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La madre del emperador, María Leticia Ramolino (1750-1836)

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Napoleón Bonaparte fue sin duda uno de los personajes más importantes y destacados de la Europa del XIX. Con su tenacidad y determinación llegó a ser emperador y poner en jaque a muchos de los países de la Vieja Europa que vieron cómo los ejércitos del corso amenazaban sus fronteras. Aquel hombre bajito que llegó a lo más alto, provenía de una familia de la Córcega independiente, de padre abogado y madre noble. Esta, María Leticia fue una mujer hermosa e inteligente que estuvo siempre al lado de sus hijos. Mujer también de carácter, no dudó en enfrentarse al emperador a causa de su boda con Josefina Bonaparte. 

La dama corsa
María Leticia Ramolino nació en Ajaccio, Córcega, el 24 de agosto de 1750. Leticia era la hija pequeña de Giovanni Geronimo Ramolino y Angela Maria Pietrasanta, ambos pertenecientes a la nobleza de la isla. Cuando su padre falleció siendo ella una niña de cinco años, su madre volvió a casarse con un capitán llamado François Fesch.

Leticia fue educada siguiendo las estrictas normas de la alta sociedad de su tiempo preparándose para ser una dama refinada, piadosa y perfecta ama de casa. Pero la joven y hermosa Leticia siempre se interesó por la vida política de Córcega. 

En 1764, cuando Leticia tenía apenas catorce años siguió los mandatos de su familia y se casó con Carlos Bonaparte el 2 de junio de aquel año. Carlos era un abogado de buena familia cuatro años mayor que ella con quien, a pesar de haberse visto obligada a casarse, mantuvo una relación muy buena. De los trece hijos que tuvieron, ocho consiguieron llegar a la edad adulta y muchos de ellos se convirtieron en reyes, duques y, uno, emperador.

Precisamente cuando Leticia estaba embarazada del futuro Napoleón Bonaparte, las tropas francesas, bajo las órdenes de Luis XV, invadían Córcega con el fin de anexionarla. A pesar de su estado, Leticia no abandonó a su marido quien viajó por toda la isla en busca de apoyos a la causa corsa. Los sueños se desvanecían con la victoria francesa en la revuelta de Ponte-Novo.

En aquella Córcega francesa, Carlo Bonaparte se vio obligado a dejar sus actividades políticas. Los Bonaparte vivieron desde entonces en sus propiedades alejados de la vida pública. Fue en aquel tiempo cuando Leticia podría haber tenido una relación amorosa extramatrimonial con un amigo de su marido, el Conde de Marbeuf. 

En 1785 fallecía Carlo Bonaparte y dejaba a la joven Leticia de treinta y cinco años, viuda y al cargo de una amplia prole. Fue gracias a su determinante austeridad y a la ayuda económica de sus hijos mayores, que Leticia pudo mantener sus propiedades. 

La dama francesa
Cuando en 1789 estallaba la revolución francesa, Leticia no pudo evitar que sus hijos se implicaran en el destino de Francia arrastrándola a ella misma a una vida lejos de su Córcega natal. Durante la revolución, Napoleón se había posicionado del lado jacobista y se había enfrentado abiertamente a los nacionalistas liderados por Pasquale Paoli, un enfrentamiento que le obligó a él y a su familia a exiliarse a Francia en 1793.

Napoleón se cobraría la revancha cuando su rápido ascenso en el París revolucionario le permitió derrotar a los corsos enemigos de sus ideales. Convertido en un hombre rico y poderoso, Napoleón no se olvidó de su madre a quien le permitió vivir lujosamente además de poder retornar temporalmente a su hogar en Ajaccio.



Cuando en 1796 Napoleón se encontraba en un momento exitoso de su carrera militar, contrajo matrimonio con una viuda francesa llamada Josefina de Beauharnais. Aquel matrimonio fue razón suficiente para alejar a Napoleón de su madre, quien nunca aceptó aquella relación mostrando su disconformidad abiertamente, desde el mismo momento de hacerse pública su relación hasta la muerte de Josefina.

Mujer de gran carácter y fiel a sus convicciones, Leticia llegaría incluso a declinar la invitación a su ceremonia de coronación imperial. Hecho que no impidió al gran pintor Jacques-Louis David no sólo inmortalizarla es un archiconocido cuadro La coronación de Napoleón, sino que la situara en un lugar de honor, en la tribuna ubicada justo en el centro del lienzo.

La dama romana
Leticia Bonaparte, fiel a su clan, siguió a su hijo a su triste destino en el exilio de la isla de Elba tras su caída en desgracia en 1814 y le ayudó en su intento desesperado de volver a París.

Tras la reclusión definitiva de Napoleón en Santa Helena, Leticia decidió retirarse a vivir a Roma, donde se instalaría en el palacio Rinuccini, lugar que convirtió en memorial de la gloria pasada de su familia.

El 2 de febrero de 1836, tras un debilitamiento progresivo de su cuerpo, Leticia Bonaparte fallecía con ochenta y cinco años de edad. Su nieto, Napoleón III, fue el encargado de construir años más tarde la Capilla Imperial de Ajaccio, donde los restos de su abuela descansarían para la eternidad.  

La reina amada, María de las Mercedes (1860-1878)

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María de las Mercedes protagonizó uno de los reinados más breves pero más conocidos de la historia de España. Primera esposa de Alfonso XII, María de las Mercedes fue una muchacha alegre que se ganó el corazón de su primo y de todos los españoles que llevaban tiempo deseando una familia real mínimamente estable tras la partida de Isabel II y los años convulsos que le siguieron. Alfonso XII amó a su esposa con pasión y devoción por lo que cuando ésta falleció de tifus pocos meses después de contraer matrimonio, el rey quedó completamente desolado. Su historia de amor sería objeto de coplas, novelas y películas en los años posteriores.

La prima del príncipe
María de las Mercedes de Orleans y Borbón nació el 24 de junio de 1860 en el Palacio Real de Madrid. Mercedes formaba parte de la familia real más cercana a la reina Isabel II pues era su sobrina y ahijada. Su madre, la infanta Luisa Fernanda de Borbón, era la hermana pequeña de la reina. Su padre era Antonio de Orleans, duque de Montpensier e hijo a su vez del rey francés Luis Felipe de Orleans.

Mercedes fue la quinta hija de los duques, una niña simpática, de tez morena y carácter risueño que tuvo una infancia feliz a pesar de los continuos traslados de su familia por causas políticas. De sus días inolvidables en el palacio de San Telmo en Sevilla, Mercedes y los suyos tuvieron que partir al exilio, primero en Lisboa y después en Francia.

Fue en la residencia francesa de Randan, donde los primos Mercedes y Alfonso se conocieron por primera vez.  Corría el año 1872 y los duques de Montpensier planificaron aquel encuentro familiar con Isabel II y sus hijos. Entonces Alfonso era un joven de poco más de doce años y se había trasladado desde Viena donde había iniciado sus estudios. 

Alfonso se encontró con una prima de doce años alegre que se coló en su corazón desde el primer momento. Pero aún tendrían que pasar años de distancia y conflictos familiares para poder conseguir una unión definitiva.

La esposa del rey
Mientras el amor entre Mercedes y Alfonso crecía poco a poco, España vivía unos tiempos difíciles en los que los conflictos y los constantes cambios de regímenes turbaron la existencia de sus habitantes. 

Fue el 29 de diciembre de 1874 cuando se produjo la restauración monárquica en la persona de Alfonso XII. Nombrado rey, como su amada Mercedes le había vaticinado tiempo atrás, inició un largo recorrido para poder llevar al altar a su amada. 

Y es que su madre, enfrentada históricamente con el duque de Montpensier, al que acusaba de intrigar en su favor para conseguir algún día la corona para él y su hermana, veía en aquella unión una manera de favorecer los proyectos políticos de Antonio de Orleans.

Pero a la reina en el exilio sólo le quedó el desaire público al no acudir al enlace entre su hijo y su sobrina. Una boda de estado pero basada en el amor mutuo que se celebró el 23 de enero de 1878.

María de las Mercedes se convirtió en una reina joven y amada no solamente por Alfonso, sino también por su pueblo. Pero la felicidad duró escasos meses. Mercedes empezó a ver su cuerpo debilitado hasta el punto de dejarse vencer por el tifus que se la llevó dos días después de haber cumplido los dieciocho años.

El rey Alfonso XII quedaría desolado ante la prematura muerte de su amada reina y esposa y se refugió en el palacio segoviano de Riofrío mientras los restos de María de las Mercedes permanecían en una capilla del Monasterio de El Escorial.




Más de cien años después, en el año 2000, fue trasladada definitivamente a la catedral de la Almudena, un templo que ella misma había impulsado en los últimos días de su corta existencia. Se cumplía así la última voluntad de un rey que fue protagonista de una de las historias de amor más conocidas y recreadas de la historia de España.

 Si quieres leer sobre ella



De Alfonso, la dulcísima esposa
María Pilar Queralt del Hierro
 






La reina Mercedes
Ana Sagrera








 Películas que hablan de ella 


¿Dónde vas Alfonso XII?

La rica escultora, Gertrude Vanderbilt (1875-1942)

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Miembro de una de las familias más ricas y glamourosas de la América de finales del siglo XIX, Gertrude Vanderbilt utilizó su fortuna, que amplió al casarse con su marido, para dedicarse a desarrollar su gran pasión, la escultura. Educada en los más prestigiosos centros artísticos y guiada por el gran Rodin, Gertrude dejó importantes obras escultóricas, muchas conmemorativas de la Gran Guerra, en la que tuvo un destacado papel solidario. Tía de la que se convertiría en una de las principales mujeres del mundo de la moda, Gertrude veló por el bienestar de Gloria Vanderbilt, por la que llegó a luchar por su custodia. El museo Whitney de Nueva York recoge su legado artístico.

Gertrudis Vanderbilt nació el 9 de enero de 1875 en Nueva York en el seno de una acaudalada familia. Su abuelo era el magnate del ferrocarril Cornelius Vanderbilt. Gertrudis era la única niña de los cinco hijos de Cornelius Vanderbilt II y su esposa Alice Claypoole Gwynne, pues una hermana suya había fallecido poco tiempo antes de que ella naciera. La pequeña Gertrude tuvo una infancia feliz disfrutando de todos los lujos y conviviendo con sus hermanos a los que quería con locura.

Su educación estuvo a cargo de tutores privados que complementaron la formación recibida en el prestigioso y exclusivo Brearley School de Nueva York.

Gertrude tenía veintiún años cuando se casó con Harry Payne Whitney, un rico inversor y banquero que también pertenecía a una poderosa familia americana. La pareja tuvo tres hijos, Flora, Cornelius y Barbara.

Gertrude siempre había sentido un cierto interés por el arte pero fue durante un viaje por Europa a principios del siglo XX cuando entró en contacto con el mundo bohemio de París y descubrió su verdadera pasión artística, la escultura. Sin dudarlo, ingresó en la Art Students League de Nueva York y profundizó en el arte de la escultura. Tuvo incluso el gran honor de volver a París donde aprendió de Auguste Rodin. Su obra escultórica fue bien recibida por la crítica tanto europea como norteamericana.

En 1914 Gertrude instaló en una de las muchas posesiones de la pareja en Nueva York el Whitney Studio Club, un lugar en el que pudieran exhibir su obra los autores noveles. Amante de las artes, Gertrude también ayudaría a los nuevos músicos creando una organización que promoviera a los nuevos talentos.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Gertrude Vanderbilt dedicó parte de su tiempo y dinero en fundar un hospital en Juilly, cerca de París, para dar asistencia médica a los soldados heridos en el frente. Gertrude dedicaría parte de su obra escultórica a conmemorar a los héroes de la Gran Guerra.

En 1930 se fundaba el Whitney Museum for American Art en la ciudad de Nueva York, un centro artístico que aun hoy continua siendo un punto de referencia del arte norteamericano.



Al final de sus días protagonizó un complicado conflicto familiar con su cuñada Gloria Mercedes Morgan con quien llegó a los tribunales para conseguir la custodia de su sobrina, la que con el tiempo se convertiría en la famosa Gloria Vanderbilt.

Tras una larga enfermedad, Gertrude Vanderbilt Whitney fallecía el 18 de abril de 1942. Su obra se puede contemplar en lugares tan dispares como Perú, Washington o Huelva.

La hija del Duce, Edda Mussolini (1910-1995)

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Rica, poderosa, mujer de gran carácter que quiso siempre controlar su propio destino. Pero la vida de Edda Mussolini no fue una vida fácil. Hija ilegítima del que sería el último dictador de Italia, vivió una infancia rodeada de desamor e infidelidades. Esposa de uno de los hombres más cercanos al duce, se convirtió en condesa y mantuvo una relación matrimonial bastante peculiar, en la que las infidelidades de ambos cónyuges estaban a la orden del día. Mujer clave en las relaciones entre Mussolini y Hitler, tuvo un papel destacado durante la Segunda Guerra Mundial como enfermera de la Cruz Roja. Pero lo que hizo que su vida se convirtiera en una dramática historia fue el fusilamiento de su esposo por orden de su propio padre. 

Edda Mussolini nació el 1 de septiembre de 1910 en la ciudad italiana de Forlí. Cuando Edda nació, sus padres, Rachelle Guidi y Benito Mussolini, por entonces un sindicalista activo, no estaban casados. No fue hasta cinco años después cuando contrajeron matrimonio por la iglesia para guardar las apariencias. Ya entonces Mussolini tenía amantes que amargarían la existencia de su esposa oficial.

La infancia de Edda y sus hermanos transcurrió en distintas ciudades, siguiendo a sus padres a medida que Mussolini iba adquiriendo más y más poder. Desde pequeña, Edda demostró ser una niña distinta a lo que se esperaba de las jovencitas de la época. En su casa la llamaban "Sandokán" e incluso fue tildada de marimacho. Su educación en un colegió de niñas bien no surtió efecto y tuvo que ser expulsada. 

Tenía veinte años cuando la rebelde Edda decidió casarse con Galeazzo Ciano. Galeazzo era hijo del conde Constanzo Ciano, uno de los hombres más cercanos a Mussolini, por lo que pronto la carrera de su futuro yerno despegaría con gran facilidad. La boda, celebrada el 24 de abril de 1930 fue un auténtico evento social que congregó a mas de cuatro mil invitados. 

Pero aquel matrimonio que parecía iniciarse como un cuento de hadas, pronto se convirtió en una relación diferente a lo convencional. Galeazzo, quien tenía fama de mujeriego, pronto le fue infiel a su esposa quien, tras la primera decepción, decidió establecer una relación amistosa con su marido y seguir sus mismo pasos. Desde entonces, fueron muchos los amantes los que tuvo la condesa de Cortelazzo y Buccari. A pesar de tener esa relación abierta, la pareja mantuvo una relativa vida en familia y tuvieron tres hijos, Fabrizio, al que llamaban cariñosamente, Ciccino, Raimonda, conocida como Dindina y Marte, al que apodaron Mowgli.




En los años previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Edda acompañó en varias ocasiones a su marido a las reuniones con los altos dignatarios nazis, con los que Galeazzo pronto vio que no iba a congeniar en absoluto. Edda, con su locuacidad y elegancia, encandiló a hombres como Hitler y fue una pieza clave en aquellas reuniones. 

Durante la guerra, Edda se formó como enfermera para poder ingresar en la Cruz Roja y ayudar a los soldados heridos, labor por la que fue reconocida con la Medalla de Plata de Valor Militar.




La vida de Edda Mussolini se precipitó a un terrible abismo después de la celebración del Gran Consejo Fascista, celebrado en junio de 1943. En aquella reunión de los altos cargos del fascismo italiano, Galeazzo no dudó en votar en contra de Mussolini, a causa de su rechazo a la política filoalemana que hacía años que estaba llevando a cabo. Aquello supuso su sentencia de muerte. El 11 de enero de 1944, y sin que su esposa pudiera mediar ante su propio padre, Galeazzo Ciani fue ejecutado con un tiro por la espalda. El carácter fuerte de la niña del duce, a quien parecía haber dominado toda su vida, no fue suficiente para frenar aquella ejecución que partió en dos a Edda, quien renegó de su padre y de su propio apellido. 



Con la ayuda de Emilio Pucci, que había sido su amante, Edda pudo huir a Suiza y llevar consigo los diarios personales de su esposo. Edda pasó una larga temporada en un sanatorio suizo y tiempo después volvió a Italia donde intentó tener una existencia anónima, alejada de la vida pública. En contadas ocasiones se la pudo ver en público. Una de ellas, durante la presentación del libro de su hijo Fabrizio titulado Cuando el abuelo mandó fusilar a papá. Ella misma también llegaría a escribir sus propias memorias. 

Edda Ciano fallecía el 9 de abril de 1995 en Roma.


 Si quieres leer sobre ella 



Dictadoras, Rosa Montero








Tras tus pasos, Begoña Aranguren

La princesa de Darío, Francisca Sánchez (1879-1963)

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Francisca era una joven humilde, hija natural de uno de los jardineros del rey Alfonso XIII. Era analfabeta, sencilla, con un futuro no demasiado halagüeño para una mujer de su posición en un mundo reservado a los hombres y pocas mujeres elegidas. Pero Francisca terminó convirtiéndose en princesa gracias a su amor incondicional por uno de los escritores más grandes de las letras hispanas de finales del siglo XIX y principios del XX, Rubén Darío. Francisco se convirtió en la Princesa Paca, en el último y gran amor del poeta viviendo una vida de novela y desafiando a los convencionalismos de la época.

Francisca Sánchez del Pozo nació en 1879 en la pequeña localidad avilesa de Navalsaúz. Hija natural de Celestino Sánchez y Juana del Pozo, Francisca tuvo una infancia dura, en la que tuvo que ayudar a sus padres y su amplia lista de hermanos para salir adelante. Ni que decir tiene que no tuvo acceso a una mínima educación por lo que llegó a la juventud siendo analfabeta.

Cuando su padre Celestino recibió una oferta de trabajo de la capital, no se lo pensó dos veces y marchó a Madrid junto a su familia para aceptar el cargo de guardia en los jardines reales de la Casa de Campo. En aquellos parajes pasaba las jornadas la entonces una joven Francisca cuando se topó con el que se convertiría en el gran amor de su vida. 


Una mañana de 1899, el escritor Ramón del Valle-Inclán, paseaba por los jardines reales acompañado de Rubén Darío, poeta nicaragüense que por aquel entonces estaba en España como enviado especial del diario argentino La Nación. El flechazo fue inmediato y desde aquel instante, la pareja selló un amor que solamente la muerte rompería.

Pero la pareja de enamorados no lo tendría nada fácil. Rubén, viudo de su primera esposa, aún estaba casado con Rosario Murillo, una mujer con la que había contraído matrimonio tras la amenaza del que se convertiría en su cuñado. Debido al estado civil de Darío, aspirar a casarse con Francisca pasaba por conseguir la nulidad papal, cosa que intentó sin éxito, o pedir un divorcio que tampoco nunca llegó. A pesar de las trabas legales y las más que seguras críticas sociales, decidieron vivir juntos.

Francisca y Rubén llegaron a tener cuatro hijos, de los cuales solamente sobreviviría uno, y mantuvieron una sólida relación a pesar de las largas ausencias del poeta debido a sus cargos diplomáticos. Pero en el tiempo que estuvieron juntos, Francisca se convirtió en la musa de Rubén, quien enseñó a su esposa a leer y escribir. Fue en uno de esos viajes, cuando él trabajaba en París, cuando el poeta Amado Nervo bautizaría a Francisca como "La princesa Paca".


La felicidad de la pareja se vería definitivamente interrumpida al estallar la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando Rubén Darío marchó de nuevo a América para dar conferencias de paz. Atrás dejaba a su esposa y dos hijos a los que no volvería a ver nunca más. El 6 de febrero de 1916 fallecía en su ciudad natal a causa de una cirrosis provocada por los largos años de excesos con el alcohol. Cuando la triste noticia cruzó el Atlántico, Francisca se refugió en Navalsaúz hasta que volvió a casarse con José Villacastín.

Francisca Sánchez llevó durante años un baúl azul en el que conservaría buena parte de la obra literaria de Rubén Darío que terminó donando al Estado Español.

Francisca tuvo una larga vida al lado de José Villacastín con el que tuvo dos hijos, de los cuales sólo sobreviviría Carmen. Fallecía en agosto de 1963.

 Si quieres leer sobre ella 


La princesa Paca, Rosa Villacastín y Manuel Francisco Reina


La madre del Tío Tom, Harriet Beecher Stowe (1811-1896)

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La Cabaña del Tío Tom fue la primera novela protagonizada por un esclavo que revolucionó el mundo de la literatura y se convirtió en un arma reivindicativa contra la esclavitud en la América del siglo XIX. Su autora, Harriet Beecher Stowe, fue una mujer concienciada con el problema racial que sacudió los cimientos de la sociedad que le tocó vivir hasta el punto que el presidente Lincoln habría insinuado que su obra fue el detonante de la Guerra de Secsión. Sea verdad o una simple leyenda dicha afirmación, lo cierto es que la obra literaria de Harriet Beecher fue una de las primeras en denunciar la esclavitud además de convertirse en un clásico de las letras universales.

Harriet Elisabeth Beecher nació el 14 de junio de 1811 en Litchfield, Connecticut. Harriet fue la séptima de los trece hijos que tuvieron el predicador Lyman Beecher y su esposa Roxana Foote. Esta fallecería siendo Harriet una niña de apenas cuatro años. Su padre se volvió a casar y su experiencia con su madrastra no sería del todo satisfactoria.

Harriet estudió en una escuela femenina dirigida por una de sus hermanas, Catherine, en la que recibió una educación basada en los valores tradicionales.

Cuando en 1832 Harriet se mudó con su familia a Cincinnati descubrió el movimiento abolicionista que tenía una amplia actividad en esa ciudad norteamericana y que se convertiría en una de las principales temáticas de su obra literaria. 

Harriet se unió a un salón literario en Cincinnati donde conocería al que se convertiría en su marido, un profesor viudo con el que se casó el 6 de junio de 1836. Con Calvin Ellis Stowe tuvo siete hijos y una vida de complicidad y entendimiento. Con su marido y sus hijos Harriet se mudó a Brunswick donde Calvin había conseguido un empleo como profesor. 

Corría el año 1850 y las leyes esclavistas y contra los esclavos fugitivos se iban endureciendo cada vez más. Sensibilizada con una realidad social que Harriet consideraba del todo injusta, decidió hacer oír su voz mediante la palabra escrita. Así, la señora Stowe escribió al editor de National Era, una publicación semanal que defendía abiertamente la abolición de la esclavitud. 

En junio de 1851 nacía Uncle Tom's Cabin, la historia de un esclavo negro explicada por entregas en la revista abolicionista. Tal fue el éxito de sus textos, que La cabaña del Tío Tom pronto se convertiría en un libro. Su primera edición salió el 20 de marzo de 1852 con una tirada inicial de cinco mil copias. En menos de un año se tuvieron que hacer varias reediciones debido al gran éxito de la novela de Harriet.

La historia causó un impacto en la sociedad estadounidense en la que defensores y detractores del abolicionismo estaban cada vez más enfrentados. Hasta tal punto se consideró determinante la influencia de La cabaña del Tío Tom en el conflicto civil posterior que su hijo aseguró que el presidente Abraham Lincoln en una entrevista con la escritora en 1862 le dijo a Harriet que ella había sido la mujer que había escrito el libro que había iniciado la guerra.

Terminada la Guerra Civil americana, continuó escribiendo y dirigiendo su lucha social de Harriet Beecher Stowe se dirigió también a los derechos de las mujeres a las que llegó a comparar con los esclavos por lo precario de su situación legal.

Harriet Beecher Stowe vio morir a su esposo en 1886, momento en el cual su vida empezó a declinar de manera vertiginosa. Su mente se fue deteriorando hasta tal punto que empezó a escribir La cabaña del Tío Tom pensando que su historia aún no había sido puesta por escrito. Su larga agonía duró una década, hasta que el 1 de julio de 1896 fallecía en Hartford.

Fotografiando la Gran Guerra, Christina Broom (1862-1936)

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La Primera Guerra Mundial fue uno de los primeros conflictos armados retratados con técnicas fotográficas. Imágenes que inmortalizaron momentos terribles de la historia. Tras aquellas cámaras rudimentarias, hombres y mujeres que ayudaron a crear un ingente fondo visual que ayudaría a las generaciones venideras a hacerse una idea de la crueldad de aquel conflicto global. Christina Broom fue una de aquellas personas, considerada la primera mujer fotoperiodista inglesa y de las primeras de la historia. Autodidacta y con una afición tardía, convirtió la necesidad de ganarse la vida en una profesión que no abandonó. A pesar de que Christina no estuvo nunca en el frente, sus imágenes de soldados consiguieron plasmar el temor, la incertidumbre y la desesperanza de aquellos hombres que marchaban a la guerra sin saber su destino. Christina Broom se convirtió también en testigo de los movimientos sufragistas y de alguno de los acontecimientos más importantes de la historia de su país.

Christina Livingstone nació el 28 de diciembre de 1862 en Chelsea. Christina adoptó el nombre de Broom al casarse con Albert Edward Broom en 1889. La vida tranquila de Christina, que tuvo una hija con Albert llamada Winifred, se vio alterada en 1903 cuando los negocios familiares con los que se ganaban la vida se fueron a pique. A esto se añadía un accidente sufrido por su marido por lo que fue ella quien tuvo que buscar una solución rápida a sus problemas económicos.


Marcha de sufragistas fotografiada por Christina Broom

Fue así como a Christina se le ocurrió coger una cámara, aprendió a hacer fotografías más o menos profesionales de manera autodidacta y montó su primer negocio fotográfico vendiendo tarjetas postales a los visitantes de las Caballerizas Reales del Palacio de Buckingham. Su puesto de venta de postales debió tener un cierto éxito pues Christina permaneció en él desde 1904 hasta 1930. Christina creó un nuevo negocio familiar en el que, mientras ella realizaba las fotografías, su hija, que abandonó los estudios, le hacía de ayudante y su marido escribía los títulos a las imágenes. El mismo año de 1904, fue nombrada fotógrafa oficial de la H.M. Houshold Brigade.

Además de mantener el nuevo negocio familiar, Christina Broom empezó a inmortalizar acontecimientos sociales que observaba. Ya en 1903 había fotografiado a los príncipes de Gales en la inauguración del tranvía de Westminster. Años después también se convertiría en el testimonio gráfico de los movimientos sufragistas que tanto dieron que hablar poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.


Soldados y sus familiares fotografiados por Christina Broom

En 1912 Christina sufrió otro duro golpe en la vida al morir su marido. Junto a su hija Winifred, marchó a vivir a una nueva casa y adoptó el nombre profesional de Señora Albert Broom.

Cuando en 1914 se iniciaba la Gran Guerra, Christina quiso plasmar con su cámara la angustia de los soldados que marchaban al frente. Y, a pesar de que ella nunca estuvo en primera línea de batalla, sus imágenes de aquellos hombres a punto de jugarse la vida se convirtieron en un testimonio muy valioso de aquellos tiempos. Christina se convirtió así en foto periodista, una de las primeras de la historia, retratando a los soldados haciendo trabajos en sus cuarteles, curando a los heridos que llegaban del frente y preparándose para su propia partida. 


Soldados fotografiados por Christina Broom

Finalizado el conflicto, su fama como fotógrafa la llevó a trabajar con revistas como Illustrated London News o The Sphere.

Con su vocación tardía, no fue hasta que tuvo cuarenta años que se puso detrás de una cámara, Christina Broom dejó imágenes para la historia no sólo de la Primera Guerra Mundial o de los movimientos sufragistas, sino también de momentos históricos como el funeral de la enfermera fusilada por los alemanes Edith Cavell o la coronació de Jorge V, además de retratar a miembros de la familia real y a personajes destacados de la vida política inglesa. 



Christina Broom trabajó como fotógrafa hasta su muerte, acaecida el 5 de junio de 1939. Su obra permanece hoy en día custodiada por distintos museos de todo el mundo.

Una espía inglesa en la Francia ocupada, Yvonne Cormeau (1909-1997)

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Yvonne Cormeau fue una mujer valiente que hizo un destacado servicio en Francia durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Su buen conocimiento del idioma y la valentía que la caracterizaban la convirtieron en un miembro destacado de los servicios secretos aliados que puso en jaque a la Gestapo que nunca pudo cogerla, aunque estuvieron constantemente pisándole los talones. Más de cuatrocientas comunicaciones por radio en las que informaba sobre movimientos enemigos y boicots de líneas telefónicas fueron algunos de los hechos clave de la espía conocida como Annette cuyo papel obtuvo el más alto reconocimiento de Francia e Inglaterra.

Beatrice Yvonne Biestfeld nació el 18 de diciembre de 1909 en la ciudad china de Shanghai, donde su padre ejercía como cónsul belga. Su madre era de origen escocés, por lo que Yvonne dominó desde bien pequeña el francés y el inglés, reforzados por su educación, recibida tanto en Bélgica como en Escocia.

En 1937, cuando Yvonne hacía tiempo que se había instalado en Londres, se casó con un contable llamado Charles Edouard Emile Cormeau con el que tuvo una hija. Yvonne apenas pudo disfrutar escasos cuatro años de su vida en familia. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Charles se alistó en el ejército y volvió herido del frente. A pesar de salvar su vida en primera línea de batalla, fallecía poco después en los bombardeos de Londres. Yvonne consiguió salvar su vida gracias a una bañera que saltó por los aires y la protegió de los escombros.

Viuda y sola, Yvonne decidió asumir el papel de su marido y contribuir a la causa aliada. Su pequeña, que tenía poco más de dos años, fue trasladada a un convento de Ursulinas donde permaneció tres años.

En noviembre de 1941 Yvonne Cormeau se alistaba en la Fuerza Aérea Auxiliar de Mujeres donde empezó realizando tareas administrativas. Su dominio del francés fue la llave para incoporarse a la SOE (Special Operations Executive) y tras un intenso entrenamiento en la Sección F como operadora de telefonía y radio fue promovida a Flight Officer. 

El 22 de agosto de 1943 era lanzada en paracaídas en Saint Antoine du Queyret, una población situada al noreste de Burdeos, en Francia. Empezaba un largo periplo realizando operaciones especiales y ayudando a la resistencia francesa bajo el nombre secreto de Annette.

Annette, que nunca permaneció más de dos o tres días en el mismo lugar, superó las cuatrocientas conexiones por radio con Londres, algo inaudito en la historia de la Sección F. Además de colaborar con las operaciones de los maquis, Annette realizó trabajos de boicots a las líneas de telecomunicaciones alemanas.

Los nazis intentaron en varias ocasiones terminar con ella. Desde dispararle en la pierna hasta colgar carteles con su rostro bajo el título de “Se busca”, Annette consiguió burlar en varias ocasiones los controles alemanes. En una ocasión, haciéndose pasar por enfermera, consiguió pasar una línea de control llevando encima un equipo inalámbrico de rayos X. 

Cuando terminó la guerra, Yvonne continuó vinculada al SOE dentro del Foreign Office realizando tareas de traducción.

Su coraje y valentía le valieron recibir la Legión de Honor y entrar a formar parte de la Orden del Imperio Británico.

Al final de sus días, cuando había cumplido los ochenta, Yvonne Cormeau volvió a casarse pero de nuevo se quedó viuda. El 25 de diciembre de 1997 fallecía en su casa de Hampshire. A su entierro acudieron dignatarios de Francia e Inglaterra en reconocimiento a la valiosa labor realizada durante la Segunda Guerra Mundial.

Una Nobel no reconocida, Lise Meitner (1878-1968)

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En la edición del año 1944, el Premio Nobel de Física fue otorgado a Otto Hahn. En su discurso de agradecimiento, el galardonado tuvo palabras de reconocimiento hacia una mujer que fue determinante en el descubrimiento de la Fisión nuclear, hallazgo por el que Hahn recibió el Nobel. Aquella mujer era Lise Meitner, a quien la comunidad científica creía como la verdadera ganadora del prestigioso premio. Lise fue una científica que dedicó toda su vida al estudio de la física a pesar de todas las trabas, que no fueron pocas, que tuvo por el simple hecho de ser mujer. Desde tener que trabajar en un taller cercano al laboratorio donde estudiaban sus colegas hasta no cobrar lo mismo que ello, sin contar con su expulsión de Alemania durante el nazismo por sus orígenes judíos. Pero Lise Meitner no se arredró por todas las dificultades que tuvo en su vida. Fue, sin duda, una trabajadora incansable y una investigadora apasionada.

Lise Meitner nació el 17 de noviembre de 1878 en Viena, entonces capital del Imperio Austrohúngaro en el seno de una familia acomodada. Su padre, un abogado llamado Philipp Meitner, recibía en su casa a importantes personalidades de la cultura y la política de la época, reuniones a las que Lise y sus hermanos acudían con regularidad. 

Lise tuvo la educación que se esperaba de las niñas de su tiempo pero poco más. Cuando terminó sus estudios oficiales con poco más de catorce años, la pequeña quiso seguir estudiando y lo consiguió gracias a la ayuda de un tutor facilitado por sus padres. Desde bien pequeña sintió una marcada inclinación hacia las ciencias. 

Su inteligencia y fuerza de voluntad fueron la clave para conseguir su ingreso en la Universidad de Viena, en 1901, algo que en aquel inicio del siglo XX era totalmente inaudito. Seis años después se doctoraba, convirtiéndose en la segunda mujer en alcanzar dicho reconocimiento en la universidad vienesa.

Lise Meitner y Otto Hahn

Poco después, Lise se trasladó a vivir a Berlín donde empezó a trabajar con el físico Max Plack. Fue en su casa donde conocería a otro científico, Otto Hahn. Pronto congeniaron y Lise y Otto iniciaron una amistad y relación profesional que perduró durante muchos años.

En 1907 Otto Hahn conseguí ingresar en el Instituto de Química de la Universidad de Berlín, algo que Lise no consiguió por su condición de mujer. A pesar de ello, insistió tanto a los responsables del centro que consiguió un humilde espacio en una antigua carpintería dentro del recinto del instituto donde pudo continuar con sus investigaciones. Cinco años tuvieron que pasar para que Lise demostrara su valía como científica y alcanzara el reconocimiento del Instituto y el permiso para acceder a los laboratorios. Empezó también a cobrar un pequeño sueldo, siempre más bajo que el de su colega Otto Hahn. Pero su inteligencia y profesionalidad no se podía negar y Lise consiguió incluso dar clases en la Universidad de Berlín.

Con el ascenso del nazismo en Alemania, Lise Meitner tuvo que abandonar Berlín y, con la ayuda de Otto, logró llegar a Estocolmo donde logró un puesto en el laboratorio del científico Manne Siegbahn. A pesar de la distancia, Lise y Otto continuaron trabajando mediante una fluida y constante relación epistolar.

Las investigaciones de ambos darían como resultado el descubrimiento de la fisión nuclear, fenómeno que Lise explicó de manera brillante en un artículo publicado en la revista Nature el 11 de febrero de 1939. El descubrimiento fue sin embargo, motivo de discordia entre ellos pues su aplicación inmediata pasaba por la creación de la bomba atómica, arma a la que Lise se opuso toda su vida.

En 1944, Otto Hahn recibía el premio Nobel de física, algo que la comunidad científica aplaudió pero criticó a la vez al pensar que su colega y compañera Lise Meitner también merecía. Su condición femenina, sus orígenes judíos, fueron algunos de los argumentos que sobrevolaban silenciosamente sobre ella. Pero lo cierto es que, a pesar de no recibir el prestigioso galardón, sí tuvo el reconocimiento público del mundo de la ciencia y a lo largo de su carrera recibió otros premios.

Establecida en Inglaterra, Lise Meitner pasó buena parte de su vida investigando hasta que falleció en Cambridge con casi noventa años el 27 de octubre de 1968.

La tímida belleza, Lily Elsie (1886-1962)

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En la conocida como era eduardiana, una mujer brilló con luz propia en el mundo del espectáculo. Lily Elsie saltó a la fama por su famosa interpretación de “La viuda alegre”, una obra de teatro en la que interpretaba, cantaba y bailaba. Su belleza y sus dotes artísticas la convirtieron en una de las mujeres más fotografiadas de su tiempo a la vez que su estilo creó tendencia. Pero detrás de aquella hermosa y enigmática mujer a la que las mujeres imitaban y los hombres adoraban se escondía un carácter enfermizamente tímido y una salud física y mental débil. 

Elsie Hodder nació el 8 de abril de 1886 en Armley, en el condado inglés de Yorkshire. Su madre, Elizabeth Hodder era una modista que había tenido a Elsie siendo madre soltera y cuyo padre no fue registrado en la partida de nacimiento de la niña. Cuando Elizabeth se casó en 1891 con el empresario teatral William Thomas Cotton, la pequeña adoptó el apellido de su padre adoptivo. 

Elsie fue una niña precoz en el mundo del espectáculo a la que todo el mundo empezó a conocer como Little Elsie (La pequeña Elsie). Con diez años ya empezaba a protagonizar obras de teatro, musicales y pantomimas. En 1900 había adoptado el nombre artístico de Lily Elsie. Ese mismo año, Lily entró a formar parte de la compañía de teatro de George Edwardes. 



Sus primeras actuaciones fueron en el  Daly’s Theatre de Londres como chica del coro. En 1907 llegaría su gran oportunidad. En junio de aquel año, en el Daly’s, se estrenó The Merry Widow, una obra que fue un éxito rotundo y convirtió a Lily en una auténtica estrella. Más de setecientas representaciones en Londres a las que siguieron una gira por distintas ciudades de Inglaterra. La ropa de Lily, diseñada por una modista famosa llamada Lucile, se convirtió en un modelo a seguir por las fans de la actriz.

En aquellos años, Lily Elsie tuvo una vida ajetreada interpretando, cantando y posando para la cámara. Grabó algunos discos y participó en dos películas. Todo ello le llevó al borde de la extenuación.



De todos los hombres que la admiraban y la pretendían, Lily terminó casándose con el hijo de un empresario textil llamado John Ian Bullough. Aquel matrimonio no fue una relación feliz y con el tiempo la pareja terminaría separándose. 

John siempre intentó que su esposa abandonara los escenarios y la vida pública, algo que hizo Lily pero por su estado de agotamiento físico y mental. Así, la artista decidió retirarse un largo periodo de tiempo de los focos. Solamente aparecía en algún espectáculo benéfico de manera muy esporádica.



En 1920 Lily y John se trasladaron a vivir a Gloucester donde permanecieron unos diez años dedicándose a actividades tan ociosas como jugar al golf o dar paseos por el campo.

A finales de los años veinte, Lily Elsie aparecía por última vez en los escenarios, en el Daly’s Theater donde nació su fama. 

Cuando en 1930 su matrimonio llegó a su fin, inició un largo y tortuoso declive. Anemia, problemas con la comida y un carácter hipocondríaco la llevaron a peregrinar por distintos centros hospitalarios, incluido un sanatorio en Suiza. Al final, su vida se apagó el 16 de diciembre de 1962 en el Hospital Saint Andrews de Londres.

La segunda reina, María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929)

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Cuando el 26 de junio de 1878, la amada reina y esposa de Alfonso XII, María de las Mercedes, fallecía de manera prematura, acababa de cumplir los dieciocho años, el rey español quedó sumido en la tristeza y la desesperación. Aquel matrimonio había sido un enlace basado en el amor mutuo, por lo que la pronta desaparición de la reina, amada no sólo por su marido sino también por sus súbditos, fue una desgracia para la corona. Y para la dinastía, pues la jovencísima María de las Mercedes no había tenido tiempo de dar un heredero al trono español. Urgía por tanto, buscar una nueva esposa, reina y futura madre de un príncipe. La elección recayó en una prima lejana del emperador Francisco José. Una mujer poco agraciada físicamente pero culta, inteligente y preparada para llevar las riendas de un país que tuvo que dirigir a la muerte de su esposo. María Cristina fue una buena reina y regente al tener que gobernar sola durante la minoría de edad de su hijo, Alfonso XIII. Pero fue también una mujer triste que nunca pudo llegar a lo más profundo del corazón de su marido.

María Cristina Desiré Enriqueta Felicidad Raniera de Habsburgo-Lorena nació el 21 de julio de 1858 en el castillo Židlochovice en Moravia, entonces territorio del imperio Austriaco. María Cristina era miembro de la familia imperial, puesto que su padre era el archiduque Carlos Fernando de Austria y su madre, la archiduquesa Isabel Francisca de Austria, era prima segunda del emperador Francisco José de Austria.
Crista, como la llamaban cariñosamente en familia, tuvo una infancia tranquila junto a sus hermanos y a caballo entre su hogar y la corte vienesa, recibió una exquisita educación digna de una archiduquesa. Siendo una jovencita, Crista ingresó en el Capítulo de Nobles Canonesas de Praga, un centro en el que las hijas de las familias nobles y aristocráticas pasaban un tiempo retiradas y dedicadas al estudio antes de contraer matrimonio.

Fue allí, en Praga, donde María Cristina recibió la noticia de su elección por parte del rey de España para convertirla en su esposa. Crista ya había tenido un breve encuentro con Alfonso XII cuando este era un joven estudiante del Theresianum de Viena y se había llevado una muy grata impresión.

Arcachon, una localidad del sur de Francia, fue el lugar escogido para el primer encuentro oficial entre Alfonso XII y la que se iba a convertir en su segunda esposa. A pesar de que el rey, aun afectado por la prematura desaparición de su amada María de las Mercedes, no tenía ningún interés en volver a casarse y tanto le daba una mujer que otra, aceptó con cordialidad a Crista. No en vano, el primer gesto de la que iba a ser nueva reina de España, fue colocar un retrato de la difunta Mercedes sobre el piano de una de las salas en la que se encontraron.

Así, el 29 de noviembre de 1879, la basílica de Atocha era de nuevo el escenario de una boda real en un Madrid que no aceptaría con tan buen grado a la nueva reina austriaca, con poco atractivo físico y de apariencia lejana. 


María Cristina con Alfonso XII

María Cristina tuvo entonces que luchar contra el rechazo generalizado, la ansiedad de dar un heredero al trono y la indiferencia de su esposo, mientras recibía lecciones de realeza de la mano de su suegra, Isabel II.

Después de dos nacimientos reales, en los que María Cristina trajo al mundo a dos niñas, la reina volvió a quedarse embarazada. Alfonso XII, quien solamente en los últimos años se acercó más a su esposa, nunca supo que Crista llevaba en su seno al ansiado heredero. El rey fallecía seis meses antes del nacimiento de su hijo, Alfonso, el 17 de mayo de 1886.


María Cristina con sus tres hijos
Empezaba en aquel tiempo una nueva y dura etapa en la vida de la reina viuda. Durante diecisiete años, María Cristina ejerció la regencia con sabiduría y rigor. Asesorada por Mateo Sagasta, dirigió los designios de su país de adopción hasta que en 1902 su hijo era considerado mayor de edad y pasó a reinar como Alfonso XIII. Desde entonces y hasta su muerte el 6 de febrero de 1929 tuvo una vida tranquila, dedicada a obras de caridad.

Su cuerpo descansa en el Panteón de reyes y reinas de El Escorial.

 Si quieres leer sobre ella 



La pasión de la reina
María Pilar Queralt del Hierro

Besando a las estrellas, Annie Jump Cannon (1863-1941)

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Animada por su propia madre, Annie Jump Cannon dedicó su vida al estudio de las estrellas. Desde que siendo una niña, observara el cielo en su hogar de Dover, Annie se apasionó por la astronomía. Profesora y amante de la fotografía, catalogó miles de estrellas con un curioso sistema nemotécnico: Oh Be A Fine Girl, Kiss Me (Sé una buena chica y bésame).

Annie Jump Cannon nació el 11 de diciembre de 1863 en Dover, Delaware. Annie era la mayor de tres hermanos del matrimonio Cannon. Su padre, Wilson Cannon, era senador y constructor de barcos que vivía con su segunda esposa, Mary Jump. Fue precisamente Mary, la madre de Annie, quien despertó e impulsó el amor de su hija hacia las estrellas y el mundo de la astronomía. Era una niña cuando Mary le descubrió las constelaciones.

En 1880 marchó a Massachussets a estudiar en el prestigioso Wellesley College, una institución educativa femenina de carácter liberal, Annie estudió matemáticas, biología y física. Entre sus profesoras, tuvo la suerte de contar con la astrónoma Sarah Frances Whiting. Cuatro años después se graduaba en física y volvía a su hogar en Delaware. 

En 1892, animada de nuevo por su madre, la joven emprendió un viaje por Europa en el que se dedicó a observar el cielo desde este otro lado del mundo. Fotografió las estrellas, las constelaciones e incluso un eclipse solar, creando un amplio catálogo de imágenes. 



Poco tiempo después, Annie enfermó de escarlatina, cuya principal consecuencia fue una sordera aguda que la aisló del mundo e hizo de ella una mujer introvertida que solamente era feliz con sus estrellas. 

Cuando en 1894 fallecía su madre, Annie, sumida en la tristeza y necesitada de encontrar su propio destino, decidió volver a Massachusets y pedir a su antigua profesora Sarah Frances Whiting un puesto como profesora. Empezaba entonces una nueva vida para Annie quien, además de enseñar física, ella misma continuó estudiando y perfeccionando sus conocimientos sobre medidas espectroscópicas. 

Tras pasar por el Radcliffe College donde estudió astronomía, el astrónomo Edward C. Pickering la contrató como asistente del Observatorio de Harvard. En 1896 Annie se convertía en miembro de las "Pickering's Women", un equipo de mujeres que debía completar el catálogo de Henry Draper de estrellas. La viuda de Draper, Anna Draper, formaba parte del equipo, un grupo de mujeres que en aquel tiempo fueron criticadas por dedicarse a una disciplina propia de hombres.



Tras años de estudio, Annie desarrolló un sistema mnemotécnico para catalogar y recordar su clasificación de estrellas. El sistema utilizafa las primeras letras de cada palabra de esta frase: Oh Be a Fine Girl, Kiss Me

En 1901 Annie Jump Cannon publicaba su primer catálogo estelar. Desde entonces y hasta el final de sus días, Annie dedicó su vida a escribir libros y a participar en conferencias y encuentros de mujeres científicas para defender su papel en un mundo tradicionalmente masculino. Su trabajo tuvo como principal recompensa que la Unión Astronómica Internacional adoptara en 1922 su sistema de clasificación estelar que, con alguna pequeña variación, aún se sigue utilizando.

Annie Jump Cannon fallecía el 13 de abril de 1941 en Cambridge, Massachusetts. Solamente un año antes se había retirado.

Atrás quedaba toda una vida dedicada a la ciencia y a la reivindicación de la mujer en el mundo de la astronomía, luchando para que ellas también pudieran estudiar las estrellas recibiendo el mismo respeto que los hombres. 

La aristócrata esclava, Dido Elizabeth Belle (1761-1804)

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Desde que el mundo occidental empezó a descubrir, invadir, colonizar y esclavizar a negros e indígenas en África o América Latina, fueron muchos los hijos ilegítimos habidos entre los invasores y las mujeres nativas. A menudo dichos hijos eran rechazados y tratados como inferiores por su mezcla de pieles y razas. Pero hubo una mujer, mestiza, que tuvo una vida excepcional y con un destino desconocido hasta el momento. Hija de un aristócrata inglés y una esclava negra, terminó sus días en la Inglaterra esclavista del siglo XVIII como una exótica dama de la alta sociedad londinense. 

Dido Elizabeth Belle nació en 1761 en las Indias Occidentales como una de las miles de criaturas habidas entre colonos e indígenas. Dido era hija de la esclava de origen africano conocida como Maria Belle y Sir John Lindsay, un capitán de la armada británica. Sir John Lindsay habría encontrado a María en un barco de bandera española capturado en el Caribe. Convertida en su concubina, María habría dado a luz a una niña mestiza.


Contra todo convencionalismo, cuando Sir John Lindsay volvió a Inglaterra en 1765, se llevó con él a la pequeña. En Londres, decidió dejar a Dido bajo la protección de su tío William Murray, Conde de Mansfield y su esposa, Lady Margery Murray, quienes no tenían hijos. Dido fue bautizada como Dido Elizabeth Belle en 1766 en la Iglesia de Saint George en Bloomsbury.


Dido con Elizabeth Murray

Dido pasó su infancia en el hogar de los Murray en Hampstead, cerca de Londres, junto a una sobrina huérfana, Lady Elizabeth Murray. La relación entre Dido y Lady Elizabeth que quedó clara, pues podría haber sido en un principio una compañera de juegos para terminar convirtiéndose en su doncella o dama de compañía, pero es poco probable que fuera tratada como una sirvienta o una esclava.

Fuera cual fuera su relación respecto a Elizabeth, lo cierto es que Dido permaneció unos treinta años en Kenwood House, el hogar de los Murray, provocando una extraña y excepcional situación. Y es que Dido, hija de una esclava, era, según la ley, esclava también. Pero Dido fue educada como Elizabeth, aprendió a leer y escribir y fue tratada como un miembro más de la familia.

Lord Mansfield, sabedor de la situación excepcional de Dido, escribió su testamento en 1783 en el que confirmaba la libertad de su hija adoptiva, además de legarle una importante suma de dinero que recibiría diez años después, cuando William Murray falleció.

Poco tiempo después de la muerte del conde, Dido se casó con John Davinier, un hombre de origen francés con el que llegó a tener tres hijos.

Dido Elizabeth Belle falleció en 1804, sobreviviendo a su marido y pasando a la historia como una mujer con un destino privilegiado a pesar de su nacimiento.

 Películas que  hablan de ella 


Belle



La ministra de la moda, Rose Bertin (1747-1813)

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En los años previos a la revolución, mientras el pueblo francés acumulaba crisis económicas y problemas sociales, veían con perplejidad las excesivos gastos de su última reina. María Antonieta, amante del lujo y el desenfreno, organizaba fiestas y gastaba dinero de manera descontrolada. De sus muchos caprichos, la moda fue uno de ellos. Una joven modista que poco antes había llegado a París se convertiría en su confidente en cuestiones de vestimenta y peinado. Rose Bertín, a pesar de ser plebeya y provocar las envidias de muchos miembros de la corte, pasaría a la historia como la primera mujer en convertir en arte del vestir en alta costura.

Marie-Jeanne Bertin nació el 2 de julio de 1747 en la Picardia francesa, en la ciudad de Abbeville. Tras pasar su infancia en provincias, Marie-Jeanne decidió trasladarse a París y cumplir su sueño de dedicarse al mundo de la moda. Con tan sólo dieciséis años cambió su nombre por el de Rose y abrió una tienda de ropa en la calle Saint-Honoré con el pomposo nombre de Le Grand Mogol.

Cuando la princesa austriaca María Antonieta llegó a París para casarse con el delfín de Francia, conocería a Rose de la mano de de la duquesa de Chartres, quien era una clienta habitual de Le Grand Mogol. Pronto la joven emprendedora se ganó la confianza  de María Antonieta a quien no le importó el origen plebeyo de Rose. Así, ante la mirada atónita de los miembros de la corte, la modista se paseaba con total libertad por los salones de palacio haciendo las delicias de su real clienta.

Entre Rose Bertin y el peluquero Leonard Autié, crearon para la reina todo un estilo propio que marcó aquellos últimos años del Antiguo Régimen. Peinados imposibles con recreaciones navales y vestidos revolucionarios que marcaron el inicio de la alta costura. Durante casi dos décadas, las creaciones de Bertin fueron las más codiciadas entre la alta sociedad parisina. Su fama traspasó fronteras y Le Grand Mogol produjo trajes para la aristocracia y la realeza de buena parte de europa.

Pero mientras María Antonieta lucía aquellos costosos trajes y Rose Bertin se enriquecía de manera vertiginosa, París se preparaba para levantarse contra la injusticia. La toma de la Bastilla el 14 de junio de 1789 cambiaría el destino de la familia real y con ella el de la que hasta entonces era conocida como ministra de la moda.

Aun así, la reina tardó tiempo en resignarse a renunciar al lujo en el que había vivido hasta ese momento y continuó pidiendo encargos a Rose. Incluso para el plan de fuga de los reyes que se vio frustrado en Varennes, la reina hizo un encargo especial a su modista.

Cuando los acontecimientos revolucionarios se precipitaron y el terror empezó a invadir las calles de París, fueron muchos los aristócratas y nobles que empezaron a huir a Inglaterra. Con ellos se iban las posibilidades de ventas de Rose quien también decidió traspasar el canal de la Mancha. Pocos meses después, su clienta más importante, y quien la encumbró en lo más alto del mundo de la moda moría en la guillotina.

Años después, en 1895, Rose Bertin volvería de nuevo al París que la vio nacer como modista. Pero a pesar de que durante un tiempo recobró un cierto renombre gracias a Josefina Bonaparte, el esplendor pasado y vivido con María Antonieta ya no se volvería a repetir.

Cansada y mayor, Rose Bertin trasladó su tienda y se retiró a vivir a Epinay Sur Seine hasta su muerte el 22 de septiembre de 1813.

La rosa de Turín, María Victoria dal Pozzo (1847-1876)

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Cuando en 1868 Isabel II fue destronada, España quedó en una situación complicada. Mientras unos defendían un cambio de régimen otros abogaban por encontrar un rey en el extranjero. Fueron estos últimos los que consiguieron imponer su decisión liderados por el General Prim. El elegido sería Amadeo de Saboya. Junto a él, llegaría a España su esposa, una dama de ideas liberales, con un triste pasado, inteligente, culta y decidida a ayudar a los más necesitados. A pesar de que el reinado de Amadeo fue efímero (escasos tres años), María Victoria, la reina consorte, quedó en el recuerdo de todas aquellas personas que recibieron su sincera solidaridad. 

Una infancia de luto
Maria Vittoria Carlotta Enrichetta Giovanna dal Pozzo della Cisterna nació el 9 de agosto de 1847 en París. Fue la mayor de las dos hijas de Carlo Emanuele dal Pozzo della Cisterna y la Condesa Luisa Carolina de Mérode-Westerloo.

Maria Vittoria pasó su infancia a caballo entre el palacio familiar de Turín y el Castillo de Reano donde vivió unos años felices y recibió una esmerada educación, acorde a las ideas liberales de su familia. La pequeña llegó a aprender siete idiomas y estudió ciencias y literatura mientras recibía de su madre una profunda educación cristiana, todo ello en un ambiente dominado por la austeridad.

Pero aquellos días de tranquila existencia se vieron truncados con la repentina muerte de Carlos Emanuele en 1864. Aquel fatídico acontecimiento provocó la enajenación mental de su madre quien se negó a enterrar el cadáver de su esposo al que veló durante largas noches acompañada de sus dos hijas. Aquello terminaría con la vida de Beatrice, su hermana pequeña, quien fallecería de tifus un mes después. Maria Vittoria viviría entonces un tiempo recluida y junto a una madre totalmente ajena al mundo real.  

Un matrimonio feliz
Maria Vittoria abandonaría su vida cubierta de luto y tristeza al conocer a su futuro esposo. Amadeo de Saboya, hijo del que se convertiría en el primer rey de la Italia unificada, Victor Manuel, se enamoró desde el primer momento que vio a la joven y no dejó de agasajarla con notas y regalos y propiciar sus encuentros. 

Su insistencia dio frutos y la pareja contrajo matrimonio en 1867. Maria Vittoria sería conocida desde entonces como princesa de Italia y duquesa de Aosta. Dos años después nacería su primer hijo, Manuel Filiberto, y un año después Victor Manuel. 

Reyes de España
Aquel mismo 1870, Amadeo viajaba a España para tomar posesión del trono. El General Prim, quien fallecería en un atentado antes de ver al rey Saboyano ejerciendo su cargo, fue el principal artífice de aquella difícil elección. 

Un año después, la nueva reina Maria Victoria llegaba con sus dos hijos pequeños ante el excepticismo y la resistencia de buena parte de la sociedad española. Los recién estrenados reyes lo tuvieron muy difícil para ejercer su nueva tarea, sobre todo a causa del rechazo abierto de la nobleza.

Maria Victoria no sólo sufrió el vacío de la alta sociedad sino que tuvo que soportar las infidelidades de su marido quien pronto inició una relación amorosa con Adela de Larra, hija del escritor Mariano José de Larra.

La reina solidaria
Maria Victoria se volcó en las obras de beneficencia y en ayudar a los más necesitados en estrecha colaboración con Concepción Arenal, quien fue una de las pocas amigas que tuvo en su estancia en España. 

El más conocido de sus actos benéficos fue la creación de la primera guardería en nuestro país. Después de conocer las difíciles condiciones de las mujeres que debían lavar la ropa en el río Manzanares durante largas jornadas con sus hijos a su lado, decidió crear un centro en el que los pequeños pudieran permanecer en condiciones saludables mientras sus madres trabajaban. Tiempo después fundaría también una casa-escuela para los hijos de las cigarreras y un hospicio para niños necesitados.

Los reyes efímeros
En 1873 nacía Luis Amadeo, tercer hijo de la pareja. Un mes después, agotado y sin apoyo de los políticos, Amadeo I de Saboya decidió abdicar. Sin ningún tipo de acto oficial, partían de España rumbo a Lisboa, con la triste sensación de no haber cumplido con su deber. Instalados definitivamente en Turín como duques de Aosta, María Victoria continuó con sus labores solidarias hasta que la muerte le sobrevino con tan sólo veintinueve años el 8 de noviembre de 1876 en Villa Dufour, en San Remo.

Enterrada en la Basílica de Supergade de Turín, son las lavanderas españolas las que le rinden eterno homenaje en su epitafio.

 Si quieres leer sobre ella 



La reina de las lavanderas, Carmen Gallardo



La inventora del lavavajillas, Josephine Cochrane (1839-1913)

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En 1850 Joel Houghton patentó la idea de fabricar un lavavajillas que nunca se llevó a cabo. Unos treinta años después, una mujer patentaría y construiría ella misma la primera máquina para lavar platos de manera mecánica. Esa mujer, Josephine Cochrane, fue una dama de la alta sociedad quien, gracias a su ímpetu y su determinación, puso en el mercado uno de los aparatos domésticos que hoy en día no falta en muchos de nuestros hogares. 

Josephine Garis Cochrane nació el 8 de marzo de 1839 en el condado de Ashtabula, en Ohio. De su infancia se sabe muy poco, solamente que vivió buena parte de su infancia junto a su padre, John Garis, entre Ohio e Indiana. Huérfana de su madre, llamada Irene Fitch, y con su única hermana lejos de casa, Josephine se crió junto a John, un ingeniero hidráulico que a buen seguro inculcó en su hija el interés por la mecánica y la ingeniería.

Tras estudiar en la escuela, Josephine vivió un tiempo con su hermana en Illinois hasta que contrajo matrimonio. Tenía diecinueve años cuando Josephine se casó con William Cochran, un hombre de negocios dedicado también a la política del que adoptó su apellido añadiéndole una "e" al final.

La señora Cochrane se convirtió pronto en una dama de la alta sociedad y una perfecta anfitriona. En sus largas y continuas veladas había mucho trabajo por hacer, entre otras cosas, limpiar los múltiples platos que se ensuciaban. Evidentemente ella no hacía aquella tediosa tarea reservada al personal de servicio de su casa pero la ruptura de muchas piezas de su lujosa vajilla empezó a suponer para ella un problema, sobre todo si tenemos en cuenta que algunos de los platos de los que disfrutaban sus invitados era porcelanas chinas del siglo XVII.



Mujer emprendedora y defensora de la máxima "si quieres algo, hazlo tú mismo", decidió diseñar una máquina que lavara su suntuoso arsenal de cocina. Dentro de una caldera de cobre dispuso una rueda con una serie de compartimentos con cables en los que cupieran a la perfección platos, vasos y otros utensilios. Dicha rueda se movía gracias a un motor mientras entraba y salía por distintos conductos agua con jabón. Había nacido la conocida como "Lavavajillas Cochrane".

Pronto la invención de su artilugio llegó a oídos de distintos hoteles y restaurantes de la zona que obligaron a Josephine a patentar y fabricar de manera más o menos masiva su nuevo invento, presentado de manera oficial en la Exposición de Chicago de 1893 donde ganó el premio al mejor invento.

Josephine Cochrane fundaría la Companía Garis-Cochran que sería uno de los remotos orígenes de la empresa Whirpool.

Josephine Cochrane fallecía el 3 de agosto de 1913. 

El ángel de Varsovia, Irena Sendler (1910-2008)

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En 1999, un grupo de estudiantes de Kansas que realizaban un estudio sobre el Holocausto judío se toparon por casualidad con el nombre de una mujer polaca y un dato junto al mismo: Irena Sendler, que así se llamaba, había salvado ni más ni menos que a 2500 niños del gueto de Varsovia durante la ocupación nazi. Salía a la luz, más de medio siglo después, la imagen de una ancianita a la que muchos de aquellos niños, ahora convertidos en adultos, reconocieron en los medios de comunicación. La historia de Irena Sendler fue la historia de una mujer valiente y con unos valores puros. Al margen de ideales políticos y religiosos, Irena se jugó de la vida para salvar a seres inocentes de una muerte segura.

Irena Sendler nació el 15 de febrero de 1910 en Otwock, Varsovia, en el seno de una familia católica. Desde bien pequeña, Irena convivió con la solidaridad y el amor y respeto a los demás. Valores que aprendió de su padre, Stanisław Krzyżanowski, un médico que falleció cuando ella sólo tenía siete años al contagiarse del tifus que sufrían sus pacientes y a quienes muchos de sus colegas no habían querido atender por miedo a contagiarse.

Irena decidió dedicar su vida a los demás y se hizo enfermera. En 1939, cuando Alemania invadía Polonía, Irena, que trabajaba en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, trabajaba duro en los comedores comunitarios de la ciudad. 

Tres años después, la situación se volvió aún más complicada con la creación del gueto de Varsovia. A pesar de que Irena se había educado en la fe católica, igual que su padre, tuvo siempre simpatía por los judíos a los que no dudó en ayudar, a pesar del peligro que aquello podía conllevar para su propia vida. 

Irena se unió entonces al Consejo para la Ayuda de Judíos, conocido como Zegota, como miembro del cuerpo sanitario para encargarse de paliar los casos de enfermedades contagiosas. Ante la amenaza de una epidemia de tifus, los nazis fueron permisivos con las personas que entraban en el gueto para intentar frenar la enfermedad. 

Además de ayudar a otras enfermeras no judías a introducirse en el gueto, Irena pronto vio se dio cuenta de que aquel espacio controlado y vigilado sólo podía ofrecer un futuro oscuro para sus habitantes. Así que decidió buscar la manera de sacar del gueto al menos a los más pequeños. Era una decisión terrible para las madres que debían desprenderse de sus hijos pero en muchas ocasiones era la única manera de salvar sus vidas. Muchos de sus padres terminarían falleciendo en los campos de concentración a los que los judíos del gueto de Varsovia fueron trasladados.

La manera más sencilla de sacar a los niños del gueto era mediante las ambulancias que trasladaban a los más graves a los hospitales de fuera del espacio controlado. Pero pronto tuvo que buscar otros métodos para hacerlo. Desde colocarlos dentro de bolsas de basura hasta en ataúdes, cualquier idea era bienvenida. 




De los 2500 niños a los que pudo salvar de una muerte segura, Elzbieta Ficowska fue uno de los casos más conocidos. En aquel terrible 1942, era solamente un bebé de escasos meses cuando se le fue administrado un narcótico y la colocaron en una caja con agujeros que pusieron escondido en un cargamento de ladrillos. Sus padres murieron en el gueto y la pequeña Elzbieta fue criada por Stanislawa Bussoldowa, una conocida de Irena. Una cuchara de plata con la fecha de su nacimiento y su apodo, Elzunia, grabados fue el pequeño objeto que mantuvo a Elzbieta unida a sus raíces. Y es que Irena siempre quiso que los niños a los que salvó no perdieran nunca sus orígenes y su verdadera identidad. Para eso llevó un exhaustivo registro que enterró en el jardín de una vecina por si ella fallecía.

El 20 de octubre de 1943 las cosas se complicaron para Jolanta, nombre en clave de Irena, quien fue detenida por la Gestapo. En la prisión de Pawiak fue sometida a terribles torturas con las que los nazis no consiguieron sonsacarle el paradero de los niños a los que había estado ayudando a escapar del gueto. 

Condenada a muerte, Irena pudo escapar de la prisión gracias a un soldado quien la ayudó a escapar y su nombre fue apuntado en la lista de ejecutados. Hasta el fin de la guerra, continuó con su labor bajo un nombre falso.

Una vez terminada la guerra, Irena desenterró las listas con los nombres de los niños y la entregó al Comité de salvamento de los judíos supervivientes.

Irena Sendler se casó y tuvo tres hijos y aun tuvo problemas con el régimen socialista que se instauró en Polonia.

Tras décadas de vida anónima, cuando su fotografía fue publicada en los periódicos fueron muchos los hombres y mujeres que reconocieron en aquella mujer a la enfermera que salvó sus vidas durante la ocupación nazi de Polonia.

La Orden del Águila Blanca de Polonia, título de Justa entre las Naciones de organización Yad Vashem de Jerusalén o su candidatura al Premio Nobel de la Paz fueron algunos de los reconocimientos a una mujer quien nunca pensó que su labor humanitaria descubierta muchos años después levantara tanto revuelo. Para ella fue lo que tenía que hacer. 

Irena Sendler falleció en Varsovia, el 12 de mayo de 2008. Tenía 98 años.


 Si quieres leer sobre ella


La madre de los niños del Holocausto, Anna Miesxkowska








 Películas que hablan de ella



El valiente corazón de Irena Sendler

La cocinera escritora, Margaret Powell (1907-1984)

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Margaret Powell tuvo una vida dura. Nacida en el seno de una familia humilde a principios del siglo XX, a pesar de estar dotada de inteligencia y una fuerza de voluntad imparables, los escasos recursos económicos de su familia impidieron que pudiera aprovechar una beca de estudios. Margaret, como muchas niñas de su tiempo, tuvo que empezar a trabajar en el servicio doméstico. Cuando un día decidió plasmar en un libro sus experiencias, Margaret se convertiría en una de las cocineras más famosas de su tiempo, no tanto por sus guisos sino por su genial testimonio de la vida de aquellos que vivían en El piso de abajo.

Margaret Langley nació en 1907 en el seno de una familia pobre en Hove, Sussex. Su padre era pintor de casa y su madre era asistenta. Abuelos, padres y una amplia prole de siete niños se hacinaban en tres habitaciones. La infancia de Margaret no fue en absoluto fácil, de hecho tuvo poca infancia al tener que hacerse cargo de sus hermanos en un ambiente de escasez constante. 

Sin embargo, Margaret era una niña espabilada e inteligente que supo aprovechar el poco tiempo que pudo acceder a la escuela. Con trece años y muy poco tiempo para dedicar a los libros, la pequeña Margaret consiguió una beca para seguir estudiando. Pero en una familia con escasos recursos y muchas bocas que alimentar, dedicarse a estudiar era todo un lujo.

Con quince años Margaret dejaba definitivamente los estudios y entraba a trabajar como asistenta en Sussex. Poco tiempo después se trasladó a Londres donde pasó a ejercer de ayudante de cocina hasta que decidió dar un paso más y convertirse en cocinera. Con valentía, imaginación y tenacidad, Margaret aprendió como pudo los entresijos de los fogones.

Margaret dejaría su trabajo al contraer matrimonio con un lechero con el que tuvo tres hijos. Después de dedicarse a su humilde hogar y a cuidar de sus tres hijos, la señora Powell volvió a trabajar de manera esporádica y reemprendió el sueño que no pudo cumplir de niña. Empezó a ir a conferencias y clases nocturnas en la universidad y decidió escribir sus memorias. 

Su primer libro, En el piso de abajo, publicado en 1968, se convirtió en un éxito editorial con catorce mil ejemplares vendidos en tan sólo un año. Las memorias de aquella mujer luchadora, escritas con frescura y  sentido del humor, gustaron a la gente porque eran realistas pero intentando no ser excesivamente amargas. Margaret Powell continuó escribiendo sobre su propia vida, algunas novelas y participó en muchos programas de televisión. Al final de su vida, la jovencita pobre, soñadora, que vio truncado sus sueños, se había convertido en una anciana que, aunque tarde, había compensado a la Margaret que vivió durante años en el piso de abajo.

Margaret Powell falleció en 1984, a los setenta y seis años de edad.

 Si quieres leer sobre ella 


En el piso de abajo, Margaret Powell

Una partera reconocida y pobre, Marie Anne Gillain (1773-1841)

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Marie Anne Gillain Victorine fue una de las mujeres más importantes en el mundo de la medicina y la obstetricia del siglo XIX. No sólo escribió manuales de ginecología que serían utilizados por los estudiantes de su tiempo y traducidos a varios idiomas, sino que inventó nuevos artilugios que ayudaron a avanzar en este campo médico. Marie Anne tuvo una vida humilde, criada en un colegio de monjas, se quedó viuda muy joven y vio morir a su hija prematuramente. Al final de sus días se encontraba sumergida en la pobreza.

Marie Anne Victoire Gillain nació el 9 de abril de 1773 en Montreuil, un suburbio de París cerca de Versalles. De su infancia se sabe que vivió mucho tiempo en un convento de Étampes. Allí, las monjas, que dedicaban su tiempo a cuidar a los enfermos, enseñaron a Marie Anne los rudimentos de la medicina y la enfermería.

Cuando se inició la Revolución Francesa y se abolió la monarquía, las órdenes religiosas también desaparecieron y muchos de los conventos y monasterios fueron destruidos. Dicha suerte corrió el cenobio en el que vivía Marie Anne. A pesar de tener que cambiar de vida, la joven continuó estudiando anatomía y obstetricia hasta que contrajo matrimonio.

En 1797 se casaba con Louis Boivin, un empleado del gobierno con el que tendría una hija. Pero pronto quedaría viuda y en una situación económica complicada.

En 1800, tras reemprender sus estudios, obtuvo el diploma en obstetricia y empezó a trabajar como comadrona en un hospital local de Versalles hasta que en 1801 se convirtió en superintendente. En aquellos años, Marie Anne utilizó su influencia para fomentar la creación de una escuela especializada en obstetricia.

Marie Anne convenció al ministro de Bonaparte, Jean-Antoine Chaptal, para que fundara en 1802 en el Hospicio de la Maternidad de París, una escuela de partería además de revisar y reorganizar dicha profesión en los centros públicos franceses.

En la Maternidad de París, donde trabajó como asistente de María Luisa Dugès La Chapelle, otra partera importante de su tiempo, Marie Anne empezó a despuntar como una gran especialista en obstetricia y en resolver casos especialmente complicados.

Años después, Marie Anne entraría en conflicto con La Chapelle y decidiría dimitir de su cargo en la Maternidad. Después de trabajar en un hospital de madres solteras, Marie Anne dirigió varios hospitales en Francia que le dieron tanto renombre que su fama llegó hasta la lejana Rusia.

Además de trabajar como partera y dirigir hospitales, Marie Anne formó parte de varias sociedades médicas del país, escribió varios manuales de ginecología y obstetricia e inventó algunos de los artilugios que con el tiempo se convertirían en indispensables en las salas de parto.

Las obras más importantes de Marie Anne fueron Arte de Obstetricia, un libro que formó parte de la bibliografía esencial para los estudiantes y Causas del aborto en el que analizaba las razones por las que se sufría un aborto involuntario.

Entre sus inventos, destaca el pelvímetro vaginal que ayudaba a la dilatación de la vagina y a explorar el cuello del útero en los momentos previos al parto. Además, Marie Anne fue una de las primeras parteras en utilizar el estetoscopio para escuchar el latido fetal.

A pesar de que Marie Anne Gillain fue durante su tiempo una partera respetada que recibió reconocimientos y títulos honoris causa en distintos puntos de Europa, la Academia de Medicina de París nunca aceptó su ingreso. Y cuando el 16 de mayo de 1841 fallecía, poco después de su retiro profesional, Marie Anne se encontraba sumida en la pobreza.

Una escritora con muchos nombres, Eleanor Burford (1906-1993)

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Posiblemente son muchos los lectores de las extensas y apasionantes sagas escritas por una dama inglesa conocida como Jean Plaidy. Lo que puede que no sepan es que Jean es uno de los muchos pseudónimos que utilizó Eleanor Burford, una más que prolífica escritora del siglo XX que, bajo distintos nombres llegó a escribir más de doscientos libros. Romances, novelas góticas, históricas e inspiradas en clásicos como las hermanas Brönte, Eleanor dedicó su vida a la escritura. A pesar de recibir pocas ovaciones de la crítica, sus libros firmados como Jean Plaidy, Victoria Holt o Philippa Carr, entre otros pseudónimos, fueron grandes éxitos de ventas y aún hoy se siguen reeditando en muchos lugares del mundo.

Eleanor Alice Burford nació el 1 de septiembre de 1906 en Kensington, un suburbio cercano a Londres. Fue su padre, Joseph Burford, un hombre sin oficio estable, quien inculcó en la pequeña Eleanor la pasión por los libros de tal manera que a los cuatro años ya sabía leer y con diez empezó a escribir sus primeros relatos.

Tras finalizar los estudios básicos, Eleanor se formó en taquigrafía y estudió varios idiomas. Pero nunca tuvo la necesidad de trabajar pues al contraer matrimonio con George Percival Hibbert su vida daría un giro importante. George, comerciante acaudalado dedicado a la compra venta de cuero, que sentía la misma pasión que su joven esposa por los libros tenía tal holgura económica que permitió a su esposa dedicarse a su gran sueño. 

Eleanor empezó su carrera literaria intentando emular a clásicos como las hermanas Brontë o Víctor Hugo. Pero sus primeros textos no tuvieron el éxito esperado. Su editor la animó a encontrar inspiración en el género gótico y romántico. Sin perder la esperanza, leyó cincuenta obras de dichos géneros para encontrar una nueva inspiración.

En 1941 consiguió publicar con éxito La hija de Anna, un cuento que firmó con su nombre y que le proporcionó el éxito soñado. Durante los años posteriores escribió y publicó varias novelas firmadas con su nombre real. A partir de entonces, su carrera literaria sería imparable. Años después nacía su primera novela y su primer pseudónimo, por el que sería más conocida. 

Los años de la Segunda Guerra Mundial, los Hibberts se habían mudado de Londres a Cornwall donde había una playa conocida como Plaidy. Fue aquel lugar el que inspiró a Eleanor el nombre de su primer pseudónimo. Así, fue como nacería Jean Plaidy, el más famoso de todos sus nombres y con el que escribiría unas noventa novelas. La mayoría de ellas fueron sagas históricas protagonizadas por mujeres tan famosas como Leonor de Aquitania, Isabel la Católica, Catalina de Médici o la reina Victoria. Los Tudor, los Borgia y otras grandes dinastías históricas fueron objeto de sus historias, novelas muy bien documentadas que recreaban la vida de aquellos conocidos personajes y que llegaron a convertirse en lectura obligatoria en algunas escuelas inglesas.

En 1960, cuando Eleanor quedó viuda, Jean Plaidy se había convertido en una escritora conocida internacionalmente. Pero Eleanor continuaba imparable y decidió entonces dar vida a otra escritora, esta vez llamada Victoria Holt, quien sería autora de novelas de estilo gótico y romántico. En 1972 nacía Philippa Carr, pseudónimo que utilizó para escribir la saga familiar Las hijas de Inglaterra, una serie de libros cuyas protagonistas eran mujeres de carácter que reseguían la historia de su tierra natal desde el siglo XVI hasta la Segunda Guerra Mundial.

Eleanor Burford dedicó toda su vida a la escritura. Retirada durante en tiempo en el King's Lodging, una casa antigua en Sadwich para pronto volver a su amado Londres en un apartamento con vistas a Hyde Park, pasaba todas las mañanas escribiendo y por las tardes respondiendo a las múltiples cartas que recibía de sus seguidores. 

Eleanor viajaba dos o tres veces al año con su máquina de escribir bajo el brazo. Los cruceros eran su pasión y fue precisamente en uno de esos viajes cuando fallecía. Era el 18 de enero de 1993, cuando se encontraba a bordo de un barco que partía de Atenas rumbo a Port Said.

Eleanor, Jean, Victoria o Phillipa, legó a los amantes de la lectura una extensa obra literaria romántica, gótica e histórica que a día de hoy continúa reeditándose en muchos lugares del mundo y enganchando a nuevos lectores.
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