrizar a ciegas, entre otros muchos récords.


Del cielo a la política
Al margen de su vida como piloto, Jacqueline Cochran era una republicana convencida que ayudó en la carrera presidencial del entonces general Eisenhower. Fue sin embargo su propia carrera como congresista la que no llegó a buen término. Posiblemente el único hito que se propuso y que no consiguió.

Por la igualdad en las alturas
A pesar de todo, Jacqueline Cochran siguió volando hasta 1967. Durante todos esos años no dejó de batir récords de velocidad y de abrir el camino de la aviación a otras mujeres apasionadas por volar. También la primera mujer en convertirse en presidenta de la Federación Aeronáutica Internacional, Jacqueline trabajó de manera incansable por la igualdad de hombres y mujeres en el mundo de la aviación.

Retirada en su rancho de California junto a su segundo marido, Jacqueline Cochran fallecía el 9 de agosto de 1980.

La dama de los derechos raciales, Rosa Parks (1913-2005)

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Muchos años después de la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, la igualdad racial no se había conseguido aún a principios del siglo XX. Los negros vivían en guetos y debían seguir estrictas normas en los lugares públicos. Muchas personas llevaban tiempo luchando contra todas aquellas injusticias. Pero Rosa Parks se convirtió en un símbolo y un icono de aquella batalla contra la desigualdad racial al negarse a ceder su asiento a un hombre blanco en el autobús.

La niña negra que iba a pie al colegio
Rosa Louise McCauley nació en Tuskegee, Alabama, el 4 de febrero de 1913. Su madre, Leona, era profesora, y su padre, James, carpintero. Rosa fue una niña de complexión débil que tuvo que sufrir la separación de sus padres cuando era muy pequeña.

Rosa se crió en la granja de sus abuelos maternos donde se trasladó con su madre y su hermano pequeño. Hasta los once años estudió en una escuela rural y más tarde ingresó en la Escuela Industrial para Chicas de Montgomery. La mala salud de su abuela y su madre la obligaron a dejar los estudios. Aun así, en los años en los que asistió a la escuela ya fue testigo de la discriminación racial. Mientras los niños blancos podían ir al colegio en autobús, los niños negros debían hacerlo a pie.

En aquellos años de su infancia fue también testigo de algunos de los actos racistas perpetrados por el Ku Kux Klan.

La chica negra que terminó el instituto
En 1932 rosa se casó con un peluquero de Montgomey implicado en distintos actos reivindicativos en favor de los derechos de los negros. Un año después, siendo ya la señora Parks, Rosa consiguió reemprender y terminar sus estudios en el instituto, algo realmente extraordinario pues muy pocos chicos de color, y menos si eran mujeres, llegaban a estudiar.

Una década después, en 1943, Rosa empezó a trabajar activamente en movimientos en favor de los derechos civiles hasta el punto de ser elegida secretaria en Montgomery de la NAACP, Asociación Nacional por el avance de las personas de color. 




La mujer negra que no cedió su lugar a un blanco
Fue en aquellos años de activo trabajo en la NAACP cuando tuvo lugar el incidente que la haría famosa. El 1 de diciembre de 1955, en un autobús de Montgomery no cedió su sitio a un hombre blanco tal y como mandaban las leyes raciales. Su negativa a obedecer al chófer del autobús fue motivo de detención por haber alterado el orden público. Tuvo que pagar una multa de catorce dólares.

La detención de Rosa indignó a la comunidad negra de Montgomery donde un pastor baptista llamado Martin Luther King decidió iniciar una protesta en todos los autobuses públicos de la zona. La repercusión de los actos reivindicativos supuso la eliminación de aquella norma de segregar a negros y blancos en los autobuses públicos.

Convertida en un icono de la lucha racial, Rosa y su marido se marcharon a vivir a Detroit donde continuó trabajando hasta su muerte por los derechos de los negros en Estados Unidos.




Su trabajo incansable le valió varios reconocimientos públicos, entre ellos la medalla de oro del Congreso y la medalla Spingarn de la NAACP.

Rosa Parks falleció el 24 de octubre de 2005 en Detroit. Fue la primera mujer cuyos restos fueron honrados en la Rotonda del Capitolio.

La hija del filósofo, Marie le Jars de Gournay (1565-1645)

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Adoptiva y espiritual, pero así, como hija del filósofo Michel de Montaigne fue considerada una de las primeras feministas de la historia, la escritora Marie de Gournay. En un tiempo en el que el humanismo había puesto al hombre en el centro de todo y el individualismo pasó a ser el centro de la reflexión filosófica, las mujeres también empezaron a reclamar para sí ese mismo derecho al individualismo. Sin decirlo muy alto, claro está, pues en aquella época las mujeres aun eran quemadas en la hoguera acusadas de ser brujas. Marie de Gournay fue uno de los primeros eslabones de la cadena que culminaría en los logros feministas de los siglos XIX y XX. Una mujer valiente, por tanto, por haber sido pionera en un mundo plagado aún de supersticiones y misoginia. Su relación profesional con Montaigne fue clave para su carrera como escritora y pensadora. 

La filósofa autodidacta
Marie Le Jars de Gournay nació en París el 6 de octubre de 1565. A pesar de pertenecer a una familia noble, las guerras de religión que asolaron el país en aquellos años los habían sumido en la miseria. La falta de dinero no fue un obstáculo para que la niña inquieta y ávida de saber que a buen seguro era la pequeña Marie aprendiera latín, física, geometría o historia. Lo hizo de manera autodidacta, como, por otro lado, hicieron muchas mujeres de su tiempo. 

La hija adoptiva espiritual
En 1588, cuando Marie tenía veintitrés años, conoció al filósofo Michel de Montaigne. Ella conocía su obra desde hacía tiempo y quedó impresionada ante aquel humanista. Un sentimiento que resultó ser mutuo. Montaigne se convirtió no sólo en admirador de las ideas de Marie sino que la alentó a escribirlas y publicarlas, algo totalmente revolucionario para su tiempo. 

Convertida en su hija adoptiva espiritual, y a pesar de las críticas recibidas por sus ideas acerca de la igualdad de sexos, Marie le Jars escribió, en 1622, Sobre la igualdad de hombres y mujeres. En sus páginas, la escritora defendía algo que se repetiría de manera reiterada en los siglos posteriores, que las mujeres y los hombres sólo se diferencian físicamente y que si las mujeres no estaban capacitadas para abordar cuestiones como la ciencia o la filosofía o la política era simplemente porque se les había vetado el acceso al conocimiento. Tras su primer libro, Marie le Jars escribió un ensayo corto que tampoco estuvo exento de polémica titulado Quejas de las mujeres. Novela y poesía completaron su obra literaria.

Además de su propia obra intelectual, tres años después del fallecimiento de su protector, Marie le Jars publicó en 1595 la tercera edición de los Ensayos de Montaigne.

Marie le Jars nunca se casó. Rompiendo con la tradición, se mantuvo soltera toda su vida y se ganó el sustento gracias a sus escritos y a la ayuda de intelectuales de su tiempo que encontraron en el salón de su casa un lugar de encuentro en el que hablar de filosofía, política o literatura.

En 1626 se publicó su obra completa. Tras su muerte, acaecida el 13 de julio de 1645, fue olvidada. Tendrían que pasar algunos siglos para que las pensadoras feministas, herederas de aquellas pioneras del pensamiento igualitario, despertaran del olvido su vida y su obra. 


 Si quieres leer sobre ella

Mujeres filósofas en la historia
Ingeborg Gleichauf

La última reina, Mariana de Neoburgo (1667-1740)

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Mariana de Neoburgo supuso el epílogo de uno de los capítulos más largos de la historia de España. Dos siglos después de la llegada al poder del emperador Carlos V y de la instauración de la dinastía de los Habsburgo en tierras españolas, la Casa de Austria, en su rama ibérica, desaparecía del mapa con el fallecimiento sin descendencia del desdichado monarca Carlos II. Su viuda, la reina Mariana, fue el último recuerdo de un tiempo glorioso que terminó convirtiéndose en decadente. Como su antecesora, María Luisa de Orleans, no pudo darle un heredero a la corona, no porque no pudiera, sino porque su cónyuge, al que todos llamaban "El Hechizado" fue víctima de las múltiples y aberrantes mezclas consanguíneas. Que Mariana no diera descendencia a la corona no fue óbice para que no ansiara gobernar en su nueva casa. No en vano fue conocida como "El primer ministro del rey".

Hija de una fecunda familia
María Ana del Palatinado-Neoburgo nació el 28 de octubre de 1667 en el Palacio de Benrath, en la ciudad alemana de Düsseldorf. Fue la duodécima hija del elector del Palatinado Felipe Guillermo de Neoburgo y de su esposa, Isabel Amalia de Hesse-Darmstadt.

Mariana pasó su infancia rodeada de sus múltiples hermanos (su madre llegó a dar a luz hasta veintitrés vástagos).

La esperanza del último Austria
Esa amplia fertilidad de su madre fue probablemente una de las razones por las cuales su nombre fue planteado para sustituir a María Luisa de Orleans en el lecho conyugal del rey de España Carlos II. La primera esposa del monarca había muerto en 1689 sin conseguir engendrar un hijo de Carlos, un heredero que urgía para estabilizar la línea sucesoria española. El hecho de ser cuñada del emperador Leopoldo I fue también una importante razón para escoger a una princesa emparentada con la poderosa rama austriaca de los Habsburgo.

Así, el 28 de agosto de 1689 tenía lugar en la ciudad alemana de Ingolstadt, la boda por poderes de Mariana y Carlos. Aunque no fue hasta el 14 de mayo de 1690 cuando ambos contrayentes se encontraron cara a cara por primera vez en el Convento vallisoletano de San Diego.

La esposa gobernanta
Mariana, como ya sufriera su antecesora, no consiguió ser fecundada por el rey. Y como María Luisa, fingió en repetidas ocasiones no sólo un embarazo sino el consecuente aborto de un supuesto heredero. 

Incapaz de conseguir su principal cometido como esposa del rey, Mariana no se quedó relegada en sus aposentos. No sólo intercedió por la elección de su sobrino, el Archiduque Carlos, como posible heredero de "El Hechizado", sino que manejó a su antojo muchos asuntos de gobierno hasta el punto de autonombrarse "primer ministro del rey".

La viuda relegada
Cuando el triste año de 1700 avanzaba inexorablemente y el final de Carlos II se veía cada vez más cercano, éste decretó en su testamento una pensión para su esposa y la elección de un señorío de por vida en el lugar del territorio español que ella deseara. 

Pero desaparecido el último Austria, y con la llegada al trono del primer Borbón, Mariana fue expulsada de la corte de Madrid por Felipe V y relegada a vivir en el sombrío alcázar de Toledo en el que tuvo que pasar muchas privaciones económicas. 

Las constantes cartas que dirigió a algunos miembros de su familia no sirvieron para nada. Tuvo que esperar seis años para que su destino cambiara. Cuando el archiduque Carlos de Austria ocupó Toledo en 1706 y su tía Mariana celebró públicamente su llegada, el rey ultrajado no se olvidó de tal afrenta. Felipe V la desterró tiempo después a Bayona. Algunas voces aseguraron que en el tiempo que estuvo desterrada se casó en secreto y consiguió tener descendencia, demostrando así que el problema de fertilidad no fue suyo, sino del rey. Fuera verdad o no su supuesta maternidad, nunca fue de dominio público.

La reina consiguió volver a España en 1739 gracias a su sobrina Isabel de Farnesio, que se había convertido en la segunda esposa de Felipe V. Mariana se instaló en el Palacio del Infantado de Guadalajara donde falleció poco tiempo después, el 16 de julio de 1740.

Su cuerpo descansa en el Panteón de Infantes de San Lorenzo de El Escorial.

La hija creada, la hija destruida, Hildegart Rodríguez (1914-1933)

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La historia de Hildegart Rodríguez es la historia de una niña víctima de las locuras y paranoias de su madre, una mujer demente que le dio la vida y luego se la quitó. Aurora Rodríguez hizo de Hildegart una niña prodigio a la búsqueda de una raza de seres humanos puros y perfectos. Cuando Hildegart quiso volar del nido, su madre no lo consintió y no dudó con terminar con su vida. Con la vida de su propia hija.

El capricho de la heredera
Hildegart Rodríguez nació el 9 de diciembre de 1914 en Madrid. Su madre, Aurora Rodríguez, es una mujer que pertenecía a una rica familia de Galicia. Cuando Aurora quedó huérfana de padre heredó una importante fortuna familiar. Tenía 35 años y la cabeza repleta de mensajes recibidos de las múltiples lecturas a las que dedicó todo el tiempo que no fue educada de manera convencional. Marx, Nietzsche y, sobretodo, las nuevas ideas sobre la raza y la eugenesia que defendían la creación de seres puros y superiores al resto de la humanidad, calaron hondo en Aurora. 

Su misión en la vida fue entonces engendrar uno de esos seres perfectos. Buscó a un hombre para que la dejara embarazada y se marchó a Madrid donde Hildegart nacería en el invierno de 1914. A pesar de que durante un tiempo el padre pudo visitarla, cuando Aurora vio una posible influencia paterna en la pequeña le prohibió que volviera a verla.

La niña prodigio
Aurora empezó entonces su proyecto de crear una niña perfecta. Aislada del mundo infantil, su madre sometió a Hildegart a una más que estricta educación y vigilancia constante. La primera fase de su aberrante proyecto dio sus frutos. Con tan solo tres años, Hildegart hablaba, sabía leer y escribir y con ocho conocía otras lenguas como el inglés, el francés y el alemán. Con trece años terminó el bachillerato y empezó derecho, carrera de la que se licenció con diecisiete años. Filosofía y letras y medicina fueron otras carreras que también estudió.

En todo este tiempo de estricta educación, Hildegart empezó a ser conocida por su excepcional currículum académico y fue invitada a dar conferencias y a participar activamente en la vida política en las filas del PSOE y del sindicato UGT. 

Implicada en distintos temas sociales, Hildegart ayudó con sus conocimientos y su fama a la iniciativa del doctor Gregorio Marañón de crear la Liga para la Reforma Sexual Española en defensa de la emancipación de la mujer tanto en la educación, la libertad sexual como en la igualdad de derechos. Su monografía sobre la Revolución Sexual llegó a vender ocho mil ejemplares en la capital española en sólo una semana. 

La niña rebelde
Mientras Hildegart crecía, estudiaba y participaba en distintas campañas políticas, la sombra de su madre prevalecía siempre a su lado. Aurora revisaba y controlaba todos los movimientos de su hija a la que dirigía en silencio desde su nacimiento.

Pero era inevitable que tarde o temprano Hildegart quisiera volar libre y cortar de una vez por todas el rígido cordón umbilical que aún le unía involuntariamente a su madre. Su capacidad de trabajo y su fama que ya era internacional la hicieron entrar en contacto con grandes intelectuales del momento. Uno de ellos, el famoso escritor inglés, H.G. Wells, la visitó en Madrid y le propuso que viajara con él a Londres donde le ofrecía un trabajo como su secretaria. 

Ya en distintas ocasiones Hildegart había intentado alejarse de su madre o había empezado a arreglarse e incluso a flirtear con algún chico. Como toda respuesta de su madre, recibía una amenaza de suicidio.

La niña destruida
La proposición de Wells fue posiblemente la que desató la última paranoia de aquella mujer demente. Empezó a creer que una conspiración secreta quería arrebatarle su gran obra, creyendo que todo el tiempo y el esfuerzo invertido en Hildegart iría a parar a otros. 

Ante la disyuntiva de dejar marchar a su hija o continuar agarrándola con fuerza, Aurora no pensó otra cosa que una solución drástica: deshacerse de ella. Ella la había creado, ella la destruiría. Así, el 9 de junio de 1933, cuando Hildegart dormía, Aurora la mató disparándole cuatro tiros a bocajarro.

Terminaba así una truculenta, triste y desdichada historia. 

Aurora Rodríguez fue condenada a veintiséis años de prisión. Durante la Guerra Civil su rastro desaparece en el manicomio de Ciempozuelos.

La historia de Hildegart, una niña del bando perdedor, fue sepultada durante los años de la dictadura. Su triste y dramático final ensombreció la vida prodigiosa de esta mujer.

 Si quieres leer sobre ella 

Mi querida hija Hildegart: Una historia que conmocionó a la España de la Segunda República, Carmen Domingo






La virgen roja, Fernando Arrabal








 Películas que hablan de ella 

Mi hija Hildegart





La condesa de Goya, María Josefa Pimentel y Téllez-Girón (1750-1834)

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En la España ilustrada de finales del XVIII y principios del XIX vivió una mujer que no sólo acumuló una larga lista de títulos nobiliarios sino que fue también una importante mecenas de las artes. Su relación con Francisco de Goya fue muy importante para el desarrollo artístico y profesional del pintor. Fue ella quien encargó obras tan famosas como El Aquelarre. Su palacio de El Capricho fue uno de los legados artísticos más importantes de la España del XIX. No sólo destaca por su belleza sino también por haber sido la cuna del mecenazgo artístico de la condesa - duquesa de Benavente. 

La noble muchacha
María Josefa de la Soledad Alfonso-Pimentel y Téllez-Girón nació en Madrid el 28 de noviembre de 1752. Fue la única hija de Francisco de Borja Alfonso-Pimentel Vigil de Quiñones y de María Faustina Téllez-Girón. Su padre era conde-duque de Benavente, título que heredaría María Josefa, y su madre era hija del duque de Osuna.

Tras la muerte de su padre en 1763 y después de haber perdido a sus hermanos, María Josefa quedó como la única heredera del título nobiliario de la familia. Título que no sería el único pues sobre su persona recayeron por herencia los de la casa de Pimentel, Zúñiga o Béjar entre otros. 

A la larga lista de títulos nobiliarios heredados por María Josefa se unió en de duquesa de Osuna al casarse con su primo Pedro Alcántara Téllez-Girón y Pachecho en 1771.

La madre abnegada
La condesa-duquesa de Benavente fue una mujer deseosa de convertirse en madre. A pesar de que tuvo muchos embarazos, la pérdida de algunos de sus pequeños ya fuera por abortos espontáneos o por fallecimientos prematuros fue muy sentida por María Josefa. A diferencia de otras damas de su mismo rango, la condesa-duquesa no dudó en estar siempre que pudiera cerca de sus hijos y supervisar su educación personalmente. 

La mecenas admirada
Después de algún traslado esporádico por razones de trabajo de su esposo, María Josefa vivió junto a su marido el duque de Osuna en una casa en la Cuesta de la Vega. Ya fuera por encontrarse cercana al Palacio Real o simplemente por su exquisitez en la decoración y su perfección como anfitriona, la condesa-duquesa pronto convirtió su hogar en un punto ineludible de reunión de la sociedad madrileña en el que se encontraban tanto personas de la alta aristocracia como intelectuales y artistas. 

Y es que María Josefa era una amante de la cultura que gustaba de rodearse de pintores y literatos como Goya o Moratín a los que protegió y promocionó en la corte siempre que pudo. 

En el año 1783 decidió construir a las afueras de la capital un palacio decorado por sus amados pintores y que albergaría una amplísima biblioteca. Mi capricho fue el nombre escogido por la condesa-duquesa para aquel hermoso lugar rodeado de jardines adornados de templetes y plantas exóticas. 


Palacio El Capricho


La esposa fiel
En 1798 el rey Carlos IV nombró a su marido embajador en Viena, un cargo que su esposa aceptó con fiel resignación acompañándolo junto a sus cinco hijos. Dos años después deberían volver a España desde París donde estuvieron largo tiempo esperando poder atravesar la frontera, por causa de una enfermedad del duque de Osuna quien fallecería en 1807. 

Durante los siguientes veintisiete años, la condesa - duquesa de Benavente vivió dedicada a sus artistas, al mecenazgo y a la supervisión del futuro de sus hijos. 

El 5 de octubre de 1835, María Josefa fallecía en su casa de la Puerta de la Vega. Los retratos que Goya le hizo a ella y a su familia así como todas las obras que encargó al gran pintor para su palacio El capricho son su mayor legado.

 Si quieres leer sobre ella

Capricho, Almudena de Arteaga
Género: Novela histórica

Luchando por votar, Susan B. Anthony (1820-1906)

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El sufragismo femenino fue uno de los movimientos reivindicativos más trascendentales de la historia de los últimos siglos. Muchas mujeres vieron el derecho al voto masculino como algo discriminatorio hacia ellas, ciudadanas que deberían tener sus mismos derechos. Durante todo el siglo XIX y parte del XX fueron muchas las que en distintos puntos del planeta decidieron organizarse para conseguir el derecho al voto. Una de ellas fue la norteamericana Susan Brownell, una mujer de origen cuáquero que dedicó toda su vida a reivindicar los derechos femeninos. A pesar de que murió catorce años antes de ver cumplido su sueño, la labor de Susan, como la de muchas de sus compañeras, no fue en vano.

Formación sobria y estricta
Susan Brownell Anthony nació el 15 de febrero de 1820 en Adams, Massachusetts, en el seno de una familia de cuáqueros con tendencias liberales. Sus padres, Daniel Anthony y Lucy Read tuvieron siete hijos, a los que educaron en la importancia del trabajo duro y la vida sencilla así como en los valores de la libertad y los derechos humanos. Tanto su padre como algunos de sus hermanos fueron activos luchadores contra la esclavitud.

Susan tenía seis años cuando se trasladó con su familia a vivir a Battensville, en Nueva York donde estudió en una escuela local que abandonó por las quejas de sus responsables a causa de su condición femenina. Su padre decidió entonces que fuera educada en la colegio que él mismo había fundado. Después de estudiar pedagogía en una internado femenino cuáquero de Filadelfia y en un colegio de señoritas neoyorquino, Susan empezó a trabajar como maestra, profesión que ejerció hasta que cumplió los treinta años. 

Los inicios de su reivindicación femenina
Susan B. Anthony vivió desde su infancia en un ambiente reivindicativo y de activismo político que terminó calando en sus propios ideales. Su primera incursión en las organizaciones reivindicativas de aquellos años fue en 1848 cuando se unió a un movimiento en contra del alcoholismo. Ya entonces, Susan se dio cuenta de que por el hecho de ser mujer, a pesar de participar en un movimiento liberal, tenía muchas trabas. Por ello decidió crear la Sociedad Femenina pro Temperancia del Estado de Nueva York, la primera organización femenina en la que participó.

Ya desde ese momento empezó a distanciarse de las creencias cuáqueras así como de cualquier otra creencia religiosa.

La revolución de Anthony y Stanton
Susan con Elisabeth C. Stanton
En 1851, Susan conoció a Elisabeth Cady Stanton, una de las figuras del feminismo más destacadas del momento. Tres años antes había dirigido la primera convención en favor de los derechos de la mujer en Séneca Falls. Desde entonces, Susan y Elisabeth se hicieron inseparables en la lucha por el sufragio femenino y los derechos civiles y sociales de las mujeres. 

Susan no se olvidó de las reivindicaciones abolicionistas que había conocido en el seno de su propia familia. Así, en 1863 fundó la Liga de Mujeres Leales que defendía la liberación de los esclavos durante la terrible Guerra de Secesión iniciada en 1861. 

En 1868, Susan y Elisabeth iniciaron una nueva vía reivindicativa con la publicación de un semanario feminista que llevaba como título The Revolution. Durante dos años, el semanario se convirtió en el punto de reflexión sobre distintas cuestiones relacionadas con los derechos de las mujeres.

Cuando en 1872 se concedió el derecho al voto a los varones negros, Susan inició una campaña reivindicativa reclamando esos mismos derechos para las mujeres. Susan fue detenida al liderar una manifestación de mujeres que exigía ante las urnas su derecho a votar. Se celebraban las elecciones presidenciales y Susan no dudó en votar contraviniendo las leyes del estado.

Su detención supuso un exponencial aumento de su popularidad que aprovechó al máximo. A la espera de ser juzgada, Susan viajó por todo el país dando a conocer sus reivindicaciones. El juicio contra ella supuso una multa por violación de la ley electoral que se negó a pagar.

Feminismo internacional
En 1883 Susan B. Anthony viajó a Europa para conocer de primera mano las organizaciones feministas del viejo continente con el fin de ampliar a la esfera internacional sus reivindicaciones sufragistas. Y lo consiguió cinco años después cuando, durante la celebración en Washington del aniversario de la Convención de Séneca Falls, se fundó el Consejo Internacional de Mujeres, conformado por grupos feministas de 48 países. 



Susan ocupó otros cargos dentro de los movimientos sufragistas a lo largo de su vida, entre ellos el de presidenta de la Asociación Nacional Americana pro Sufragio Femenino. También participó en la creación de otros organismos como la Alianza Internacional pro Sufragio Femenino.

Susna B. Anthony dedicó toda su vida a luchar en favor de los derechos de las mujeres. Fallecida el 13 de marzo de 1906, con 86 años de edad aquejada de una enfermedad del corazón y neumonía, no pudo ver cumplido su sueño en ver aprobado el sufragio femenino, hecho que sucedió en 1920. Aun así, nadie duda de la gran aportación que mujeres como ella hicieron en el seno del feminismo y el sufragismo.


 Si quieres leer sobre ella

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