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La reina amada, Luisa de Mecklemburgo-Strelitz (1776-1810)

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La vida de la reina de Prusia, Luisa de Mecklemburgo fue breve pero dejó una profunda impronta en el corazón de su familia, de su reino y de muchos lugares europeos. Luisa de Mecklemburgo fue una mujer bondadosa, entregada a los más necesitados, con un corazón fuerte y una destacada determinación, carácter que fue de gran ayuda para su esposo, el siempre dubitativo Federico Guillermo III de Prusia. La reina Luisa fue madre de un rey, un emperador y una zarina; fue una asesora política de su país en la sombra y llegó a medirse ante la entonces principal amenaza de Europa, Napoleón Bonaparte. 

La princesa huérfana
Luisa Augusta Guillermina Amalia de Mecklemburgo-Strelitz nació el 10 de marzo de 1776 en el Electorado de Brunswick-Lüneburg, en Hannover. Luisa era hija del príncipe alemán Carlos II de Mecklemburgo-Strelitz y la landgravina Federica de Hesse-Darmstadt.

La infancia de Luisa transcurrió alejada de la corte, pues cuando nació, su padre aún no se había convertido en duque, hecho que sucedería en 1794 a la muerte de su hermano. Luisa era la cuarta de seis hijos, que fueron educados por una gobernanta llamada Fräulein von Wolzogen. Los años felices se vieron truncados cuando Luisa tenía apenas seis años y su madre fallecía a causa del enésimo parto. Aquel hecho marcó para siempre el carácter de Luisa que, desde entonces, se volcaría en realizar obras de caridad destinadas a los más necesitados, sobre todo a los niños huérfanos.

Tras la muerte de su esposa, Carlos II y sus hijos dejaron la residencia familiar de Leineschloss y se mudaron al castillo de Herrenhausen, conocido entonces como el pequeño Versalles. El padre de Luisa se volvió a casar dos años después de enviudar con su cuñada Carlota con la que tuvo un hijo. Luisa pronto tomó cariño a su nueva madrastra por lo que su desaparición un año después, volvió a sumir a la niña y a toda la familia en una profunda tristeza.

Carlos II trasladó entonces a sus hijos a Darmstadt donde los pequeños quedaron a cargo de su suegra. En su nuevo hogar, Luisa y sus hermanos tuvieron una existencia tranquila y sencilla. En aquel tiempo la pequeña Luisa se volcó en las obras de caridad en las que se excedía hasta el punto de ser reprendida por su abuela por donar demasiado dinero a los más necesitados. Luisa recibió una buena educación. Aprendió francés, inglés, historia, literatura y música. 

Doble alianza
Luisa con su
esposo Federico Guillermo III
En 1793, la abuela de Luisa se la llevó junto a su hermana Federica a Fráncfort en una visita a su sobrino el rey Federico Guillermo II de Prusia. Aquella visita fue una excusa perfecta para su tío, el duque de Mecklemburgo, quien pensaba en alguna de sus sobrinas para estrechar lazos con la casa real de Prusia. La jugada salió perfecta cuando no sólo el príncipe heredero prusiano, Federico Guillermo se fijó en Luisa, sino que Federica fue pretendida por su hermano, el príncipe Luis Carlos. 

Pocas semanas después de aquel primer encuentro, el 24 de abril de 1793, Luisa y Federico Guillermo se casaban en Darmstadt. Dos días después lo hacían sendos hermanos, Federica y Luis Carlos.

Reina de Prusia
Luisa tenía entonces diecisiete años y su esposo veintitrés y congeniaron desde el primer momento. Desde entonces hasta el fallecimiento prematuro de Luisa, la pareja real se entendió a la perfección y actuaron juntos en todo momento. 

Luisa con uno de sus hijos
La nueva princesa de Prusia se ganó rápidamente el cariño de sus nuevos compatriotas gracias a su espontaneidad, generosidad y cercanía con la gente. Luisa y Federico Guillermo se instalaron en el palacio de Paretz, cerca de Postdam, alejados de la corte donde intentaron mantener una vida más o menos tranquila antes de su ascensión al trono prusiano.

La feliz pareja llegó a tener nueve hijos, entre los que se encontraría el futuro rey de Prusia, Federico Guillermo IV, el primer káiser alemán Guillermo I y la zarina Carlota. 

El 16 de noviembre de 1797 fallecía Federico Guillermo II de Prusia y el esposo de Luisa se convertía en rey y ella en reina consorte. La nueva reina no permaneció al margen del gobierno sino que continuó trabajando al lado de su marido, el rey Federico Guillermo III al que asesoró y ayudó en la política de su país en todo momento. 

En aquellos años Europa luchaba contra las continuas invasiones de Napoleón Bonaparte quien ocupaba Berlín el 27 de octubre de 1806 obligando a la familia real a huir de la capital. La guerra contra Francia terminó con la Paz de Tilsit el 9 de julio de 1807. Aquel tratado firmaba la derrota prusiana quien perdió en la contienda buena parte de su territorio. 

Encuentro de Luisa con Napoleón en Tilsit

En las conversaciones previas a la firma del tratado con Napoleón, la reina Luisa no dudó en presentarse ante el entonces emperador Bonaparte con el que intentó negociar una paz honrosa para su país. A pesar de que Luisa no consiguió doblegar a Napoleón, quien además intentó verter sobre ella distintas calumnias para destruir su reputación, la reina de Prusia salió fortalecida de Tilsit por su determinación y su gran demostración de amor a su patria. 

Los reyes de Prusia vivieron lejos de Berlín, a la que volvieron tres años después. La invasión napoleónica afectó profundamente a Luisa quien se sumió en una profunda tristeza a pesar de que siguió trabajando para el gobierno de Prusia y preparando a su hijo como futuro rey. 

El 19 de julio de 1810, en una visita al ducado de su padre en Hohenzieritz, Mecklemburgo-Strelitz, fallecía de manera prematura a los 34 años de edad. Las causas de la muerte no quedaron claras por lo que sus amados súbditos culparon a la ocupación francesa de la desaparición de su reina. 

Enterrada en los jardines del Palacio de Charlottenburg, la reina Luisa de Mecklemburgo se convirtió en todo un símbolo para sus súbditos. La figura de la reina se convirtió en referente de los ideales femeninos más conservadores llegando a inspirar la creación de la organización de mujeres conservadoras alemanas Luisenbund o Liga de la reina Luisa y el Tercer Reigh utilizó su memoria para representar en su propaganda política su estereotipo de mujer. 

La pitagórica, Teano de Crotona (Siglo VI a.C.)

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En la Antigua Grecia, cuna del conocimiento occidental, origen de la filosofía, una larga lista de hombres pensadores, científicos y matemáticos dieron luz al pensamiento. Entre todos aquellos hombres, pocas fueron las mujeres escogidas que tuvieron el privilegio de equipararse a ellos en talento. El círculo del filósofo Pitágoras fue el primero que se conoce en el que las mujeres pudieron aprender y desarrollar su propio pensamiento. Una de aquellas mujeres, Teano de Crotona, enamoró al maestro. A pesar de que su sabiduría no permaneció, parece que escribió varios tratados de filosofía, matemáticas y medicina y a ella se le atribuye el teorema matemático de la “proporción áurea”1. Teano, una de las primeras filósofas y matemáticas de la historia, defendió también el papel de la mujer como esposa y madre, en favor del mantenimiento del orden determinado2.  

Alumna de Pitágoras
Teano de Crotona nació en la segunda mitad del siglo VI a.C. en la colonia griega de Crotona, en el sur de Italia. Su padre, Milón, era un patricio rico que dedicaba parte de su fortuna al mecenazgo de las artes y las ciencias. Entre sus protegidos se encontraba el filósofo Pitágoras, quien había fundado su escuela filosófica en Crotona.

Milón no tuvo ningún inconveniente en enviar a Teano a estudiar a la escuela de su protegido. Entre los pitagóricos, de manera extraordinaria, se encontraban tanto hombres como mujeres que formaron un grupo selecto de filósofos y matemáticos.

Esposa de Pitágoras
Teano fue una buena alumna que con el tiempo llegó a ser maestra y, a la muerte del filósofo, también se haría cargo de la escuela. Pitágoras se fijó en ella y, a pesar de la diferencia de edad, pues el filósofo era mucho mayor que ella, se casaron y tuvieron cinco hijos. 

De toda la obra de Teano solamente se conserva un fragmento del tratado Sobre la Piedad. Pero se cree que Teano tuvo una extensa obra filosófica, matemática e incluso médica. De sus investigaciones matemáticas surgió el planteamiento de la existencia del número áureo, concepto relacionado con la esencia del universo y que científicos posteriores desarrollaron.

También desarrolló las teorías pitagóricas relacionadas con la existencia de números naturales en todas las cosas y con la posibilidad de poder expresar numéricamente la medida de cualquier elemento de la naturaleza.

Teano era una férrea defensora del orden y la armonía no sólo en las matemáticas sino en la vida en general. La esposa de Pitágoras fue una mujer defensora del orden establecido y como consecuencia creía en la necesidad de mantener la tradición. En este sentido creía que el matrimonio era la más elevada de las relaciones entre sexos3 y que el papel de la mujer era el de la vida privada, haciéndose cargo de la casa y los hijos y no aspirando a la vida pública. 
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1. Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf, pág. 10
2. Ídem. Pág. 11
3. ÍdemPág. 11


 Si quieres leer sobre ella


Mujeres filósofas en la historia, Ingeborg Gleichauf

Locura de amor, Adèle Hugo (1830-1915)

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Víctor Hugo está considerado como uno de los escritores más importantes del siglo XIX. Su vida estuvo marcada por la literatura, el compromiso social y la lucha contra las injusticias sociales. Pero la vida de Víctor Hugo, su vida personal estuvo plagada de desgracias, originadas en su mayor parte por las mujeres de su familia. Una madre dominante, una esposa infiel, una hija desaparecida prematuramente y otra perdida en la enfermedad mental. Esta fue Adèle Hugo, una mujer desequilibrada cuyo amor por un general desencadenó todo tipo de trastornos mentales. 

La hija del escritor
Adèle Hugo nació el 28 de julio de 1830 en París. Era la quinta hija del escritor Víctor Hugo y su esposa, también llamada Adèle. La infancia de Adèle transcurrió relativamente tranquila en una Francia sumida en la Gloriosa Revolución. En aquellos años, Adèle era una bonita niña morena que tocaba el piano y posaba para los más prestigiosos artistas del momento mientras su padre escribía y estrenaba obras de teatro. Ya entonces, Víctor Hugo se mostró comprometido con los movimientos revolucionarios. 

Cuando el 2 de diciembre de 1851, Luis Napoleón Bonaparte, Presidente de la República Francesa, dio un golpe de estado para convertirse en Napoleón III, emperador del Segundo Imperio, el escritor no dudó en exiliarse de manera voluntaria, primero en Bruselas y después en Guernsey, una isla situada en el Canal de la Mancha. Con él no viajaba toda su familia. Su hija Leopoldine había muerto ahogada en el Sena en 1843 mientras realizaba un paseo en barca con su esposo y  su esposa hacía tiempo que se había negado a tener relaciones con él mientras mantenía una relación extraconyugal con un amante. 

Obsesión por el oficial
Fue en aquel exilio de Guernsey donde Adèle conoció al amor de su vida y el detonante de sus desequilibrios mentales. Se trataba de un oficial de la armada británica llamado Albert Pinson quien en 1855 propuso matrimonio a Adèle. La joven rechazó en un primer momento aquella declaración de amor pero cuando quiso rectificar fue demasiado tarde. Pinson ya no quiso saber nada de Adèle y continuó su carrera militar. 

Sumida en una profunda obsesión, Adèle siguió a su amado allá donde el oficial era destinado, aunque fuera la otra punta del mundo provocando el desconsuelo y preocupación de su familia que a menudo no podía seguirle el rastro.  

En aquella desesperada búsqueda. Adèle se sumergió en todo tipo de trastornos mentales. Desde esquizofrenia y alucinaciones hasta una enfermedad mental conocida como erotomía, según la cual el enfermo mental está plenamente convencido de que otra persona está enamorada de ella. 

Diario del exilio
El triste vagar de Adèle por el mundo en busca de un amor perdido quedaría plasmado en un diario que ella misma empezó en Guernsey y que tituló Diario del Exilio. El deterioro mental de Adèle tras más de diez años de vagar por medio mundo, la llevó a su destino final, un hospital mental. Tras la muerte de su padre fue trasladada a  un centro psiquiátrico en Suresnes donde vivió hasta el día de su muerte, el 21 de abril de 1915.

 Películas que hablan de ella 

Diario íntimo de la vida de Adele Hugo
Director: François Truffaut

La bella ha llegado, Nefertiti (Siglo XIV a.C.)

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La historia del Antiguo Egipto está plagada de misterios, conjuras y datos oscuros que aun hoy permanecen sin comprobar ni dilucidar. Y si la historia de los faraones a menudo sufre vacíos difícilmente recuperables, las biografías de sus reinas se encuentran mucho más ocultas. Son pocas las reinas cuyo nombre no se ha perdido en el olvido. Escasas las que han permanecido con unos mínimos datos biográficos. Nefertiti es una de las reinas egipcias más conocidas, posiblemente por el bellísimo busto que descansa en el museo egipcio de Berlín y por su papel en el reinado revolucionario de su esposo, el faraón Akenatón. Por primera vez en la historia del Antiguo Egipto nos encontramos con una reina que gobernó al lado de su marido en el conocido como "Periodo de Amarna". Pero en un momento dado del reinado de Akenatón, hacia el año catorce de su gobierno aproximadamente, Nefertiti desaparece. A partir de esta extraña desaparición de la historia historiadores y amantes del Egipto faraónico han desarrollado múltiples teorías sobre el destino de una de las reinas más bellas y misteriosas de aquellos tiempos.

Un origen misterioso
El nombre de Nefertiti significa algo así como "La bondad de Atón, la bella ha llegado”. Una mujer hermosa que llega al trono egipcio desde no se sabe muy bien de dónde. Existen varias teorías acerca de los orígenes de Nefertiti. 

La primera y más extendida asegura que Nefertiti, nacida alrededor del 1370 a.C. fue hija de Ay, quien se convertiría en faraón a la muerte de Tutankamón. Su madre sería una esposa de Ay fallecida cuando Nefertiti era aún una niña. 

La segunda sitúa su origen en Mitani, antiguo reino africano situado al norte de la actual Siria. Esta teoría se basa en la forma abombada de la cabeza de la reina, fruto de una práctica ancestral de dicho país que consistía en manipular artificialmente el cráneo de los niños. 

Y la tercera teoría, la menos creíble, nos dice que Nefertiti fue una princesa de origen nubio que habría sido entregada al faraón por alguna razón desconocida. 

La esposa del rey hereje
Tampoco se sabe con exactitud cuándo se casó Nefertiti con el entonces llamado Amenhotep, si antes o después de que éste subiera al trono de Egipto. Es probable que la pareja estuviera ya casada cuando Amenhotep fue nombrado corregente de su padre, el faraón Amenhotep III.

En el año 1353 a.C. Amenhotep ascendía al trono de su padre, ya fallecido. Empezaba entonces el reinado de Amenhotep IV, de la XVIII Dinastía, un reinado que duraría poco más de diecisiete años. Desde el primer momento, Nefertiti ocupó un papel destacado en el gobierno del imperio. 


Tras los primeros años de reinado, alrededor del año quinto de su dominio, Amenhotep IV decidió dar un giro a su gobierno y a la religión del reino. Abandonó el culto a todos los dioses venerados hasta el momento y centró su fe en un único dios, Atón. Con esta revolución, el entonces autodenominado Akenatón, quiso disminuir el gran poder que el clero de Amón había detentado durante años. 

Trasladó la capital de Tebas a Amarna donde no sólo se reformó el credo, sino también la cultura y la sociedad en general. En todos esos cambios, Nefertiti jugó un papel esencial. Siempre al lado de Akenatón, gobernó como corregente de su esposo. Al ser nombrada Gran Esposa Real, Nefertiti ascendía al rango de reina – faraón bajo el nombre de Nefer Neferu Atón.

En las representaciones que se han conservado de Nefertiti y Akenatón, ambos gobernantes aparecen a menudo en situaciones de la vida cotidiana, rodeadas de algunas de sus seis hijas, algo también totalmente nuevo en el arte de los faraones. 


La desaparición de la reina
Tres años antes de que finalizara el reinado de Akenatón, Nefertiti desapareció de todas las fuentes escritas y de las imágenes esculpidas en las piedras de los templos y palacios egipcios. Muerte violenta, divorcio, un comportamiento inadecuado, nada se sabe a ciencia cierta de las razones que borraron de un plumazo la existencia de la bella esposa real.

En aquel tiempo aparece Smenkhare, un extraño personaje que ascendió a corregente durante los últimos años de reinado de Akenatón y, tras su desaparición, gobernó Egipto como faraón durante un corto periodo de tiempo antes de que subiera al trono Tutankamón.

Algunos historiadores sugieren que Nefertiti continuó gobernando en la sombra como faraón bajo el nombre de aquel misterioso Smenkhare.  

Pero lo único cierto es que ni la fecha exacta de la muerte ni sus restos mortales han sido aún dilucidados por nadie. 


 Si quieres leer sobre ella 

El amante de Nefertiti, Álvaro Bermejo
Género: Novela histórica





Nefertiti, Michelle Morant
Género: Novela histórica






El secreto del Nilo, Antonio Cabanas
Género: Novela histórica






Historia del Antiguo Egipto, Ian Shaw
Género: Ensayo

Dando a luz en la oscuridad, Elisabeth Eidenbenz (1913-2011)

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La historia de la humanidad está plagada de episodios oscuros. Guerras, genocidios, asesinatos, injusticias que tiñen de negro muchas de las páginas de nuestros libros y de nuestra memoria. Demasiados hechos que fácilmente nos podrían a llevar a perder la fe en el ser humano si no fuera porque a veces aparecen pequeños rayos de esperanza. Hechos que por desgracia no siempre se registran en los ensayos o análisis históricos, pero que, cuando se conocen, ayudar a seguir creyendo. Los primeros años del siglo XX no estuvieron exentos de esas guerras y crueldades que asolaron casi todo el planeta. Pero en aquellos tiempos tristes y desoladores, hubo muchas personas que no se rindieron. Una de ellas fue una maestra suiza, con fuerte carácter y dispuesta a ayudar a los demás a costa de su propia vida si era necesario. Aquella mujer se llama Elizabeth Eidenbenz. Falleció hace tan sólo dos años pero su historia no se ha perdido.

La maestra solidaria
Elisabeth Eidenbenz nació el 12 de junio de 1913 en la ciudad suiza de Wila. Elisabeth estudió magisterio y ejerció su profesión como maestra primero en Suiza y más tarde en Dinamarca. Mujer de profundos ideales sociales y pacifistas seguía atentamente los terribles acontecimientos que asolaron Europa en aquellos años. 

Elisabeth era una joven maestra de poco más de veinte años cuando en España se vivía una terrible guerra civil. Fue en ese conflicto donde decidió dar rienda suelta a sus sentimientos solidarios y de ayuda a los más desfavorecidos. Así, después de recibir una básica formación sobre primeros auxilios, Elisabeth se unió a los voluntarios de la Asociación de Ayuda a los Niños de la Guerra que tenía como misión actuar en ayuda de la población civil en la zona republicana. 

El 24 de abril de 1937 la maestra convertida en enfermera llegaba a Madrid con el resto de voluntarios dispuesta a ayudar sobre todos a las madres y los niños que se encontraban en peligro de malnutrición y se veían abocados a una muerte segura. 

La maternidad de Elna
Finalizada la Guerra Civil Española, en la que Franco salió victorioso y se erigió como dictador de España, fueron muchos los exiliados fieles a la república que huyeron más allá de los Pirineos. Los miles de personas que se instalaron en los campos de refugiados del sur de Francia colapsaron a las autoridades francesas. Las mujeres embarazadas debían parir en establos, en un espacio carente de cualquier garantía sanitaria. Después de dar a luz, y sin esperar en ningún momento a la recuperación de la madre y el recién nacido, eran devueltos a los barracones de los campos de refugiados.

Maternidad de Elna
En aquellas condiciones infrahumanas no es extraño que la práctica totalidad de bebés y muchas de sus madres no sobrevivieran. Elisabeth no se resignó a ver cómo cientos de mujeres y bebés sucumbían al hambre y al frío delante suyo. 

En su búsqueda desesperada por encontrar una situación a aquel drama humano, Elisabeth encontró un palacete abandonado junto al campo de Argelès-sur-Mer, en una localidad llamada Elna. A pesar de estar en ruinas, para ella fue la solución.

Con la ayuda de hombres voluntarios que reformaron como pudieron aquel casón viejo y medio derruido, Elisabeth consiguió organizar una maternidad que estaría en activo desde 1939 hasta 1944 y que llegaría a salvar la vida de unos 600 niños y otras tantas mujeres. 

Elisabeth no era matrona ni enfermera de profesión pero con su voluntad y decisión ayudó a que las mujeres embarazadas que llegaban a los campos de refugiados pudieran parir con cierta dignidad y, sobre todo, con unas mínimas garantías de supervivencia. 

La maternidad de Elna se mantuvo primero gracias a las donaciones que llegaban de toda Europa y más adelante por su filiación a la Cruz Roja. Este hecho ayudó en el aspecto económico pero no en el humano. 

En un primer momento las mujeres que llegaron a la maternidad venían de la España republicana, alrededor de 400. Pero con la subida al poder de Hitler, los refugiados llegados de Alemania, en su mayoría judíos, fueron cada vez en aumento. Se calcula que fueron unos 200 los bebés judíos que nacieron en la maternidad de Elna. Considerados como refugiados políticos, supusieron más de un dolor de cabeza a Elisabeth pues la Cruz Roja obligaba a todas las instituciones a ella adherida a seguir los dictados de su política sobre neutralidad. Por ello, Elisabeth no dudó en falsificar muchos documentos de aquellas madres.

Pronto llegaría también a oídos de la omnipresente Gestapo, la policía secreta del Tercer Reich, las actividades que se realizaban en aquella maternidad perdida en el sur de Francia. Pero a pesar de que las amenazas fueron constantes e incluso Elisabeth fue detenida en una ocasión, el centro continuó con su trabajo humanitario.

Los nazis consiguieron su propósito y en 1944 conseguían cerrar la maternidad de Elna. A pesar de todo, Elisabeth podía sentirse orgullosa. En cinco años había salvado más de un millar de vidas y, lo más importante, había devuelto la esperanza a aquellas personas que veían en el horizonte un futuro oscuro y sin esperanza. 

Elisabeth Eidenbenz pasó el resto de su vida en su hogar cerca de Viena hasta que falleció hace dos años en Zurich, el 23 de mayo de 2011, a la edad de 97 años.


Su historia permaneció oculta hasta que, al final de su vida, llegaron los reconocimientos públicos. En 2002 la localidad de Elna de dedicó un homenaje y el estado de Israel le entregó la Medalla de los Justos Entre las Naciones. En años posteriores recibió otros reconocimientos como la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social otorgada por el Gobierno de España, La Cruz de San Jorge, de la Generalitat de Cataluña y la Legión de Honor, concedida por el Gobierno Francés.

 Si quieres leer sobre ella 

La maternidad de Elna, Assumpta Montella

Las cabezas de la guillotina, Marie Tussaud (1761-1850)

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Marie Tussaud aprendió el arte de la escultura en cera de la mano de un médico cirujano y practicó con los rostros de aquellos que fueron víctimas de la guillotina en la Francia revolucionaria. Su arte y estilo para captar la esencia de las personas a las que inmortalizaba fueron el origen de uno de los museos de cera más famosos del mundo, el Madame Tussaud de Londres. 

Retratos de celebridades
Anne Marie Grosholtz nació el 1 de diciembre de 1761 en Francia. Marie no llegó a conocer a su padre, Joseph Grosholtz, muerto dos meses antes de su nacimiento en la guerra de los Siete Años. Su madre, Anne Marie Walder, se trasladó a Berna donde se ganaba la vida como ama de llaves de un médico cirujano llamado Philippe Curtius. Curtius también era experto en esculpir sobre cera el cuerpo humano para sus estudios de anatomía, técnica que le llevó a realizar retratos.

Anne Marie y su madre siguieron al doctor Curtius hasta París donde se estableció en 1765 como retratista. Una de sus primeras obras fue recrear en cera la figura de Madame du Barry entonces amante del rey Luis XV. La pequeña que llamaba al doctor Curtius “tío” aprendió de él la técnica del modelado en cera y siguió de cerca el éxito de su maestro.

En 1770 Curtius inauguró su primera exposición que ya entonces tuvo mucho éxito. Seis años después exponía en el Palacio Real y en 1782, ya en plena revolución, inauguró una exposición conocida como la Caverne des Grans Voleurs, algo así como la cueva de los grandes ladrones. 

En aquel tiempo Anne Marie ya había realizado alguna de sus primeras obras retratando a celebridades como Voltaire o Benjamin Franklin. Su fama llegó hasta la corte desde donde recibió la invitación de instalarse en Versalles como tutora de arte de la hermana del rey.

Retratos de guillotinados
Pocos días antes de que estallara la Revolución Francesa con la toma de la Bastilla, Anne Marie, ya de vuelta en París, había hecho los retratos del ministro de finanzas Jacques Necker y el duque de Orleans, hermano del rey Luis XVI. Estos bustos en cera fueron utilizados por un grupo de hombres y mujeres que marcharon en una protesta el 12 de julio de 1789.

Anne Marie fue arrestada en 1793, durante el período más cruel de la misma, conocido como el Reinado del Terror. Fue la influencia del doctor Curtius la que salvó a su protegida de morir en la guillotina. 

Entonces Anne Marie se tuvo que ganar la vida realizando las máscaras mortuorias de aquellos que sí fueron víctimas de la revolución y fueron guillotinados como el propio rey Luis XVI o la reina María Antonieta. El revolucionario Marat y el temido Robespierre también tuvieron la suya propia. Muchos de aquellos bustos se utilizaron en marchas y protestas como símbolos de la victoria revolucionaria. Obras que después Anne Marie consiguió recuperar y que hoy se exhiben en su museo londinense. 

Madame Tussaud
En 1795 Anne Marie se casó con un ingeniero llamado François Tussaud con el que tuvo dos hijos, Joseph y François.

En 1802 Madame Tussaud se trasladó a Londres donde presentó una colección de retratos que expuso por distintos lugares de Inglaterra e Irlanda. En 1835 decidió establecer una exposición permanente en Londres, en Baker Street, en el conocido como “El Bazar de Baker Street”, donde estuvo exponiendo su obra hasta su muerte, acaecida el 16 de abril de 1850.


Un museo mundialmente famoso
Fue la voluntad de los nietos de Madame Tussaud la que hizo que aquel pequeño museo inicial se trasladara a su ubicación actual en Marylebone Road y se convirtiera en lo que es hoy, el museo de cera más famoso del mundo.

La madre de Barbie, Ruth Handler (1916-2002)

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Mujer de negocios y con espíritu emprendedor, Ruth Handler se conviritó en la creadora de una de las muñecas más famosas de la historia. A pesar de que en un principio su idea no fue aceptada, Ruth no cejó en el empeño y consiguió dar vida a Barbie, la primera muñeca que se alejaba del aspecto infantil y que revolucionaría el sector juguetero de todo el mundo. Ruth fue una auténtica mujer creativa que siguió trabajando incluso después de sufrir un cáncer de pecho. Su enfermedad la llevó a crear una prótesis mamaria eficaz para las mujeres que sufrían la pérdida de un pecho.

La inspiración alemana
Ruth Moskowicz nació el 4 de noviembre de 1916 en Denver, en los Estados Unidos. Era la más pequeña de diez hermanos. Sus padres, Ida Rubenstein y Jacob Joseph Mosko eran inmigrantes de origen polaco. En 1938 Ruth se casaba con Elliot Handler, un hombre de negocios fundador de la empresa Mattel junto con Harold Matson. En sus orígenes, la empresa se dedicaba a la fabricación de marcos de fotos. Pero cuando vieron que con la madera sobrante construían unas exitosas casas de muñecas, decidieron redirigir la actividad empresarial de Mattel hacia la producción de juguetes. 

Ruth y Jacob tuvieron una niña llamada Barbara. Ruth se dio cuenta observando a su hija que la pequeña prefería jugar con muñecas de papel con aspecto de mujeres adultas que con muñecos con forma de niños o bebés. Ruth planteó la idea de fabricar una muñeca con forma de mujer adulta a su marido y el socio de este pero no consiguió convencerlos.


Ruth no se olvidó de su idea y cuando, en un viaje a Europa vio en un escaparate una muñeca alemana llamada Lilli en una tienda en Suiza. Ruth se entusiasmó con la muñeca y se la llevó a los Estados Unidos. Lo que no sabía era que Lilli era una muñeca pensada para hombres adultos. Aun así, cuando su marido la vio, no dudó en comprar los derechos de Lilli para parar su producción y diseñar una muñeca propia. 

Así nacía Barbie, que tomó el diminutivo de Barbara. La nueva muñeca fue presentada en la feria del Juguete de Nueva York el 9 de marzo de 1959. El éxito fue inmediato y la fortuna de la empresa y la familia Handler fue en constante crecimiento.

Ideas al servicio de la salud
En 1970 a Ruth Handler le diagnosticaron un cáncer de mama y sufrió la pérdida de un pecho. En aquel tiempo, la reconstrucción mamaria o la implantación de prótesis adecuadas no era lo normal. Ruth utilizó su ingenio para construir una prótesis. Ruth fundó entonces la Ruthton Corporation junto a Peyton Massey para fabricar prótesis mamarias más realistas que las que entonces existían en el mercado. Ruth bautizó su creación como "Nearly Me". 

Ruth Handler vivió tres décadas más hasta que falleció el 27 de abril de 2002 en Los Ángeles. 

Los sueños de una niña, Ana Frank (1929-1945)

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La Segunda Guerra Mundial se llevó por delante a millones de personas en los campos de batallas y en los centros de exterminio nazis. Millones de vidas anónimas truncadas en muchos casos de manera prematura y cuya memoria quedó olvidada en aquellos terribles escenarios de la vergüenza. Una niña, Ana Frank, vivió aquel horror y lo relató en un pequeño diario. Su historia, por desgracia, no fue única, pero gracias a ella, podemos conocer de primera mano uno de los episodios más trágicos de la historia reciente del viejo continente. 

La casa de atrás
Annelies Marie Frank nació el 12 de junio de 1929 en la ciudad alemana de Fráncfort del Meno. Era la hija pequeña de Otto Heinrich Frank y Edith Hollander y tenía una hermana mayor llamada Margot. Tras la subida al poder del nazismo, la familia Frank huyó de Alemania y se instaló en Ámsterdam donde durante un breve periodo de tiempo tuvieron una vida más o menos tranquila. 

Pero cuando los alemanes ocuparon también Holanda, Ana y su familia tuvieron que esconderse. El 5 de julio, la hermana mayor de Ana, Margot, recibía la orden de presentarse para ser deportada a un campo de trabajo. El aviso aceleró los planes de la familia. El lugar elegido para ocultarse fue un anexo de un viejo edificio de la empresa Opekta en el Prinsengracht donde trabajaba su padre. Oculta tras una estantería, se abría la puerta de lo que ellos denominaban "La casa de atrás" y donde estuvieron viviendo des del 9 de julio de 1942 hasta el 4 de agosto de 1944.

Junto a los Frank, se refugiaron otra familia, Hermann y Auguste van Pels y su hijo, Peter, y un dentista llamado Fritz Pfeffer. Todos ellos pudieron sobrevivir escondidos durante dos años gracias a la ayuda de algunos de los trabajadores de la empresa quienes les facilitaban alimentos y productos de primera necesidad. 

El final de la esperanza
Los ocho habitantes de la Casa de Atrás vivieron dos años soñando en que algún día terminaría la guerra, siguiendo de cerca el avance de las tropas aliadas gracias a una pequeña radio, y esperando poder salir definitivamente de aquel escondite. 

Pero sus esperanzas se vieron truncadas cuando el 4 de agosto de 1944 la Grüne Polizei llegó hasta su escondite guiados por un informador anónimo. Ana y los demás habitantes de la Casa de Atrás fueron trasladados a un campo en Westerbork donde permanecieron hasta el 2 de septiembre cuando fueron trasladados a Auschwitz. Allí fueron separados los hombres de las mujeres y los niños. No volverían a verse nunca más. Solamente Otto Frank, el padre de Ana, sobrevivió al Holocausto. 

El 28 de octubre, después de haber pasado meses viviendo en unas condiciones infrahumanas y realizando trabajos forzados, Ana y su hermana Margot fueron trasladadas a otro campo, el de Bergen-Belsen. Su madre, Edith Frank murió en Auswichtz. 

Ni Ana ni Margot sobrevivirían muchos meses más. En marzo de 1945, Margot sufrió una tremenda caída de su litera donde yacía debilitada y murió en el acto. Ana fallecía el 12 de marzo a causa de unas fiebres tifoideas. Tenía quince años y no pudo aguantar los pocos días que la habrían llevado a su tan soñada libertad. El 15 de abril de 1945 las tropas británicas liberaban el campo de concentración.

El diario de Ana Frank
Cuando Ana celebró su duodécimo cumpleaños, ya en Ámsterdam, su familia le regaló un pequeño cuaderno con tapas de tela y un estampado de cuadros rojo y negro que ella utilizó como diario. Como si explicara su vida a una amiga imaginaria a la que bautizó como Kitty, Ana creció junto a su diario. Las primeras páginas llenas de experiencias típicas y normales de una niña que va al colegio, dejaron paso a la tristeza de la huida a la Casa de Atrás, donde pasaría dos años relatando aquella existencia opaca y falta de alegrías verdaderas. 

Ana plasmó en su diario sus sentimientos como niña, sus vivencias más sencillas y rutinarias y los mezcló con el miedo causado por los constantes bombardeos y amenazas de ser descubiertos y con la esperanza y el sueño de volver, algún día, a tener una vida normal. Ana soñaba con convertirse en escritora y así lo explicó a su diario, al que confió sus pensamientos más íntimos relacionados con sus padres, su hermana y los demás inquilinos de aquel refugio.

Miep Gies y Bep Voskuijl dos de los trabajadores que colaboraron en el escondite de los Frank, pudieron salvarse. Tiempo después volvieron al refugio de sus amigos y encontraron, entre otras pertenencias personales, el diario de Ana. Lo recogieron y guardaron con la esperanza de poder devolverlo a su autora, algo que no sería posible. 

Fue su padre, el único superviviente de aquel grupo quien recuperó el diario. Otto decidió cumplir uno de los deseos que su hija había plasmado en aquel diario, convertirse en escritora, y no dudó en publicar aquel pequeño pedazo de la vida de su hija. 

Desde su primera edición en 1947, el Diario de Ana Frank se ha reeditado en muchas ocasiones y en distintos idiomas. Además de halagos ha recibido también el ataque de aquellos que aún siguen negando el Holocausto y se empeñan en afirmar que el Diario es una invención de Otto Frank.

Ana fue, sin duda, una niña normal, con los anhelos y sentimientos típicos de una niña de su edad que tuvo la desgracia, como millones de personas de su tiempo, de vivir uno de los horrores más vergonzosos de la historia de la humanidad. 

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Del arte a la diplomacia, Guillermina de Prusia (1709-1758)

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En el siglo XVIII, vivió una mujer en el Sacro Imperio Romano Germánico que fue embajadora de todas las artes y ejerció un papel determinante como diplomática al servicio de su amado hermano el rey Federico II el Grande. Guillermina de Prusia fue una apasionada de la música, la literatura y las artes en general. Compuso varias obras musicales, impulsó la creación de una universidad y fomentó la construcción de grandes obras arquitectónicas en su ciudad. Reina consorte de Prusia y margravina de Bayreuth, Guillermina intentó siempre encontrar tiempo entre sus dedicaciones dinásticas a cultivar sus verdaderas pasiones artísticas, aficiones que tuvo que abandonar al final de su vida en pos de su propia familia. 

Princesa de Prusia
Friederike Sophie Wilhelmine nació el 3 de julio de 1709 en Berlín. Guillermina era hija del rey Federico Guillermo I de Prusia y de Sophia Dorotea de Hannover. De los catorce hijos de la pareja, diez llegaron a la edad adulta, entre ellos, el que sería rey de Prusia como Federico II “El Grande” y con el que mantuvo un relación especial.

Guillermina pasó su infancia al lado de sus hermanos y mostrando un prematuro interés por el arte y la literatura. Aprendió a tocar el laúd con gran virtuosismo de la mano de Sylvius Leopold Weiss.

Margravina de Bayreuth
Con 22 años, Guillermina se casó en una boda concertada por sus padres con Federico III de Brandeburgo-Bayreuth. El matrimonio empezó con buen pie pero pronto empezaron a aparecer diferencias entre la pareja que se convirtieron en insalvables cuando su marido instaló en la corte de Bayreuth a su amante Dorotea von Marwitz. Guillermina y Federico solamente tuvieron una hija, Elisabeth Fredericka Sophia de Brandenburg-Bayreuth.

La margravina soportó su fracaso matrimonial volcándose en el mundo artístico y literario. Convirtió Bayreuth en un importante centro intelectual y referente del arte rococó gracias a la fundación de la Universidad de Erlange, la construcción de un teatro de la ópera y la restauración de otros centros artísticos y teatrales. 

Guillermina se rodeó de intelectuales y artistas, como Voltaire, Bernhard Joachim Hagen, Hasse y Bernasconi. Ella misma compuso música de cámara y una ópera, Argenore, estrenada en 1740 para celebrar el cumpleaños de su marido.

Al servicio del rey, su hermano
La Guerra de los Siete Años, iniciada en 1756, supuso el fin de la vida artística e intelectual de Guillermina. Su sentido de la responsabilidad para con su familia, la Dinastía de los Hohenzollern, la llevó a abandonar la música y el arte para dedicarse a la diplomacia. Desde entonces hasta su muerte, acaecida el 14 de octubre de 1758, Guillermina ejerció de embajadora de su hermano el entonces rey de Prusia, en el Sur de Alemania.





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Creadoras de música, VVAA
Género: Ensayo

Nuestra señora de la Revolución, Teresa Cabarrús (1773-1835)

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La Revolución Francesa, uno de los momentos históricos más trascendentales para la historia de Europa, estuvo dirigido y protagonizado, como la mayoría de hechos pasados, por hombres. O al menos así nos lo ha querido hacer creer la historia. Pero lo cierto es que las mujeres jugaron un papel muy importante, si no trascendental en la caída del Antiguo Régimen. Desde aquellas que marcharon hasta Versalles reclamando la presencia de la familia real en París, hasta la asesina de Marat, Charlotte Corday, pasando por otros nombres propios como las que podemos considerar primeras feministas de los tiempos modernos, Olympe de Gouges o Mary Wollstonecraft. Todas ellas se han quedado en un segundo sino inexistente plano en los libros que relatan los hechos revolucionarios, a excepción quizás de la reina, María Antonieta. Una de aquellas mujeres, de la que hoy repasamos si biografía, no sólo fue protagonista de la revolución sino que su papel en la sombra fue determinante en algún momento de aquellos años violentos. Teresa Cabarrús, que ese era su nombre, fue una mujer de carácter, de origen español, que supo jugar bien sus cartas en el tablero de la revolución y movió algunos de sus hilos más importantes. 

Una española en París
Juana María Ignacia Teresa Cabarrús y Galabert nació el 31 de julio de 1773 en Madrid. Teresa fue la única hija de Antonia Galabert y Francisco Cabarrús, fundador del Banco de San Carlos, origen del actual Banco de España. Pertenecientes a la alta sociedad española, la familia de Teresa delegó su educación en nodrizas y monjas. 

A sus doce años, convertida en una bella jovencita casadera, su padre decidió alejarla de peligrosos pretendientes de baja alcurnia y trasladarla a París para encontrar allí un buen partido de alta cuna. Corría el año 1785 y Francia aun no era consciente del huracán revolucionario que estaba por venir. Ajenos a la problemática social, la aristocracia parisina con la que Teresa tuvo que convivir, se divertía rodeada de lujos. 

La pequeña Teresa no tuvo problemas en adaptarse a una nueva vida de fiestas y libertad una vez superada la separación de su familia. Su madre, quien la acompañó en su viaje a lo desconocido, volvió a su España natal dejando a su hija al cargo de una dama viuda llamada madame Boisgeloup. 

A pesar de que Teresa tendría desde entonces hasta el final de sus días una larga lista de amantes y maridos, el primero de ellos dejó una fuerte impronta en ella. Fuera por su juventud, fuera por su inexperiencia en los asuntos del amor, lo cierto es que Teresa se enamoró perdidamente de Jean-Alex Laborde. Los jóvenes, impulsivos e impetuosos, quisieron casarse al poco tiempo. Pero Francisco Cabarrús no había enviado a su pequeña lejos de su hogar para que volviera casada con un don nadie. Así que, sin tener en cuenta los sentimientos de la desdichada pareja, hizo todo lo posible para separarlos. 

Posiblemente aquello precipitó la elección del primero, que no el último, marido de Teresa. La elección del banquero español recayó en Jean-Jacques Devin de Fontenay, marqués de Fontenay, miembro del Parlamento de París y doce años mayor que Teresa. La boda, celebrada el 21 de febrero de 1788, fue el inicio de un matrimonio con muy poco futuro. 

El 2 de mayo de 1789, los marqueses de Fontenay tendrían a su primer y único hijo, Devin Théodore. En aquel tiempo, a las puertas de la revolución, Teresa vivía la vida como marquesa anfitriona de espléndidas fiestas y veladas y como marquesa amante de distintos hombres. 

Nuestra Señora del Buen Socorro
Jean - Lambert Tallien
Cuando el 14 de julio los parisinos tomaban la Bastilla, empezaba uno de los episodios más convulsos de la historia de Francia. El marqués de Fontenay, consciente del peligro que acechaba y lejos de querer convertirse en un mártir de la caduca aristocracia, decidió huir de París. Teresa también dejó aquella capital en llamas otrora centro de la luz y la alegría de vivir, para unos pocos. Los marqueses de Fontenay cogieron distintos caminos tras solicitar el divorcio. Teresa se refugió en casa de unos tíos en Burdeos junto a su hijo Théodore. Allí fue testigo de la peligrosa evolución de los hechos revolucionarios. 

El 13 de julio de 1793 era asesinado Marat, el jacobino amigo del pueblo por una joven girondina, Charlotte Corday  y los acontecimientos se precipitaban. Con el poder en manos de Maximilien de Robespierre, empezaba uno de los periodos más sangrientos de la revolución. No en vano, los hechos acaecidos entre septiembre de 1793 y la primavera de 1794 fueron llamados la época del Terror. 

El conocido como el Incorruptible utilizó la guillotina para iniciar un tiempo de auténtico exterminio de todo aquel contrario a la revolución. La fina hoja de la Louisette llegó hasta los rincones más escondidos de Francia. Y por supuesto Burdeos no se libró. Y por supuesto, la marquesa de Fontenay tampoco. Teresa, esposa de un aristócrata huido, en concreto a la lejana Martinica, fue detenida y condenada a morir guillotinada. 
Maximilien de Robespierre

Pero la suerte no abandonó a Teresa. La Convención Nacional, con Robespierre y su Louisette a la cabeza, había distribuido por todo el territorio comisarios para vigilar que la ley del Terror del Incorruptible se cumpliese a rajatabla. A Burdeos fue enviado Jean-Lambert Tallien, un joven de 24 años ferviente seguidor de la política sanguinaria de Robespierre. A pesar de sus convicciones políticas jacobinas, Tallien no pudo evitar enamorarse de la bella marquesa. Su amor le llevó a librar sin condiciones a Teresa de una muerte segura. 

El ciego amor de Tallien hacia Teresa, el cual, por otro lado no queda claro que fuera del todo correspondido, fue la razón de la moderación de sus detenciones y enjuiciamientos masivos. Teresa Cabarrús se convertía entonces para el pueblo de Burdeos en Nuestra Señora del Buen Socorro, apelativo que se ganó por la ayuda prestada a todo aquel que llamaba a su puerta para pedir clemencia y librarse de la fina hoja de la guillotina. 
Josefina Bonaparte

El 24 de marzo de 1794, Jean-Lambert Tallien ascendía a Presidente de la Convención. El nuevo papel de Tallien y la fama de su clemente esposa llegaron a oídos del temido Robespierre quien no dudó en situarlos en su lista de enemigos de la patria. Mientras su esposo era reclamado para personarse ante un tribunal en París, Teresa volvió a prisión. En su reclusión de Carmes, entre otras muchas personas condenadas a la guillotina, Teresa conoció a una criolla que respondía al nombre de Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie quien, andando el tiempo se convertiría en la emperatriz de Francia como Josefina Bonaparte. Teresa y Rose, como se conocía en aquel momento, iniciaron una amistad que se prolongaría más allá de los muros de la prisión. Y es que de nuevo la suerte se puso del lado de Madame Tallien en el último momento. En un acto desesperado, Teresa envió una carta a su marido apelando a la cobardía del mismo por no hacer nada en favor de la vida de su propia esposa. 

Nuestra Señora de Thermidor
Una vez más, Teresa despertó la valentía de su marido quien reaccionó no sólo liberando a su esposa sino a todo el país del yugo del Incorruptible. El 9 de Thermidor del año II del calendario revolucionario, el 27 de julio de 1794, Tallien daba un golpe de efecto denunciando públicamente a Robespierre de tirano en un discurso ante el Comité de Salud Pública. Aquel hecho desencadenó la conocida como Reacción Thermidoriana que terminó con la vida de Robespierre en su tan querida Louisette y cerraba el capítulo más sangriento de la revolución. De nuevo Teresa volvía a ser la artífice en la sombra y el pueblo la bautizaba de nuevo, esta vez como Nuestra Señora de Thermidor

Ascendido al Comité de Salud Pública, Tallien disfrutó de su triunfo y se casó con Teresa el 26 de diciembre de 1794. Poco tiempo después nacería su única hija, Rose Thermidor.

En aquellos años de relativa tranquilidad, Teresa Cabarrús disfrutó de su vida social como una de las merveilleuses más destacadas de la sociedad parisina. Cansados de tanta violencia y sangre, la ciudad quería pasar página y disfrutar de largas veladas de alegría y diversión. Y Teresa fue una anfitriona perfecta, dando grandes fiestas y siendo el referente de la moda del momento. En aquel tiempo llegó a conocer a un joven soldado sin mucho futuro que respondía al nombre de Napoleón Buonaparte.

Pero mientras Madame Tallien gozaba de su éxito, su esposo veía de nuevo declinar su estrella hasta que en 1795 con la creación del Directorio, su carrera política dio un freno estrepitoso. En la nueva cumbre del poder, Tallien no se supo hacer un sitio. En una búsqueda desesperada por recuperar su prestigio, Tallien se unió a la expedición que el entonces general Bonaparte (con su apellido afrancesado) organizó a Egipto. 

Nuestra Señora de Septiembre
Teresa no dejó de organizar sus famosas y concurridas fiestas ahora incluso con más alegría pues se sentía libre de toda atadura con su esposo. Fue entonces cuando Paul Barras entró en su vida. Barras sí que había triunfado en el nuevo gobierno formando parte del Directorio. Con Barras mantuvo una relación efímera basada en el lujo y en el dispendio mientras el pueblo volvía a morirse de hambre. Fue entonces cuando la popularidad de la otrora Nuestra Señora del Buen Socorro declinó hasta el punto de ver cómo aquel bonito apelativo como protectora de los más desfavorecidos mudaba en otro menos amable: Nuestra Señora de Septiembre en alusión a los hechos acaecidos en aquel mes de 1792 cuando la sangre de los ciudadanos corría sin control por las calles de París.

Así, poco a poco, la buena imagen de Teresa Cabarrús se fue difuminando, entre el pueblo y entre las clases bien estantes y poderosas. El propio Barras no tuvo inconveniente en deshacerse de su amante por demandar demasiados lujos y se la cedió sin ningún miramiento a Gabriel Ouvrard, un multimillonario que había amasado su fortuna especulando con los suministros del ejército en los inicios de la revolución. Con Ouvrand llegó a tener cuatro hijos sin llegar a casarse nunca con él.

La princesa de Chimay
El último capítulo en la vida de Teresa Cabarrús empezó en 1805 cuando contrajo su tercer matrimonio con François de Riquet, conde de Caraman y príncipe de Chimay. Del primero con Fontenay había conseguido la anulación y de Tallien se había divorciado sin problema tres años antes al haber contraído un matrimonio civil.

Tenía entonces 32 años pero consideró que ya era el momento de retirarse de la ajetreada vida de París. En su refugio a las afueras de Bruselas, Teresa, ahora convertida en princesa de Chimay tuvo otros cuatro hijos y vio desde la lejanía el esplendor del imperio napoleónico y su posterior caída, la restauración monárquica y la revolución de 1830.

Teresa Cabarrús, protagonista indispensable de la revolución francesa, aunque la historia no le haya reservado el sitio que se merece, falleció el 15 de enero de 1835.

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La cinta roja, Carmen Posadas
Género: Novela histórica

La luz visionaria en la oscuridad de un baúl, Santa Beatriz de Silva (1424-1491)

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¿Puede esperar toda la vida una persona hasta conseguir el que considera su principal objetivo vital? Muchos ejemplos nos han llegado de hombres y mujeres que no han cejado en su empeño a pesar de las dificultades, las voces contrarias y las puertas cerradas. El caso de Santa Beatriz de Silva es uno de esos casos de espera paciente y trabajo incansable para conseguir lo que ella creía que era la razón por la cual había llegado a este mundo. La rocambolesca reclusión en un baúl durante días por la locura de una reina ya conocida por sus desvaríos, Isabel de Portugal (aquella que fue abuela de la conocida como Juana la Loca) abrió los ojos a una jovencita de poco más de veinte años en aquella negrura sin sentido. Una visión de la Virgen durante su reclusión le aseguró que saldría viva de semejante extraña situación y ella, en agradecimiento, entregó su vida a la madre de Dios y se propuso crear ni más ni menos que una nueva orden monástica dedicada a la Inmaculada Concepción de María.

La dama de la reina
Beatriz de Silva y Meneses nació en Ceuta en el año 1424. El abuelo de Beatriz había sido el primer capitán de esa plaza africana, entonces portuguesa. Sus padres fueron Ruy Gómez de Silva e Isabel de Meneses. Pero Beatriz viviría poco tiempo en Ceuta pues la corona portuguesa premió el buen trabajo de su padre trasladándolo a Campo Mayor, en el Alentejo, donde fue nombrado alcalde.

La infancia de Beatriz transcurrió feliz en Campo Mayor rodeada de sus once hermanos. Todos ellos recibieron una buena educación de la mano de frailes franciscanos quienes a buen seguro inculcarían en Beatriz y algunos de sus hermanos la devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen.

En 1447, cuando Beatriz era una jovencita de 22 años, se sumó a las damas de la corte lusitana que iban a acompañar a la princesa Isabel a Castilla, donde iba a casarse con el rey Juan II. El carácter difícil y rayando en la locura de la nueva reina castellana se hizo pronto patente en la corte. La reina se mostraba constantemente agobiada por los celos de sus damas de honor, celos que se convirtieron en obsesión. Una obsesión que pronto recayó sobre Beatriz a quien la soberana vio como una amenaza. Así, en cierta ocasión en que Isabel creyó ver un cruce de miradas entre el rey su esposo y Beatriz su dama de honor, en un arrebato de demencia la empujó en un baúl y la encerró con llave.

Beatriz sufrió varios días de angustia y desesperación hasta que un tío suyo reparó en su ausencia en la corte y dio la voz de alarma. Pasado el tiempo, Beatriz aseguró que en su injusta reclusión tuvo una visión de la Virgen María en la que la tranquilizó y le aseguró que saldría viva de aquel macabro encierro.

Reclusión en Toledo
Sintiendo que en la corte no estaba en absoluto segura, Beatriz se alejó de la reina Isabel y pidió refugio en Toledo, en el Monasterio de Santo Domingo, donde vivió buena parte de su vida sin llegar a tomar los hábitos. La antigua dama de corte tenía reservada para ella misma otro destino. Según una promesa que habría hecho a la Virgen en aquel horrible baúl, Beatriz quería crear una orden dedicada a la Virgen. Pero aquella determinación no iba a ser fácil de materializar pues hacía tiempo que el papado había prohibido la creación de nuevas órdenes monásticas, de manera que los nuevos cenobios deberían ceñirse a las reglas ya existentes. Lo que Beatriz quería era una orden religiosa defensora a ultranza de la Inmaculada Concepción de la Virgen, es decir, que creyera y defendiera el hecho de que María habría nacido sin pecado original. 

Que una mujer quisiera crear una nueva orden monástica femenina y además lo hiciera basándose en una cuestión que aún no se había convertido en dogma de fe era poco menos que un sueño irrealizable. 

En el Convento de Santo Domingo de Toledo, Beatriz pasó unos largos treinta años meditando la manera de materializar su objetivo. Cuando Isabel, hija de Juan II y aquella otra Isabel que tan mal tratara a Beatriz, se convirtió en reina, visitaba con cierta asiduidad a la que fuera dama de su madre y a la que mostró siempre mucho respeto y admiración. Isabel I de Castilla no dudó en ayudar a Beatriz en su cometido.

Monja concepcionista
Lo primero que hizo la reina católica fue ceder a Beatriz unos amplios terrenos en Toledo conocidos como los “Palacios Galiana”. Allí se instaló en 1484 junto con otras once mujeres que vivieron en aquel beaterio a la espera de recibir la aprobación de Roma.

El Papa Inocencio VIII aprobó el 30 de abril de 1489 la Bula Inter Universa en la que, si bien obligada a Beatriz y sus seguidoras a acogerse a las ordenanzas de la orden del Císter, las podía adaptar quedando al margen de las leyes litúrgicas cistercienses. En el nuevo monasterio se rezaría un oficio peculiar, el de la Concepción. La nueva orden de monjas concepcionistas se distinguiría con un hábito blanco y capa azul.

Pero Beatriz no consiguió del todo su cometido pues el Papa le denegó la aprobación de una regla específica redactada por ella misma. Tampoco pudo vivir demasiado tiempo como monja concepcionista pues fallecía el 17 de agosto de 1491.

Beatriz de Silva fue beatificada por Pío XI en 1926 y canonizada por Pablo VI cincuenta años después.

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Mujeres renacentistas en la corte de Isabel La Católica, Vicenta Mª Márquez

Pintura divina, Sor Plautilla Nelli (1524-1588)

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Que una mujer se hiciera un hueco en el mundo de la pintura y del arte en general era toda una odisea. Pero si además esa mujer era una monja, las probabilidades de alcanzar la fama artística se reducían considerablemente. La primera pintora reconocida como tal en el renacimiento fue una monja florentina conocida como Sor Plautilla Nelli. De ella se han identificado muy pocas obras pero todas ellas de tal calidad que el propio Vasari hizo un hueco para ella en sus alabanzas artísticas. 

La noble convertida en monja 
Polixena Nelli nació en Florencia el 29 de enero de 1524 en el seno de una familia noble. Su padre, Piero di Luca Nelli era pintor pero reservó para su hija otro destino que el artístico. Es probable que Polixena entrara en el convento florentino de Santa Catalina de Siena en 1538, cuando tenía 14 años, obligada por su familia. 

Influencias artísticas
Las monjas que vivían en el convento en el que ingresó Polixena con el nombre de Plautilla eras seguidoras de un predicador que intentó sacudir los cimientos de la iglesia con sus discursos encendidos en los que denunciaba la corrupción y el lujo en las altas esferas eclesiásticas. Además de sus críticas, Savonarola defendía un estilo de vida concreto para las religiosas según el cual éstas debían dedicar su vida tras los muros de los monasterios al arte. Esto habría empujado a Sor Plautilla a iniciarse en el mundo de la pintura. Una de sus principales influencias fue una valiosa colección de dibujos del pintor dominico Fra Bartolommeo que recibió de un alumno suyo, Fra Paulino. Lo que no está claro es que recibiera instrucciones directas de este pues siendo monja es extraño que pudiera entrar en contacto con otras personas ajenas a su convento. Pero sea como fuere, Sor Plautilla recibió la inspiración de estos y otros pintores de su tiempo como Leonardo da Vinci o Rafael.

Parece ser que Sor Plautilla Nelli recibió muchos encargos a lo largo de su vida de obras religiosas, desde miniaturas hasta tablas de gran formato. Aunque, lamentablemente muy pocas se han identificado como suyas. La lamentación con santos (hoy en el Museo San Marco de Florencia), La Virgen con el Niño y cuatro ángelesPentecostés de la Iglesia de San Domenico de Perugia o La Última Cena del Convento florentino de Santa Maria Novella son algunas de las pocas obras que se han identificado como suyas.

Durante toda su vida artística Sor Plautilla recibió los halagos de grandes eruditos, entre ellos el propio Giorgio Vasari quien la calificó de virtuosa. Y además de pintar, reservó parte de su tiempo a transmitir su sabiduría a otras monjas de su convento.

Sor Plautilla Nelli, considerada la primera pintora florentina de la historia, moría en su convento el 7 de mayo de 1588.


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Encyclopedia of Women in the Renaissance: Italy, France, and England
Diana Maury Robin,Anne R. Larsen,Carole Levin

En la cumbre literaria, Emily Brontë (1818-1848)

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La Inglaterra victoriana dio al mundo de la literatura grandes nombres y grandes relatos que traspasaron su tiempo y se convirtieron en clásicos universales. Ese fue el caso de Cumbres borrascosas, una obra escrita por Emily Brontë quien a pesar de las reticencias iniciales de la crítica, terminaría convirtiéndose, junto con sus hermanas, en un claro referente de la literatura universal.

Una infancia triste e imaginada
Emily Brönte nació el 30 de julio de 1818 en la población inglesa de Thornton, en Yorkshire. La quinta de seis hermanos, Emily no tuvo tiempo de conocer a su madre, quien moría el 21 de septiembre de 1821, cuando la pequeña tenía apenas tres años. Un año antes la familia Brönte se había trasladado a Haworth donde su padre, Patrick Brönte, debía ejercer como rector.

En el verano de 1824, ella y sus hermanas Charlotte, María y Elizabeth fueron trasladadas a Lancashire, a un colegio internas. Allí permanecieron muy poco tiempo a causa de la tuberculosis que afectó mortalmente a María y Elizabeth. Las dos hermanas fallecían un año después en la casa familiar. Charlotte y Emily no volvieron a aquel lúgubre internado.

Huérfanos de madre y con dos hermanas fallecidas, los pequeños Branwell, el único niño, Anne, Emily y Charlotte vivieron una infancia alejada de la realidad imaginando mundos ficticios en lugares imaginarios a los que pusieron de nombre Angria, Gondal y Gaaldine.

La institutriz de su propio hermano
Emily tenía veinte años cuando empezó a trabajar como institutriz. Con el tiempo pudo ingresar en un colegio privado en Bruselas junto a Charlotte  pero aquel período de aprendizaje duró muy poco. Por cuestiones familiares tuvieron que volver a Inglaterra y Emily se tuvo que hacer cargo de su fracasado hermano Branwell. 

La abnegada Emily se evadía en aquellos años escribiendo poesías y algunos de los pasajes de la que se convertiría en su gran obra, Cumbres Borrascosas

Pero la vida de Emily Brönte terminó prematuramente. Cuando en septiembre de 1848 enterraban a su hermano, Emily cogió un resfriado que derivó en una mortal tuberculosis. Fallecía el 19 de diciembre con tan sólo treinta años de edad.

Cumbres borrascosas
Dos años antes Emily consiguió publicar Cumbres Borrascosas. Después de un estrepitoso fracaso con la publicación de un libro de poesía conjunto con sus hermanas Charlotte y Anne, hecho que no las desanimó, Emily dejó desconcertada a la crítica literaria del momento. Con el tiempo, la poesía de Emily y sus hermanas fue también reconocida.

 Su obra 

Cumbres borrascosas, Emily Brönte




La emperatriz solitaria, Isabel de Portugal (1503-1539)

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Las mujeres que han vivido a la sombra de grandes hombres, su biografía ha estado inexorablemente ligada a la de su consorte. Es el caso de Isabel de Portugal, cuya vida estuvo ligada emocional y políticamente a su esposo, el emperador Carlos V. Desde que se casó con su primo, Isabel tuvo una existencia solitaria, sufriendo las largas ausencias de un gobernante de tal magna extensión de tierras que era imposible controlar personalmente. Hasta cuatro largos años sufrió la soledad que tuvo que sobrellevar con su papel de gobernadora de España en ausencia de Carlos. Algunos de sus biógrafos aseguran que esa soledad fue causa importante de su muerte prematura. La emperatriz del Sacro Imperio Romano no salió nunca de la Península, en la que permaneció fiel a su marido hasta el final de su corta vida. 

La prima del rey
Isabel de Avis y Trastámara nació el 10 de marzo de 1526 en el palacio real de Lisboa. Sus padres eran el rey de Portugal Manuel I y su segunda esposa María de Castilla. Esta era hija de los Reyes Católicos, igual que la madre del futuro emperador Carlos V, Juana, conocida como La Loca, con lo que ambos eran primos.

Isabel fue educada con gran esmero. Latín y otras lenguas, nociones de ciencias, música y una profunda formación religiosa recibió Isabel siguiendo la educación que había recibido su madre en la corte humanista de los Reyes Católicos. 

Pero la vida tranquila y feliz del palacio lisboeta se vio truncada en 1517 cuando la reina María falleció al dar a luz a su octavo hijo. Isabel, que entonces tenía 13 años, queda huérfana junto a sus hermanos. Al drama que supuso perder a su madre, los hijos del rey Manuel vieron como este al año siguiente se casaba con Leonor, hermana de Carlos y por tanto prima de los que terminarían siendo sus hijastros. Ante semejante situación, el recelo inicial fue evidente aunque con el tiempo Isabel consiguió mantener una estrecha relación con su prima y madrastra. 

Gobernadora de España
En aquellos años ya hacía tiempo que la boda de Carlos empezaba a ser un asunto que afectaba no sólo a España sino también al resto de todos los territorios que había recibido en herencia en Europa, África y América. La mujer que se casara con él debía ser elegida con máximo tino y acierto. El nombre de su prima Isabel siempre estuvo en el tablero de las negociaciones pero varios hechos en la política europea retrasaron en más de una ocasión la decisión.

Pero a punto de finalizar en año de 1521, fallecía Manuel I y le sucedía su hijo Juan III, hermano de Isabel y soltero como su primo Carlos al que le ofrece afianzar las relaciones entre España y Portugal mediante la negociación de un doble matrimonio: el rey portugués se casaría con Catalina, la hermana pequeña de Carlos, y éste aceptaría por esposa a su prima Isabel.

Sin embargo aún pasarían unos años hasta que el doble acuerdo matrimonial se viera realizado. Mientras Catalina salía de su larga reclusión en Tordesillas junto a su madre, la reina Juana, en 1525, Isabel tendría que esperar un poco más.

El 17 de octubre de 1525 se firman las capitulaciones matrimoniales y el 1 de noviembre tiene lugar en el palacio real de Almeirim la boda por poderes. Convertida entonces en la esposa del emperador Carlos V, Isabel viaja hasta Sevilla donde tiene que esperar hasta marzo de 1526 para conocer a su marido. El 11 de marzo se casaban en los Reales Alcázares sevillanos. 

Un matrimonio a todas luces de compromiso, con un largo y difícil camino de negociaciones dinásticas, económicas y políticas, fue sin embargo, un matrimonio de amor sincero. Isabel y Carlos, a pesar de no haberse escogido por amor, desde el primer momento sintieron un mutuo afecto que fue derivando es una mayor estima a lo largo de los años. 

Aquel mismo verano, cuando la pareja imperial está instalada en Granada, se conocen los primeros síntomas de embarazo en Isabel. Pero ya entonces, la joven emperatriz verá como su vida privada se altera por causa de los acontecimientos internacionales. Aquel mismo agosto de 1526 los turcos amenazan el este de Europa tras salir victoriosos en la batalla de Mohacs, mientras, el rey francés Francisco I sigue amenazando al emperador con una nueva guerra. Todo ello hace que la pareja tenga que terminar su tranquila estancia en Granada y trasladarse lo más rápido posible a Valladolid. 

El 21 de mayo de 1527 nace el príncipe Felipe. Pocos meses después, ya en 1528, Isabel queda por primera vez sola como gobernadora con los plenos poderes recibidos de su esposo. Pero vuelve pronto de Aragón para reencontrarse con su esposa, de nuevo embarazada. El 21 de junio de 1528 nace su segunda hija, María, dejando a la emperatriz peligrosamente debilitada. 

En marzo de 1529 Carlos no puede demorar su viaje a Italia que se encuentra más que revuelta después del Saco de Roma sufrido dos años antes. 

En aquella larga ausencia Isabel tiene su tercer hijo, Fernando, nacido el 22 de noviembre de 1529. La noticia le llega al emperador en Bolonia. Pero no llegará a conocer al niño que fallecerá el 13 de julio de 1530 sumiendo en la tristeza a la emperatriz. Una tristeza que debilita a Isabel hasta hacerla caer enferma de unas peligrosas fiebres tercianas. 




Tres años después, tiempo en el que la joven gobernanta ha tenido que reponerse de sus enfermedades y tristezas y seguir adelante con su cometido político, se reencuentra por fin con su añorado esposo. De este nuevo encuentro nacerá en 1535 una nueva infanta, bautizada como Juana.

Pero la alegría de Isabel durará sólo dos años. Un nuevo conflicto, esta vez en Túnez, vuelve a alejar al emperador de tierras españolas. En 1536 la familia imperial se reúne de nuevo y en 1537 Isabel vuelve a sospechar la llegada de un nuevo hijo. Cuando el 19 de octubre da a luz a Juan, vuelve a estar de nuevo sola y en tal estado de salud que hace temer lo peor. Carlos consigue regresar al lado de Isabel a la que vuelve a dejar embarazada de su sexto hijo, un niño que nacerá muerto el 19 de abril de 1539 a los cuatro meses de embarazo.

Isabel de Portugal no sobrevivió a este último parto. Con 36 años de edad, el 1 de mayo de 1539 fallecía a causa del aborto sufrido pero también muy probablemente por su debilitada salud, alimentada de la tristeza y la soledad que durante demasiado tiempo sufrió en su corta vida. 

Isabel fue una buena reina, hizo aquello que se esperaba de las mujeres de la realeza, dar muchos herederos a su rey y ayudar en lo posible en el gobierno de sus reinos. Pero es más que probable que como mujer, fuera muy desdichada. Ilusionada en un primer momento por un matrimonio que, a pesar de ser concertado, fue del agrado de ambas partes, se topó con una realidad de responsabilidades políticas prematuras, largos periodos de soledad y una salud débil agravada por los constantes embarazos y alumbramientos. 

Enterrada en la Capilla Real de Granada, Isabel fue una reina hermosa, culta y piadosa. Su esposo quedó desolado por la pérdida de su esposa a la que amó y respetó desde el primer día pero a la que condenó a vivir una vida en soledad.

 Si quieres leer sobre ella

La emperatriz, Alfredo Alvar Ezquerra
Género: Biografía






Reinas de España, Las Austrias, María José Rubio
Género: Biografías








Ginecología y vida íntima de las reinas de España (I)Enrique Junceda Avelló
Género: Ensayo

La escritora que espió, Aphra Behn (1640-1689)

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Considerada como la primera escritora profesional en lengua inglesa, Aphra Behn tuvo una vida de novela. Desde Londres, a Suriman para terminar arruinada después de trabajar como espía al servicio del rey inglés Carlos II, Aphra Behn decidió dedicarse a la literatura para poder sobrevivir. Independiente, escandalosa a los ojos de muchos hombres, de ella dijo Virginia Woolf que gracias a su trabajo había ganado para las mujeres el derecho a expresar sus ideas. 

La joven de origen incierto
La biografía de Aphra Behn es incierta. Se sabe que Aphra Johnson nació en diciembre de 1640 pero no la fecha ni el lugar exacto, aunque este podría haber sido en Canterbury. Fue la segunda hija de un barbero llamado Bartholomew Johnson y su esposa Elizabeth Denham.

Nada se sabe sobre su educación, si recibió o no formación. Siendo una niña, Aphra estuvo viviendo unos años en la colonia de Suriman de la que volvió a principios de la década de 1660. En 1664 se habría casado con un tal Señor Behn, un hombre de origen alemán dedicado al comercio y con una carrera profesional bastante lucrativa. Aunque no se sabe si llegó a casarse formalmente, lo cierto es que al año siguiente fallecía el Señor Behn.

La espía del rey
Terminado su matrimonio de manera misteriosa, Aphra Behn inició una vida licenciosa estableciendo relaciones amorosas con distintos hombres. Entre ellos, podría haber estado el propio rey inglés Carlos II. Que fueran amantes o no no está claro pero sí el hecho de que Aphra viajó a Amberes donde trabajó como espía de la corona inglesa durante la guerra entre Inglaterra y Holanda que tuvo lugar entre 1665 y 1667. 

Su experiencia como espía no fue en absoluto positiva para Aphra. El sueldo mísero que recibía del rey, cuando lo recibía, la pusieron en una situación económica complicada. No sólo perdió su fortuna sino que tuvo que pasar un tiempo en prisión a causa de las deudas. 

La escritora profesional
Una vez recuperada la libertad, Aphra Behn encontró en la literatura una manera de seguir adelante y poder mantener su independencia. 

Aphra empezó escribiendo obras de teatro. En 1670 se estrenaba con gran éxito El Matrimonio Forzoso. A partir de entonces no dejó de escribir obras de teatro plagadas de humor y sátiras acerca de los matrimonios de conveniencia y las relaciones entre hombres y mujeres. También escribió algunas obras en verso y novelas. 

De toda su obra, la más importante para las letras inglesas fue posiblemente Oroonoko o El esclavo real, una novela publicada en 1688 en la que plasmó sus experiencias en las colonias y se convirtió en la primera obra antiesclavista. 

A pesar de su actitud liberal y desenvuelta de Aphra Behn a quien además no le tembló el pulso a la hora de tratar temas controvertidos en su época, al final fue considerada la primera escritora profesional en lengua inglesa y uno de los puntales de referencia de las obras de escritores posteriores.

Aphra Behn fallecía el 16 de abril de 1689. Fue enterrada en la Abadía de Westminster. 

 Su obra 

El príncipe Oroonoko








Las fábulas del deseo y otros relatos








El exiliado

La reina del Prado, María Isabel de Braganza (1797-1818)

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La reina María Isabel de Braganza tuvo una vida muy corta pero su papel en el mundo del arte y la cultura fue determinante en la historia de nuestro país. No en vano, fue ella quien motivó la creación del Museo Nacional del Prado, una de las pinacotecas más importantes del mundo. Pero en lo personal, María Isabel tuvo una existencia desdichada. De Portugal al exilio brasileño con una familia en la que había poco amor, para volver a Europa a casarse con su tío, el monarca español Fernando VII, María Isabel de Braganza falleció con poco más de veinte años a causa de una terrible equivocación médica. 

La infanta portuguesa
María Isabel de Braganza y Borbón nació el 19 de mayo de 1797 en el Palacio Real de Queluz, en Portugal. Era la primogénita de los futuros reyes Juan VI y Carlota Joaquina. Detrás de ella nacieron ocho hijos más, a pesar de que el matrimonio real no fue una relación en la que reinara el amor. De hecho, en 1806, cuando María Isabel aún no había cumplido los diez años, sufrió la separación de sus padres.

La pequeña infanta fue educada con esmero por profesores afines a la Compañía de Jesús y recibió una exquisita formación artística. 

Pero su vida en Portugal terminó el 27 de noviembre de 1807 cuando la familia real tuvo que marchar al exilio tras las invasiones napoleónicas de la península. En Brasil, María Isabel permaneció junto a su madre, pues sus progenitores continuaron manteniendo vidas separadas. 

Reina de España
En 1814, el rey español Fernando VII, quien también había sufrido su propio exilio, volvía victorioso. Restaurados los Borbones en el trono de España, Fernando VII decidió volver a casarse y la elegida fue su sobrina, María Isabel de Braganza (su madre era hermana de Fernando).

El 22 de febrero de 1816 se firmaban las capitulaciones matrimoniales de un doble enlace. María Isabel se casaría con su tío Fernando mientras que su hermana María Francisca se casaría con el hermano de este, Carlos María Isidro. 

Un mes después, las dos infantas iniciaban un largo viaje hacia tierras españolas. El 28 de septiembre de 1816 se encontraban las dos hermanas cerca de Madrid con sus ya entonces esposos con los que se habían casado por poderes en Cádiz. Fernando tenía entonces treinta y dos años y ella diecinueve. La ceremonia de ratificación de los dos enlaces se celebró en la iglesia madrileña de San Francisco el Grande.

Dos meses después, María Isabel empezó a notar los síntomas de un primer embarazo. Pero la alegría inicial duraría muy poco tiempo. La infanta María Isabel Luisa, nacida el 21 de agosto de 1817, no superó los cinco meses de vida. 

La impulsora de las artes
María Isabel de Braganza era una gran aficionada al arte. En una estancia en El Escorial visitó las obras de restauración del monasterio que había quedado dañado después de la guerra de la Independencia. En sus sótanos descubrió un gran número de obras de arte mal apiladas  y pensó en exponerlas en el palacio de Riofrio. Los lienzos eran obras de grandes maestros italianos y españoles y que se habían trasladado allí desdel desaparecido Alcázar de Madrid. Otras eran pinturas expropiadas por los franceses que se habían almacenado en aquellos sótanos para ser trasladadas con posterioridad a París. 

El pintor Francisco de Goya propuso entonces a María Isabel que las trasladara de nuevo a Madrid donde se podrían mantener mejor y podrían ser admiradas por un mayor número de personas.


Museo del Prado (Foto: http://www.museodelprado.es/)

El lugar para albergar aquella incipiente pinacoteca fue el Gabinete de Historia Natural, un edificio aún por terminar que había mandado construir Carlos III, abuelo de su esposo. Nacía así el Museo del Prado, gracias a la inquietud artística de la reina María Isabel de Braganza.  

Una cesárea mortal
María Isabel se volvió a quedar de nuevo embarazada, un embarazo que se vivió con cierta preocupación por parte de los médicos. El 26 de diciembre de 1818 empezaron las primeras contracciones. El parto se alargó hasta que la reina sufrió una preeclampsia que las crónicas del momento denominaron una alferesía. Lo cierto es que horas antes de iniciarse el parto, la reina se había visto aquejada de unos fuertes dolores de cabeza, preludio del terrible desenlace. Los médicos, ante el cuerpo inconsciente de María Isabel, la creyeron muerta. El rey dio autorización para practicar a su esposa una cesárea de urgencia e intentar salvar a un posible heredero al trono. Mientras, su hermana María Francisca insistía en esperar creyendo que María Isabel no había muerto. No se equivocaba. Cuando el médico empezó a cortar el vientre de la reina ésta dio un grito desgarrador. Sin ninguna compasión para la parturienta, la cesárea no se detuvo. María Isabel murió desangrada. Tenía solamente veintiún años. La niña que extrajeron de su vientre moría a los pocos minutos. 

María Isabel no dio a la corona el ansiado heredero, por eso fue enterrada en el Panteón de Infantes de El Escorial. Fue sin embargo gracias a ella que hoy podemos disfrutar de una de las pinacotecas más importantes del mundo. 

El Real Museo de Pintura se inauguraba el 19 de noviembre de 1819, un año después de su muerte. El pintor Bernardo López Piquer inmortalizó a María Isabel en un bello cuadro en el que aparece señalando con una mano el edificio del que sería el Museo del Prado y con la otra se apoya sobre los planos del mismo. 

 Si quieres leer sobre ella 


Los espejos de Fernando VII, Mª Pilar Queralt del Hierro
Género: Novela histórica






Ginecología y vida intima de las reinas de España, Enrique Junceda
Género: Ensayo

La última beguina, Marcella Pattijin (1920-2013)

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Hay movimientos, corrientes, que son efímeras, otras perduran en el tiempo. Algunas, al final, se acaban extinguiendo. Hace unos días nos dejaba una monja nonagenaria cuyo fallecimiento no habría traspasado los muros de su hogar si no fuera porque con ella terminaba un movimiento religioso cuyos orígenes hemos de buscar en los remotos siglos medievales. Marcella Pattijin fue la última beguina, la última de una larga lista de mujeres que escogieron el mundo de la mística y la piedad sin renunciar a su vida seglar, unas mujeres que revolucionaron, a su manera, la manera de vivir en religión. Muchas de ellas se convirtieron en poetas destacadas de la mística medieval.

La monja que no podía ver
Marcella Pattjin nació en el Congo Belga en 1920. La ceguera que sufría no fue obstáculo para una mujer llena de energía y mucha fuerza de voluntad. En Bruselas, cuando era una joven de 20 años con profunda vocación religiosa, ningún convento quiso aceptarla. Pero Marcella no se rindió y siguió buscando su lugar en el mundo. Ese lugar se encontraba en Sint Amandsberg, una comunidad de más de doscientas beguinas situada cerca de Gante. Esas mujeres eran herederas de un movimiento religioso que nació en la Edad Media y que cambió radicalmente la manera de vivir como monjas. Aquellas beatas decidieron vivir unidas pero sin seguir ninguna orden religiosa.

Marcela estuvo en Gante buena parte de su vida ayudando en el cuidado de enfermos. En su tiempo libre tocaba el acordeón y la mandolina.

Hasta 2005 vivió con otras ocho beguinas en Kortrijk a las que sobrevivió. Desde entonces vivía en una residencia debido a su avanzada edad. 

Murió el pasado domingo 14 de abril mientras dormía. Su muerte ponía punto y final a una historia que había durado 800 años. Ella fue la última de un grupo de mujeres excepcionales, mujeres de profunda fe que no quisieron renunciar a la vida. Algo que en el siglo XXI puede sonar ingenuo, pero que en las rígidas estructuras medievales fue una auténtica osadía.




La mujer rebelde, Margaret Sanger (1879-1966)

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A menudo la vida de las personas se ve dramáticamente marcada por hechos irreversibles. Una muerte inesperada o una existencia difícil dirigen el camino de muchos hombres y mujeres. Es lo que podría haberle pasado a Margaret Sanger, una enfermera con profundos sentimientos feministas que luchó toda su vida por el control de la natalidad. Hija de padres católicos, su madre tuvo una larga lista de hijos a los que dejó huérfanos al morir de tuberculosis y cáncer cervical. Margaret nunca superó la muerte de su madre y siguió los pasos de su padre hacia el ateísmo y el socialismo. 

Cuidando de su familia
Margaret Higgins nació el 14 de septiembre de 1879 en Corning, Nueva York. Su padre, Michael Hennessy Higgins, era de origen irlandés. Había vivido en Canadá y aunque estudió medicina, se dedicaba a esculpir pequeñas esculturas en piedra, sobretodo de temática religiosa. Su madre, Anne Purcell Higgins era una mujer profundamente devota que pasó por dieciocho embarazos de los que llegaron a término once. Margaret era la sexta de esa larga lista de vástagos a los que tuvo que cuidar durante su infancia y primera juventud. 

En 1894, cuando tenía quince años, pudo ingresar en la escuela Claverack de Nueva York pero regresó a casa dos años después para seguir cuidando de sus hermanos y de su madre, enferma de tuberculosis y cáncer cervical. La muerte de su madre en 1899 dejó desolada a Margaret y a toda su familia. 

Poco tiempo después, Margaret ingresó en el hospital de White Planes, en un suburbio de Nueva York, donde empezó a estudiar y a ejercer de enferma. 

En 1902 se casó con William Sanger, un arquitecto con profundas ideas socialistas que ayudaron a Margaret a iniciar su vida como activista. En el hospital de White Planes, Margaret observó con impotencia como se sucedían demasiados embarazos no deseados que conducían en la mayoría de casos a abortos mortales. 

Sin dioses ni maestros
Un 1914, un año después de separarse de William, Margaret decidió iniciar una campaña activa de concienciación social sobre la necesidad de desarrollar métodos anticonceptivos que frenara aquel número exagerado de embarazos no deseados. Para ello fundó una revista femenina titulada La mujer rebelde (The Woman Rebel) en la que, bajo el lema “Sin dioses ni maestros” defendió la anticoncepción.

El siguiente paso lo dio en 1916 cuando abrió la primera clínica de control de la natalidad en los Estados Unidos. Margaret fue arrestada por distribuir información sobre métodos anticonceptivos hecho que llevó a aumentar su popularidad. 

Margaret Sanger siguió trabajando y en 1921 fundó la Liga Americana de Control de la Natalidad que terminaría convirtiéndose en la Federación Americana para la Planificación Familiar. Ese mismo año se casaba con James Noah H. Slee, con el que permanecería hasta su muerte.

Después de años de lucha, en 1951, Margaret conseguía financiación para avanzar en la investigación de la píldora anticonceptiva. Tres años más tarde, Enovid, era la primera pastilla anticonceptiva que se probó en cincuenta mujeres. 

La eugenesia negativa
Si su defensa de la píldora anticonceptiva fue controvertida y revolucionaria en aquellas primeras décadas del siglo XX, no menos conflictivas fueron sus ideas sobre la eugenesia. A pesar de declarase contraria a las prácticas racistas de los nazis alemanes, Sanger defendía el control de la inmigración, sobretodo de personas débiles físicas y mentales, así como un control de la reproducción de personas que no fueran perfectas física o mentalmente. 

Margaret Sanger fallecía en Tucson en 1966. Desde su muerte, su figura continuó siendo recordada como una de las principales defensoras de los derechos de la mujer en los Estados Unidos. Calles, hospitales y reconocimientos a los avances científicos en defensa del control de la natalidad llevan su nombre. 

La constructora de Irak, Gertrude Bell (1868-1926)

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El 23 de agosto de 1921 el emir Faisal era coronado rey de Irak. Su elección había sido fruto de amplias negociaciones, conferencias en París y El Cairo pero, sobre todo, de las indicaciones de una dama inglesa que conocía el mundo árabe como la palma de su mano. Rica, elegante, amante del desierto, Gertrude Bell fue una mujer fascinante que se pasó buena parte de su vida viajando por Oriente Próximo, conviviendo y estudiando su cultura y su gente, de la que se ganó un profundo respeto. Sus conocimientos del terreno fueron de gran valor para el gobierno británico quien la contrató para formar parte del equipo de inteligencia militar de la Oficina de Oriente. Sus viajes, estudios arqueológicos y cometidos políticos salvarían, por un tiempo, a Gertrude Bell de la tristeza y la melancolía. 

Una niña rica
Gertrude Margaret Lowthian Bell nació el 14 de julio de 1868 en el condado inglés de Durham. Su madre se llamaba Mary Shield y su padre Hugh Bell. Hugh era heredero del gran magnate de la siderurgia sir Isaac Lowlluan Bell. Gertrude había nacido en uno de los hogares victorianos más ricos y prósperos pero la felicidad fue truncada por la muerte prematura de su madre cuando dio a luz a su hermano Maurice. Gertrude tenía entonces tres años y la desaparición repentina de la madre fortalecería muchísimo la relación de tuvo con su padre la cual no desaparecería a lo largo de toda su vida. Ni tan siquiera cuando Hugh volvió a casarse en 1876 con Florence Olliffe, una joven escritora de veintiséis años que descubrió a la pequeña los fantásticos cuentos orientales.

Su padre y su madrastra tendrían tres hijos, Elsa, Molly y Hugo y en aquel tiempo Gertrude pasó largas temporadas con sus primos y abuelos y fue educada en casa. Cuando la joven cumplió dieciséis años, su padre, consciente del talento de su hija no dudó en enviarla a estudiar al prestigioso colegio femenino londinense Queen’s College. Allí Gertrude demostró ser una estudiante modelo y destacó hasta tal punto que su profesor de historia le propuso continuar sus estudios en Oxford, un lugar muy poco común para una mujer y donde su estancia académica no estuvo exenta de comentarios machistas por parte de profesores y estudiantes. 

A pesar de los prejuicios sociales, Gertrude se había convertido en una joven coqueta, inteligente pero con tal nivel de arrogancia que espantó a cualquier posible pretendiente. Empezaron  entonces unos años difíciles en los que la búsqueda de marido se convirtió en una tarea poco menos que imposible.

Buscando su camino
Gertrude Bell era una joven de poco más de veinte años que a pesar de haber demostrado grandes capacidades intelectuales no había conseguido el principal cometido de una muchacha en la Inglaterra victoriana, convertirse en esposa y madre.

Cansada de la búsqueda infructuosa de marido decidió dar un giro radical a su vida y marchar lejos de casa. Ni más ni menos que a Irán, donde estaba dispuesta a encontrar, sino el amor, al menos su camino vital.

En la embajada británica Gertrude sí conoció a un hombre que la atrajo, Henry Cadogan. Henry era secretario de la embajada, inteligente, culto, encantador pero había un pequeño detalle que el padre de la joven no pasaría por alto, la falta de fortuna. Esta fue la razón que adujo Hugh Bell para negarse a la petición de matrimonio de su hija. Y ella lo aceptó con todo el dolor de su corazón, tal era el respeto que sentía por su padre.

De vuelta a Inglaterra, Gertrude plasmó en su primer libro las experiencias vividas en Persia. Persian Pictures se publicaría en 1894. Un año antes había recibido la trágica noticia de la muerte en un accidente de su amado Henry Cadogan.

En 1899, después de varios viajes por Europa atravesando montañas y disfrutando de la cultura occidental, decidió volver a Oriente. Esta vez con un objetivo más audaz, viajar al desierto en una expedición organizada por ella. Aun pasarían unos años estudiando y preparándose para aquella aventura que la adentraría en un peligroso mundo nómada en el que conocería culturas totalmente opuestas a sus orígenes. The desert and de sown, publicado en 1906, fue su testimonio de aquella aventura.

Los siguientes años los pasó en Turquía, volcada en la arqueología y continuó realizando viajes al desierto, con su elegante equipaje, pero dispuesta a vivir esa total sensación de libertad que necesitaba para seguir adelante con su existencia solitaria.

Fue en una de esas expediciones arqueológicas en Mesopotamia cuando en 1911 conocería a un joven estudiante llamado T.E. Lawrence y que la historia bautizaría como Lawrence de Arabia.



La política en Oriente Próximo salvó a Gertrude de la depresión, sobre todo después de haber sufrido su segundo desengaño amoroso tras perder a un amor imposible, un hombre casado y que tendría también un final trágico.

El gobierno inglés contrató a la aventurera conocedora del mundo árabe gracias a sus constantes expediciones al desierto y a su constante contacto con las tribus árabes. Su papel más importante se encontraría en la conformación de Irak. Como secretaria para Oriente, Gertrude pudo tomar sus propias decisiones en materia política y tomo las riendas de la construcción de Irak, un largo camino que culminó con la coronación del emir Faisal como rey iraquí.

Pero al final de su trayectoria vital y profesional, Gertrude Bell volvía a estar sola. El nuevo rey ya no la necesitaba y ella se encontraba en aquel verano de 1926 con casi sesenta años, sola, sin una familia a la que cuidar o que cuidara de ella. Cuando el 12 de julio ya no despertó, la sombra del suicidio, causa de la muerte nunca declarada oficialmente, sobrevoló en su hermoso palacio.

Gertrude Bell fue una mujer de carácter cuya inteligencia y valentía no encajaron con la sociedad victoriana que le tocó vivir. Así, a pesar de que para la gran historia contemporánea jugó un papel determinante en la construcción de Oriente Próximo, al final su vida fue un continuo huir hacia delante, buscando su verdadero lugar en el mundo. Quizás fueron sus estancias en el desierto, con las gentes nómadas que habitaban en él, el único consuelo que tuvo en su vida.

 Si quieres leer sobre ella

Viajeras intrépidas y aventureras, Cristina Morató







Damas de Oriente, Cristina Morató

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